Autoridad positiva: la forma más enriquecedora de educar a tus hijos

Autoridad positiva: la forma más enriquecedora de educar a tus hijos
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Sara Clemente

Última actualización: 07 julio, 2019

En caso de serlo, ¿cuántas veces os habéis preguntado si estáis siendo “buenos padres”? ¿Acaso hay una forma estandarizada, válida y aplicable a todas las familias? La respuesta es que no, no la hay. Sin embargo, sí existen ciertos estilos educativos que empobrecen la calidad de las relaciones paterno-filiales, como el autoritario, el indiferente o el permisivo. Por otro lado, y frente a estos tres estilos, se encuentra el estilo de la autoridad positiva: ese que enriquece y favorece el bienestar del núcleo familiar.

Seguro que muchos de vosotros os habéis enfrentado a la difícil situación del “no, porque no”. Por ejemplo, cuando vuestro hijo decide unánimemente no querer comer lo que hay preparado en la mesa o no ordenar su cuarto, simple y textualmente, “porque no”. Este atrevimiento puede hacer perder los nervios a muchos padres, que se lo toman como un acto de rebeldía, indisciplina, cabezonería o capricho. Ante ello, son muy diferentes las formas en las que pueden reaccionar.

Algunos decidirían ser aún más autoritarios que su hijo y se impondrían con una frase rotunda e imperativa: “te lo vas a comer todo y punto” o, incluso aprovecharían su posición dominante: “vas a ir porque lo digo yo, que soy tu madre”. Otros, dejarían a su hijo sin comer a modo de castigo y le mandarían a su cuarto a “reflexionar”. Algunos accederían al pequeño chantaje y le cambiarían el plato de comida por uno de su gusto, probablemente los mismos que terminarían colocando ellos mismos el cuarto del pequeño.

Pero la tendencia a la autoridad, a la sobreprotección, a la indiferencia o al permisivismo puede dar como resultado hijos desconcertados, confusos, indisciplinados, con baja autoestima, con dificultades para tomar sus propias decisiones o con habilidades sociales poco competentes, entre otras consecuencias.

El mejor estilo de educación parental: la autoridad positiva

Pero, ¿qué tienen en común todas estas acciones? La falta de comunicación entre padres e hijos. Aquí es cuando entra en juego la autoridad positiva, cuyos pilares principales son precisamente la comunicación y la disciplina.

padres con hijos

En los ejemplos anteriores, una buena forma de poner en juego este rol parental hubiera sido explicar al niño, razonando con él, por qué debe sentarse a la mesa: “te he preparado esta cena con mucho cariño, estoy segura de que te va a gustar. Además, papá y yo queremos comer contigo para poder compartir un rato los tres juntos y contarnos qué tal ha ido el día. Y recuerda que ¡tienes que alimentarte bien para tener energías y poder ir a jugar después!”.

Este estilo de educación parental haría entender al hijo la necesidad de que coma o de mantener su cuarto ordenado. Así, a pesar de la resistencia que pueda poner, los padres le obligarían a cumplir con sus deberes diarios: para ayudarle le darían un plus de motivación que por sí mismo vencería las resistencias del pequeño a enfrentarse a nuevas situaciones.

¿Cómo aplicar el estilo parental de la autoridad positiva?

La credibilidad de los padres es la base: la sinceridad modula la manera de ejercer la educación. Pero para conseguir esta metacomunicación familiar es necesaria -que no suficiente- la disciplina. Hay que transmitir responsabilidad, enseñarles que todas sus acciones tienen consecuencias.

Pero, ¡ojo! Los padres tienen que ser coherentes con las consecuencias que impongan. Si juega al balón en el pasillo de casa y ensucia la pared, no hay que darle un cachete y quitarle la pelota durante una semana; sino regañarle por haber desobedecido y enmendar su error, haciendo que limpie lo que ha manchado.

Otra de sus claves es la constancia, fundamental para que las pautas de comportamiento se vayan integrando poco a poco en la rutina de la familia. Para eso, es importante que tanto los progenitores como el resto de adultos que intervengan en la educación de los niños (abuelos, tíos, vecinos…) sepan mantener ese estilo educativo.

Tradicionalmente, se ha utilizado erróneamente el castigo como principal, sino único, método educativo. Pero su carácter punitivo, lejos de corregir las conductas de los niños, les puede crear una serie de sentimientos muy negativos hacia sus padres: hablamos de ira, resentimiento, miedo, ansiedad o venganza. Por ello, el estilo positivo propone, frente al castigo, mantener las expectativas positivas.

Se deberían minimizar los efectos de los “premios”, porque el valor no se encuentra en ellos, sino en la transmisión de los modelos afectivos de los propios progenitores. Indiscutiblemente todo esto conlleva paciencia. Requiere de la imposición de normas y límites, así como de tiempo, observación y autodisciplina para generar esa autorresponsabilidad. No es tarea fácil, pero sus resultados compensan con creces el esfuerzo.

¿Cuáles son los resultados del estilo positivo?

Quizás no seamos lo suficientemente conscientes de que existe una estrecha relación entre la manera en la que educan los padres y cómo se desarrollan algunos aspectos de la personalidad de los hijos. Por ejemplo, si una madre desatiende constantemente a su bebé, es prácticamente seguro que a lo largo de los años el niño desarrolle relaciones en las que decida no involucrarse, no establecer contactos sociales auténticos por miedo al rechazo y temor a mostrar sus emociones.

padre e hija

¡Solucionémoslo con la autoridad positiva! Los hijos que han sido educados en este estilo parental suelen identificarse con los valores de sus progenitores, les admiran, sienten un apego seguro con ellos, tienden a ser más dialogantes en la familia y en otros contextos, son más seguros de ellos mismos y se adaptan con facilidad al entorno.

El estilo positivo es respeto, disciplina y comunicación; el estilo parental que sienta las bases para una adultez responsable, independiente y afectuosa. ¿Por qué no aplicarlo?


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.