Cuidando a la persona que cuida
Un padre, nuestro cónyuge, o incluso nuestros hijos. La vida no siempre es fácil, y puede que en alguna ocasión te hayas visto en la obligación de atender a una persona mayor u otro ser querido aquejado de alguna enfermedad que lo ha convertido en dependiente. Algo de esta magnitud requiere fortaleza, ánimos, dedicación… y cariño por esa persona enferma.
Es un trabajo que no conoce horarios y que requiere de todos nuestros sentidos. Y la mayoría de las veces el desgaste no es solo físico, en absoluto… el padecimiento emocional puede convertirse en ese compañero diario y doloroso al que enfrentarse cada mañana cuando nos levantamos. Dedicas toda tu energía en cuidar de esa persona, pero ¿Quién cuida de ti?
SEÑALES DE ADVERTENCIA
Cuando uno es cuidador, pierde en ocasiones la propia visión de sí mismo. ¿Cómo voy a cuidarme si quien está conmigo necesita mucho más que yo? Hemos de pensar que somos nosotros la principal herramienta de ese engranaje que lo mueve todo: la casa, la familia… y la persona dependiente. ¿Disponer de tiempo propio para un descanso? ¡Imposible! Este nivel de responsabilidad y obligación, nos aboca sin darnos cuenta a una serie de indicios que pueden demostrarnos claramente que no estamos bien. Veámoslos:
–Problemas de sueño.
-Pérdida de energía, fatiga crónica.
–Aislamiento social.
-Recurrir demasiado a las pastillas, a los calmantes, analgésicos…
-Palpitaciones, ataques de ansiedad…
-Pequeñas pérdidas de memoria.
-Cambios en el apetito: o más ansia o menor interés.
–Cambios de humor, enfados repentinos, ganas de llorar…
-Dificultad en ver que no estamos bien, dejar a un lado nuestro cansancio o nuestros dolores quitándoles importancia por el enfermo que atendemos.
¿CÓMO SABER SI ME ESTOY CUIDANDO?
Sabemos que eres imprescindible para esa persona que estás atendiendo. Que haces falta también en tu hogar, que hay muchos que dependen de ti… Pero ¿y tú? ¿Cómo te encuentras? ¿Quién te atiende? ¿Escuchas a los demás cuando te dicen que tienes mal aspecto y que deberías descansar un poco? Es importante que no solo escuches a los demás, también debes escucharte a ti, a tu cuerpo, a tus emociones.
Es básico que las personas cuidadoras tomen en cuenta los siguientes aspectos:
1. ¿Duermes lo suficiente?
Necesitamos de un sueño reparador para recuperar energías, para evitar accidentes, para estar menos irritables… la falta de sueño puede convertirse en una enfermedad crónica, debemos recordarlo. La tensión emocional puede incrementarse y al final, podemos fallarle también a la persona que cuidamos.
2. ¿Mantengo mis relaciones sociales? ¿Sigo conservando mis aficiones e intereses?
En ocasiones, nuestras obligaciones con la persona dependiente nos alejan de nuestro círculo social, e incluso de nuestros otros familiares. Debemos reflexionar sobre esta dimensión, ya que puede ocasionarnos muchos problemas físicos y psicológicos. Evita distanciarte de los que están a tu alrededor, sigue manteniendo tus hábitos de antes, en la medida que puedas. ¿Tomar un café con tus amistades quizá? ¿Salir una noche a la semana? ¿Tomarte un día libre? No pierdas tampoco tus intereses, tus pasiones… aquello que te define y te apasiona. Elige aquellas que sean más viables para seguir cumpliendo en la situación que te encuentras ahora, seguro que alguna puedes mantener.
3. ¿Eres capaz de encontrar momentos para tu propio descanso?
Sabemos que tus obligaciones requieren de tu esfuerzo casi las 24 horas del día. Pero nadie es capaz de mantener una dedicación continua… Es vital que te establezcas momentos de descanso, sin que por ello, sea necesario irte de casa o dejar solo al familiar. Seguro que hay alguna forma, alguna sencilla opción para relajarte, para respirar, para ser tu misma un instante. Solo un pequeño instante. Vale la pena intentarlo y establecerlo así diariamente.
Eres imprescindible para esa persona a la que quieres, esa persona frágil y dependiente. Pero también tú requieres cuidados, amor y dedicación.