Castigo positivo y castigo negativo: ¿en qué se diferencian y cómo funcionan?
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Castigo positivo y castigo negativo: ¿conoces exactamente en qué consisten estos dos procedimientos de aprendizaje? ¿Sabes en qué se diferencian? ¿Para qué se utilizan? En este artículo describiremos qué implica el procedimiento de castigo y qué se requiere para que sea efectivo.
Además, explicaremos las diferencias entre ambos métodos, ejemplos de los mismos y cómo se aplica cada uno de ellos. Enfatizaremos en aquellos métodos que se suelen aplicar en la infancia y en los trastornos del neurodesarrollo. Estos pueden ser aplicados tanto por padres y madres como por educadores, profesores y psicólogos. Eso sí, conviene conocerlos bien para que sean efectivos y, sobre todo, no dañinos para el niño o niña.
“Si te atreves a enseñar, no dejes de aprender”.
-John Cotton Dana-
Castigo positivo y castigo negativo: ¿en qué se diferencian y cómo funcionan?
El castigo es una técnica de modificación de conducta basada en las teorías conductuales, más exactamente en el condicionamiento operante y se basa en la idea de que las consecuencias de una conducta inciden en su ejecución y en su frecuencia de aparición. Es decir, el castigo consiste en administrar intencionalmente una consecuencia indeseada, contingente a la respuesta de la persona. Para que el castigo sea eficaz, este debe ser inmediato, intenso, repentino, no gradual e inevitable.
¿En qué se diferencian castigo positivo y castigo negativo? Básicamente en que el positivo implica la aparición de un estímulo (aversivo) y el negativo implica la retirada o desaparición de un estímulo (siendo este estímulo positivo o agradable).
Ambos procedimientos tienen la misma función: disminuir la probabilidad futura de respuesta, es decir, disminuir o eliminar una determinada conducta, normalmente inadecuada. Se utilizan para reducir las rabietas de los niños, los gritos, malos comportamientos, palabrotas, el hecho de no hacer los deberes, desobediencia, etc.
Castigo positivo
El castigo positivo, como hemos dicho, implica la aparición de un estímulo aversivo o no deseado para el niño. En este caso, positivo indica “la aparición de”. Se puede emplear el castigo positivo con múltiples tipos de estímulos, acciones u objetos.
Por ejemplo, en un niño que se muerde las uñas, un castigo positivo sería ponerle en ellas una sustancia desagradable, favoreciendo la extinción de la conducta.
Cabe decir que aunque se trata de una técnica ampliamente utilizada, muchos expertos en educación no la recomiendan porque no ofrece ningún aprendizaje para el niño de conductas alternativas o comportamientos adecuados, como sí ofrecen otras técnicas de modificación de conducta (por ejemplo la sobrecorrección).
Castigo positivo y castigo negativo tienen la misma función: eliminar o reducir la probabilidad de aparición de conductas que consideramos inadecuadas.
Castigo negativo
En este caso, negativo indica “la retirada” o “la desaparición de”. Igual que en el caso anterior, los estímulos que podemos utilizar son muy diversos: actividades, objetos, comida, acciones, comida… Todo dependerá del valor que le atribuya la persona a la que le queramos aplicar el castigo negativo.
Así, un ejemplo de castigo negativo sería retirarle el privilegio de ver la tele durante X días a un niño que no ha hecho los deberes. En este caso, el estímulo (tele) debe ser agradable o deseado para el niño para que el castigo sea realmente efectivo.
El castigo negativo es lo mismo que el coste (o costo) de respuesta (por ejemplo, retirar los puntos del carnet a alguien por haber conducido bebido).
¿Con quién se suele utilizar?
Castigo positivo y castigo negativo son dos procesos que se suelen emplear especialmente en el campo de la educación y, más concretamente, de la educación especial. Así, se utilizan sobre todo con niños, con niños y adultos con discapacidad intelectual, con personas con autismo con algún trastorno del neurodesarrollo, etc. Sin embargo, pueden también ser aplicados a cualquier persona y a cualquier edad.
Lógicamente, dependiendo de la edad y de las características de la persona deberemos adaptar cada uno de estos procedimientos para no perder su eficacia. Además, en los adultos también se pueden utilizar estos procedimientos en algunos casos.
“Enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su producción o construcción. Quien enseña aprende al enseñar y quien enseña aprende a aprender”.
-Paulo Freire-
Curiosidades del castigo
Una investigación, llevada a cabo por científicos de la Universidad de Harvard (EEUU) y publicada en la revista Nature Neuroscience, se centró en el estudio de los mecanismos cerebrales que influían a la hora de elegir la severidad de un castigo.
Entre sus conclusiones destaca la siguiente: “la manipulación intencionada del lenguaje para exponer un suceso de forma más truculenta o exponer imágenes claras de un suceso conducía a imponer un castigo más severo si el participante en cuestión pensaba o creía que el incidente había sido de forma intencionada“.
Además, los investigadores hallaron que la amígdala, estructura implicada en el procesamiento del miedo, de la ira y de las emociones, se activaba cuando los participantes observaban imágenes con gran crueldad. Como dato interesante, este efecto solo se apreciaba en los escáneres cerebrales de los participantes que sabían que había una intencionalidad detrás del acto.
Más allá del castigo positivo y negativo
Como vemos, castigo positivo y castigo negativo son procedimientos que tienen la misma función, pero que difieren en cuanto cada uno implica ya sea la presentación de un estímulo aversivo o la retirada de un estímulo apetitivo, respectivamente.
Más allá de estas técnicas, existen otras que son consideradas más útiles y beneficiosas para el aprendizaje y el desarrollo del niño; de hecho, el castigo cada vez está más en desuso por el creciente abogo por una crianza más respetuosa y flexible.
Además, no solo importa enseñar al niño qué no está bien hacer, sino ¡qué debe hacer en su lugar! (Conductas alternativas). Entre estas técnicas de las que hablamos se incluyen: el refuerzo positivo, la sobrecorrección, el reforzamiento diferencial de conductas alternativas, etc.
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