Curiosidades de la escritura

La imprenta fue una auténtica revolución para el mundo de la escritura. Sin embargo, su creador, Johannes Gutenberg, murió pobre y endeudado. Nadie vio demasiada utilidad a su ingenio. Así, en este artículo repasaremos algunas curiosidades relacionadas con el mundo de la escritura.
Curiosidades de la escritura
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 20 septiembre, 2023

El mundo de la escritura es enigmático y fantástico. Gracias a ella, podemos interactuar con personajes que existieron hace miles de años, en sitios muy distantes a los que nos encontramos. Lo que se escribe perdura, y por eso los mensajes que se consideran trascendentales terminan consignándose en una piedra, un papel o en cualquier superficie.

El hogar natural de la escritura son los libros. Y las casas de los libros son las bibliotecas. La humanidad tuvo una joya, una cuna del conocimiento: la Biblioteca de Alejandría. Se dice que llegó a albergar unos 900 000 volúmenes. Su destrucción, en el año 640 de nuestra era, a manos del imperio bizantino, dejó un vacío monumental en la cultura. Nunca sabremos lo que decían esos primeros papiros de la historia.

Y hablando de pérdidas, durante la Edad Media la escritura se consignaba en papiros o pergaminos. Estos materiales eran muy costosos, y por eso en ocasiones los copistas borraban el contenido previo para volver a usarlos. Fueron los famosos palimpsestos. Gracias a los rayos ultravioleta se han podido recuperar algunos de esos textos. Entre ellos, parte de La Ilíada y de la geometría de Euclides. Veamos otras curiosidades de la escritura.

La escritura es la pintura de la voz”.

-Voltaire-

Papiro escrito
La escritura apareció hacia el 3000 a. C. en Mesopotamia.

El curioso origen del alfabeto

Uno de los aspectos más curiosos del mundo de la escritura tiene que ver con el origen del alfabeto, el cual guarda una estrecha relación con el origen del monoteísmo. Ocurrió en Egipto, cuando ascendió al trono el faraón Amenhotep IV, hijo de Amenhotep III. Este mandatario produjo una auténtica revolución en su cultura: declaró que solo existía un dios, el Sol, llamado “Atón” en Egipto.

Muchos de los ideogramas, o signos gráficos de la escritura, incluían imágenes que representaban a los dioses. El faraón ordenó borrar todas esas figuras y solo permitió que se conservaran 22 de ellas, las cuales corresponden a las consonantes que tenemos hasta la actualidad. El gobernante también comenzó a llamarse a sí mismo “Akenatón”. Su nombre original era el mismo de su padre, e incluía la palabra “Amón”, otra divinidad egipcia del pasado que también fue proscrita.

Según Gerard Pommier, un afamado psicoanalista francés, la historia de Akenatón es muy similar a la de Edipo, personaje del drama griego Edipo Rey. Según él, Akenatón desafío a su padre cuando se negó a casarse con su hermana y decidió hacerlo con su prima, Nefertiti. Sin embargo, como ella no le dio hijos, desposó luego a su propia madre para tener un heredero. El hijo se llamó Tutankamón (otra vez “Amón”) y renegó de su padre.

Después de casarse con su madre, tuvo un arrebato monoteísta -a juicio de Pommier, tenía sobre todo el objetivo de borrar el nombre de su padre (Amenhotep) de la faz de la tierra, para ocultar su propia transgresión-.

Isidoro de Sevilla actualizó el sistema de puntuación de Aristófanes.
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¿Y los signos de puntuación?

Uno de los elementos clave en la escritura son los signos de puntuación. Estamos familiarizados con ellos, pero no siempre estuvieron allí. Antiguamente, todo se escribía sin espacios entre las palabras y sin signos de puntuación. Tampoco existían las mayúsculas y minúsculas, “algoasicomoestetexto”. Por supuesto, ese estilo daba lugar a más de una confusión, requiriendo además un esfuerzo mayor por parte de los lectores.

Unos tres siglos antes de nuestra era, el bibliotecario de la famosísima Biblioteca de Alejandría era Aristófanes, autor de varias comedias griegas. Su intención fue la de hacer un poco más expresivos los textos impresos. Así, propuso poner un punto arriba, en medio o debajo de cada línea para distinguir el tono en el cual se debía leer: alto, medio o bajo.

Sin embargo, sus contemporáneos no le encontraron gracia a esta propuesta. Al fin y al cabo, en aquellos tiempos resultaba inconcebible que alguien pudiera comprender un texto con una sola lectura. Tuvieron que pasar casi 10 siglos para que Isidoro de Sevilla retomara la idea de Aristófanes y le diera forma. Esta vez sí se consideró un aporte válido y dio origen al desarrollo de los signos de puntuación.


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  • Blesa, T. (2012). La escritura como palimpsesto (una forma de la logofagia). Tropelías: Revista de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, (18), 204-215.
  • González Rivera, P. (2001). Nacimiento y renacimiento de la escritura (reseña). Desde el Jardín de Freud, (1), 248–249. https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/11625

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