Big Eyes, la mujer y el mundo artístico
Big Eyes (2014) es, probablemente, la película menos “burtoniana” de Tim Burton. En ella apenas encontramos trazos de la esencia del director. No se parece en nada a lo que nos tiene acostumbrados Burton y no es porque se trate de una historia basada en hechos reales, pues eso es algo que ya había hecho en Ed Wood, sino que estamos ante una película en la que no vemos su huella y que perfectamente podríamos atribuir a otro director.
La historia de Margaret Keane parece encajar muy bien con Tim Burton, gran admirador de la obra de la pintora; el problema es la dirección que toma, ya no vemos a Burton, vemos otra cosa. En este punto cabe plantearse si esto es realmente un problema, pues lo fue para la mayoría de sus seguidores que esperaban impacientes otro filme acorde a su peculiar estética; también fue un problema para la crítica que esperaba encontrar una nueva Ed Wood.
“La pintura dice ‘Keane’; yo soy Keane, tú eres Keane. De ahora en adelante, somos uno”.
-Walter Keane, Big Eyes-
Sin embargo, creo que hay ciertas cosas que podemos rescatar de esta película, creo que podemos dejar de pensar por un momento en Burton y centrarnos en el filme en sí. Además, para quienes no sean fieles seguidores del director, puede ser un buen descubrimiento.
Big Eyes no es un sobresaliente, pero tampoco es una mala película. Big Eyes logra acercarnos al mundo de Margaret Keane, a su arte, y a la lucha de las mujeres por hacerse un hueco en el mundo artístico. Big eyes no es Eduardo Manostijeras, es parte de nuestra historia del arte contemporánea.
Big Eyes, el sometimiento de la mujer
A lo largo de la historia, apenas contamos con mujeres que hayan destacado en el mundo artístico, no importa si hablamos de literatura, filosofía, cine, pintura o escultura, son pocos los nombres femeninos que se nos vienen a la cabeza.
La mujer ha estado relegada a un segundo plano, la sociedad patriarcal la ha ocultado y son pocas las que han tenido un camino fácil en un mundo de hombres. No es que las mujeres escriban menos, sean menos aptas para la pintura o no sean buenas en filosofía, es que han permanecido en la sombra.
“Nadie compra cuadros pintados por mujeres”.
-Walter Keane, Big Eyes-
Muchas mujeres se han visto obligadas a utilizar pseudónimos masculinos para poder publicar una obra, sin ir más lejos, la famosa autora de la saga Harry Potter utilizó las iniciales J.K. Rowling, en lugar de su nombre Joanne, para ocultar así que era una mujer y permitirse cierta ambigüedad, evitando ser catalogada automáticamente como mujer.
La historia que nos presenta Burton en Big Eyes es la historia real de Margaret Keane, pintora estadounidense que tuvo que luchar por la autoría de su obra. Margaret firmaba sus peculiares cuadros como Keane, apellido de su esposo Walter, por lo que el público consideró que él era el autor de los cuadros.
Walter Keane se encargó de vender los cuadros y manejar las riendas del negocio de su esposa, llegando a autoproclamarse autor de dichas obras. En la película, vemos a Walter, interpretado por un magnífico Christoph Waltz, como un manipulador, una especie de seductor con un lado muy oscuro.
Margaret, interpretada por una sobresaliente Amy Adams, ya se había casado una vez y, fruto de ese matrimonio, tuvo a su hija Jane. En los años 50 y 60, para las mujeres era bastante importante tener un marido, una estabilidad familiar, y el hecho de estar divorciada, seguramente, no sería visto con muy buenos ojos.
Encontrar un marido teniendo ya una hija no era tarea fácil, por lo que Margaret se deja embaucar por el “encantador” Walter Keane. Margaret es una mujer de su tiempo, inocente y sumisa, pero con un gran talento artístico.
Al principio, Margaret sucumbe a los encantos de Walter, e incluso se muestra feliz al ver que su obra está gozando de gran aceptación y les aporta grandes beneficios económicos. Pero, poco a poco, se irá desencantando y verá en Walter al manipulador que realmente es y que la maltrata psicológicamente. Al final, todo esto desembocará en un terreno pantanoso, mediático y enmarcado por los juzgados.
“Yo nunca he actuado con libertad. Yo era una hija, luego una esposa y luego una madre. Todos mis cuadros son de Jane porque ella es lo único que conozco”.
-Margaret Keane, Big Eyes-
Big Eyes, el despertar de la mujer
Margaret despierta de su cuento y emprende su lucha contra Walter, algo que la llevará a una situación de tensión constante para recuperar la autoría de sus cuadros. Tras años de lucha, logra ganar el juicio y demostrar que ella es la verdadera autora de esos “ojos grandes”.
Durante algunos años, el mundo vivió en una mentira, todos esos compradores y seguidores de la obra de Walter Kean no podían imaginar que, tras esa firma, realmente se escondía su mujer. Esa mentira fue la mentira de Margaret, la que marcaría su vida y la llevaría a vivir enjaulada en su propio arte.
“Usted tuvo una educación cristiana, sabe lo que nos enseñan: el hombre es el jefe del hogar. Quizá, debería confiar en su juicio”.
-Big Eyes-
Finalmente, agotada por esa situación, se divorció de Walter y logró que su obra fuese reconocida como suya. Ella ni siquiera era consciente de la situación en la que se estaba viendo envuelta, ni siquiera era consciente de lo duro que iba a ser cuando comenzó todo, tampoco se daba cuenta de que su autoestima estaba siendo sepultada.
La revolución de las mujeres solo estaba aflorando, solo era la punta del iceberg de todo lo que vendría después. En una época donde la mentalidad estaba sujeta al patriarcado, Margaret no fue capaz de parar a tiempo, de frenar a su manipulador marido. Por ello, la lucha duró años, porque Walter Keane ya era un reconocido artista cuando ella lo demandó.
La lucha de Margaret Keane es la lucha de todas las mujeres, de todas aquellas que quieren hacerse un hueco en el mundo del arte; fue un despertar, un renacer. Burton nos presenta una película que nos acerca a una realidad no tan lejana, la lucha de Margaret será, además, una lucha contra el machismo y con toda una sociedad dándole la espalda.
Los cuadros de Margaret Keane
“Yo creo que se ven cosas en los ojos. Los ojos son la ventana del alma”.
-Margaret Keane-
Las pinturas de Margaret se han caracterizado por la expresividad y el gran tamaño de los ojos de los niños que aparecían en ellas. Los cuadros se fueron haciendo cada vez más y más tristes, igual que la propia Margaret.
Niños que parecen salidos de una guerra, ojos que reflejan lo más profundo del alma, de los sentimientos humanos. Son cuadros que resultan sobrecogedores, pero que no poseen el arte necesario para estar expuestos en un museo y, para muchos, rozan la cursilería.
Margaret Keane cuenta con seguidores famosos y peculiares como el propio Burton, Alaska, Joan Crawford (tenía un retrato suyo pintado por Margaret) o Marilyn Manson.
Lo cierto es que no son pocos los coleccionistas de la obra de Keane, pero siempre ha sido considerada una outsider, una pintora demasiado kitsch para lograr un hueco en la cultura más elevada.
Ya habló de esto Susan Sontag en Notas sobre lo camp y lo cierto es que no se equivocaba cuando dijo que “lo banal, con el paso del tiempo, puede llegar a ser fantástico”, y es esto lo que quería transmitirnos Burton en esta película, rescatar a una autora que sufrió y luchó por su obra y que, quizás, merece cierto reconocimiento.
“Tan solo quería que el mundo supiera que esos eran mis cuadros”.
-Margaret Keane-