¿Cómo estás? Una pregunta con gran valor

La pregunta "¿Cómo estás?" puede ser sumamente valiosa. Al hacerla, le decimos a los demás que nos importan, cuando nos la hacen, los demás nos dicen que les importamos.
¿Cómo estás? Una pregunta con gran valor
Alicia Escaño Hidalgo

Escrito y verificado por la psicóloga Alicia Escaño Hidalgo.

Última actualización: 25 marzo, 2019

Sentir que quienes nos rodean están ocupados en sus propios asuntos, sin tiempo para nada más, es una sensación frecuente para muchas personas. La vida actual tiene un ritmo trepidante y los días desaparecen del calendario a buena velocidad. A casi todos nos cuesta hacer un stop en el camino, dejar aparcados “los deberías y deberes” un momento y pensar en los que nos rodean.

A veces solamente un ¿Cómo estás? puede convertirse en la puerta de entrada hacia la intimidad con las personas que queremos. Sin embargo, en ocasiones estamos tan centrados en nosotros mismos, en cómo nos va en el trabajo, en la universidad o en cómo vamos a enfocar nuestros próximos proyectos, que perdemos el norte.

Cuando alguien nos mira a los ojos y de forma sincera nos pregunta cómo nos encontramos, solemos sentir esa sensación de alegría que emana de sentirnos reconocidos, trascendentes, relevantes, merecedores.

El amor que damos y recibimos de nuestro entorno hace que la vida tenga mucho más sentido.

Si nos paramos a pensar en esta realidad, nos daremos cuenta que otras áreas vitales son mucho más superficiales y que el refuerzo que pueden proveernos es más efímero. Sin embargo, el apoyo social es profundo y altamente gratificante. Sin apoyo social es difícil, por ejemplo, una buena autoestima.

Amigas abrazándose

El valor de un ¿cómo estás?

El valor de preguntarle a alguien ¿Cómo estás? de manera transparente y franca se deposita en las palabras, pero no reside en ellas. Su importancia nace del interés que revelan. Percibir que otra persona se interesa por nosotros alimenta nuestra autoestima. Es algo inherente al ser humano.

Hace millones de años, si no éramos aceptados en nuestra tribu, teníamos bastantes posibilidades de no sobrevivir en un entorno plagado de bestias y adversidades. Sin embargo, hacer equipo con otros de nuestra misma especie, nos garantizaba esa supervivencia.

Por lo tanto, el hecho de que nos tengan en cuenta, está grabad0 a fuego en nuestros genes. Por eso, la atención por parte de los demás es un gran regalo que puede sacarnos en cuestión de minutos de la tristeza o del sentimiento de vacío.

Por otro lado, no es una cuestión puramente bidireccional. Es decir, si quiero que aumente la probabilidad de que los demás se interesen por mí, me pregunten cómo me siento y me presten su ayuda cuando la necesito, obviamente, yo tengo que hacer lo mismo con ellos.

Pero de forma genuina y no por conveniencia en espera de la devolución. Este punto es muy importante porque refleja el amor sincero hacia los demás. Si esto no ocurre, difícilmente voy a encontrar mis expectativas hacia cómo deben comportarse los otros conmigo satisfechas. Si queremos recibir amor, debemos darlo nosotros primero.

Pasos para emprender el interés genuino

Interesarse por los demás y que se interesen por nosotros no es una meta de transitar sencillo. Como hemos explicado antes, en ocasiones el ritmo es tan rápido que es muy complicado salirnos de los problemas para mirar a nuestro alrededor. La inercia nos invita a seguir concentrados, a mantener nuestra visión de túnel.

En esta dinámica, no es raro que nos despertemos un día y nos demos cuenta de que las personas que contaban con nosotros ya no lo hacen. Les hemos dicho que no muchas veces, las hemos priorizado bastantes menos.

Para ampliar nuestra mirada, podemos dar una serie de pasos que rescaten la manifestación de nuestro interés genuino por los demás.

  • Oblígate a preguntar cada día al menos a dos personas ¿Cómo estás? o ¿Cómo te va la vida? Puedes ponértelo como ejercicio a ver si eres realmente capaz. Las personas tendemos a acaparar las conversaciones con los demás hablando mucho sobre nosotros mismos: nuestro trabajo, nuestra pareja, nuestros hijos. Este “yoyoísmo” no nos permite descentrarnos, aprender de los demás y promover ayuda si es que el otro se siente frustrado o desdichado.
  • Piensa que interesarte por los demás te hace más feliz. Muchas veces ponemos la felicidad en cosas banales. Pensamos “seré feliz cuando encuentre el trabajo de mis sueños”, “seré feliz cuando apruebe la oposición”, “seré feliz cuando me case”. Es cierto que todas estos motivos nos generan cierto bienestar y podría decirse, felicidad. En eso estamos de acuerdo. El problema es que en cuanto nos adaptamos a la nueva situación, se crea en nosotros una nueva “línea base” y volvemos a necesitar algo más. Es un bienestar efímero. Sin embargo, mantener relaciones sociales basadas en la lealtad y la verdad, nos mantiene felices la mayor parte del tiempo.

Ya lo decía el escritor León Tolstói cuando afirmaba que el que ayuda a los demás se ayuda a sí mismo.

Amiga consolando a otra
  • Todo viene de vuelta. Cuando te conviertes en alguien que muestra interés por los demás, tu mundo cambia. Si antes todos parecían ir “a su bola”, ahora te darás cuenta de que recibes más mensajes, más llamadas, más visitas y en definitiva, más atención. Se produce la reciprocidad. Esta unión con los otros nos reporta numerosos beneficios: acrecienta nuestra autoestima, nuestro bienestar psicológico, nos ayuda en nuestros proyectos, podemos aprender cosas nuevas e incluso aumenta nuestro sistema inmunológico.
  • Evádete de tus propios asuntos. A veces, centrarnos en otras personas puede ser un alivio. Cuando uno está solo pendiente de su propia historia puede terminar extenuado. Procura de vez en cuando evadirte de ti mismo y descansar embarcándote en las historias de otros. Puede ser más interesante de lo que piensas. Pregunta a tu compañero de trabajo extranjero por qué decidió vivir en tu ciudad, pregunta a tu madre por qué se enamoró de tu padre o por qué escogieron tu nombre y no otros. A veces las historias ajenas pueden sorprenderte.
  • Actúa. Empieza hoy mismo a preguntar a tu entorno ¿Cómo estás? Y no solo eso: actúa con tus conductas. Invita a un café a algún familiar que hace tiempo que no ves, dile algo a algún trabajador que veas cansado o dale ánimos, escucha a un amigo sin interrumpirle, sonríe a tu vecino en el ascensor, hoy lleva tú un tentenpié al trabajo y compártelo. Hay muchas cosas que puedes hacer para inclinarte a los demás. Recuerda: como el efecto boomerang, (casi) todo vuelve.

Como puedes apreciar, el interés auténtico por el prójimo suele convertirse en un bienestar profundo hacia uno mismo. La felicidad procede en gran medida del acompañamiento de nuestros iguales y es preciso por ello cultivar esta atención.

Una mirada sincera, un gesto de tender la mano y un sentimiento que sin palabras, es capaz de decir “aquí estoy si me necesitas” puede ser más valioso que cualquier otra cosa material. Descentrarnos de nosotros mismos nos hace libres, humanos y en consecuencia, personas inmersas en relaciones basadas en el amor y la verdad.  ¿No merece la pena intentarlo?


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