Aspectos a evaluar en la primera sesión de la terapia de pareja
Las demandas de aquellos individuos que acuden a terapia de pareja pueden ser muy diversas. El abanico de posibilidades recoge problemas emocionales, sexuales, infidelidades, divorcios, mala convivencia o falta de actividades placenteras. La principal dificultad que esta terapia presenta se relaciona con la presencia de dos personas. El psicólogo ha de ser docto en la manera de dirigirse a ambos y utilizar sus habilidades durante todo el proceso terapéutico.
La evaluación es la primera toma de contacto y el momento del tratamiento donde es preciso recoger el máximo de información relevante para establecer objetivos y técnicas a utilizar. No obstante, la presencia de dos personas la puede volver especialmente intrincada.
Es fácil perderse en los diferentes puntos de vista de dos clientes cuya relación viene ya mermada. La gestión de ambas personas de acuerdo con sus necesidades es un reto que se tiene que instaurar desde que se inicia el tratamiento. Por ello, es muy posible que las primeras sesiones de una terapia de pareja sean algo confusas.
A continuación se presentan pautas que pueden seguirse a la hora de recoger información.
Observación asistemática y sistemática
La observación en sesión es trascendental en cualquier tipo de terapia, pero más aún en la terapia de pareja. Interesa conocer el tipo de relación que tienen los dos individuos a través de su conducta no verbal en terapia. Esto se hace a través de una observación asistemática, donde se busca ver si se miran, si se tocan o qué tipos de gestos tienen hacia el otro.
También es primordial la observación sistemática, que se lleva a cabo con tareas concretas para evaluar aspectos específicos. Para evaluar las habilidades de comunicación de aspectos positivos, por ejemplo, se les puede pedir tareas como comentar en sesión lo agradable de la pareja que ha sucedido en el último mes.
Es importante que en tareas donde se quiere establecer un diálogo entre ambos, el terapeuta salga del campo visual de ambos miembros de la pareja, pues sino su tendencia va a ser la de dirigirse al psicólogo en vez de al otro individuo que tienen delante.
Primera entrevista: ¿hay que abarcarlo todo?
Es importante no tratar de obtener toda la información en la primera sesión. Esta sirve para tener una visión general de la problemática sin entrar en aspectos demasiado concretos.
Es útil preguntar por las atribuciones individuales de los problemas de cada uno de ellos para saber hacia dónde orientar la evaluación. Algunas de las atribuciones más típicas van en la línea de “ya no le intereso” o “nos puede la rutina”.
Desde la primera sesión, no obstante, es fundamental que la pareja se marche siempre con algo positivo. No hay que permitir que la terapia se convierta en otro escenario donde también se discute o resulte desagradable. Por ello, aunque los aspectos que no marchan bien también han de ser evaluados, es preferible combinarlo con la evaluación de aspectos que sí marchan bien.
Segunda entrevista: evaluación individual
A partir de la segunda entrevista se puede empezar a realizar una evaluación mucho más pormenorizada de aspectos relevantes para la terapia. Dependiendo del grado de deterioro de la relación, puede ser interesante incluir una segunda sesión donde se divida el tiempo y se realice la terapia de forma individual.
Esto es útil porque hay veces que cierta información sensible no va a ser traída por iniciativa de los miembros de la pareja si uno está delante. Por ello, en esa segunda sesión partida e individual se puede preguntar acerca de los siguientes aspectos:
- Grado de motivación real: evaluar esto es útil para saber el grado de implicación de cada miembro en arreglar esa relación estropeada. Ello permite anticipar algo tan importante como si se van a hacer las tareas, por ejemplo.
- Existencia de alguna patología particular: saber si hay algún tipo de problemática psicopatológica es de vital importancia. La relación puede haberse visto deteriorada, por ejemplo, por comportamientos obsesivos, una depresión mayor, un duelo patológico, etc. Identificar estas señales es útil en tanto que la terapia no es individual, pero de pareja, y el objetivo es mejorar esa relación. En este caso sería recomendable aconsejar una terapia individual si existiera una patología.
- Estado emocional de la persona con relación a la pareja: saber en qué punto se encuentra cada uno sin que el otro esté presente puede brindarnos una información menos condicionada. Saber si el otro provoca sentimientos de rabia, tristeza, enfado, melancolía o temor puede ayudar a perfilar el tratamiento, así como saber si existe una excitación sexual o si el individuo sigue considerándose enamorado.
- Infidelidad: conocer la existencia de terceras personas también es algo a evaluar desde el inicio. Por supuesto, el secreto profesional no puede romperse, y el objetivo de la infidelidad no es contarlo al otro miembro de la pareja. Esto está muy relacionado con el grado de motivación del individuo. Si continúa perpetrando esa infidelidad se puede preguntar el porqué de querer seguir con la pareja, cuáles son sus planes, cómo de profunda fue o si planea decírselo al otro miembro de la pareja.
- Preguntas individuales: esta sesión también es la ocasión para permitir al cliente realizar preguntas que no haya querido hacer delante de su pareja o que comparta inseguridades, reservas o dudas respecto a la terapia.
Errores que no cometer en la terapia de pareja
La terapia de pareja es un contexto en el que se va a tratar de reconstruir una relación muy deteriorada. Por ello, lo normal es que nos topemos con intentos de discusión, pullas o malos comentarios. Hay que tener mucho cuidado y saber utilizar los castigos y reforzadores de forma adecuada. Estar atento a las señales y prever la función de la intervención del propio terapeuta es muy significativo en este tipo de terapia.
A no ser que haya un objetivo detrás, tampoco se deberían de permitir las discusiones o los gritos en sesión. La presencia del terapeuta que no corta la discusión valida este tipo de conductas. Se corre el riesgo de que la terapia se convierta en un estímulo discriminativo de malestar y se presupone que ya cuentan con los suficientes como para añadir otro.
Por último, debemos destacar que desde el primer momento resulta fundamental no tomar partido por ningún miembro de la pareja. Esto significa medir bien los tiempos y solo permitir hablar más a uno de los miembros si esto tiene algún valor funcional en la terapia.
Resultaría contraproducente que algún individuo creyera que se tiende más por el otro miembro de la pareja que por él o ella misma, en tanto que el trabajo lo han de hacer los dos. De nada nos sirve si solo uno de ellos lo hace bien.
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- Sanz, A. (2000). La vida en pareja: cómo resolver las dificultades de la convivencia. Girona, España: Temas de Hoy.