De la evitación al afrontamiento
En el transcurso de la vida, a gran escala, y en nuestro día a día, a pequeña escala, debemos afrontar múltiples desafíos. Podemos hacerlo, a grandes rasgos, de dos maneras diferentes: utilizando la evitación o el afrontamiento. Estas constituyen dos formas antagónicas o contrarias de posicionarnos frente a la realidad.
Pasar de la evitación al afrontamiento no es fácil, pero se puede conseguir (sin embargo, suele ser más fácil para muchos pasar del afrontamiento a la evitación). La realidad es que está bien ir combinando ambos tipos de respuesta, ya que cada situación concreta merecerá un tipo u otro de respuesta.
La flexibilidad nos ayudará saber escoger cómo actuar en cada situación para salir airosos de la misma. Sin embargo, hay personas que optan por utilizar solamente la evitación. Pero, ¿puede esto suponer un problema? ¡Vamos a descubrirlo!
De la evitación al afrontamiento
Si lo pensamos bien, todas las especies animales han sido dotados de estos dos mecanismos que nos permiten huir o luchar, quedarnos o marcharnos, escapar o defendernos. Nos movemos en este sistema dicotómico de afrontamiento, escogiendo qué es lo que mejor se ajusta a cada situación (o al menos así es idealmente).
El hecho de utilizar la evitación como mecanismo de afrontamiento en momentos concretos de nuestra vida, a priori no debería suponer un problema. El verdadero problema nace cuando convertimos la evitación en el único mecanismo posible (y, por lo tanto, en el único que utilizamos).
Según el psicólogo Luis Muiño, “cuanto más evitamos, más difícil nos resulta afrontar“. Para entender cómo está funcionando este mecanismo, podemos preguntarnos: ¿por qué tendemos a evitar? ¿Por qué escogemos la evitación a la hora de afrontar una situación?
“El ser humano cuando prueba una cosa que le funciona (en este caso, para evitar algo, como por ejemplo causar dolor en el otro o crear tensión), lo replica”.
-Mónica González-
¿Por qué evitamos?
Como hemos visto, tanto la estrategia de afrontar como la de evitar son adaptativas. Lo que no es adaptativo es no ser capaces de utilizar ambas o ser inflexibles en su práctica. Imagínate a alguien que nunca afronta las cosas, que siempre las evita… ¿Cómo podrá desarrollar recursos personales? ¿Cómo podrá asumir ciertas cosas que le ocurren, si nunca las afronta? ¿Por qué escogemos, muchas veces, evitar las situaciones (ya sean problemas, conflictos, nuevas realidades…)?
Hay varias respuestas para ello. Está claro que cuando algo nos sirve, lo replicamos; cuando utilizamos nuestros recursos en una dirección que nos causa cierto beneficio o cierto refuerzo, lo volvemos a practicar en el futuro. Muiño propone dos posibles razones (según él, las más comunes) que explicarían por qué hay personas que tienden a evitar afrontar determinadas situaciones. Además, en las explicaciones también encontrarás algunas ideas para pasar de la evitación al afrontamiento:
Falta de tolerancia a la tensión
Hay personas que han desarrollado el automatismo de huir de las situaciones de tensión; por ello, tienden a evitar los conflictos y los problemas, porque no soportan esa carga tensional. Suelen ser personas a las que les cuesta ser asertivas: decir que no o expresar su opinión por miedo a que no coincida con la de los demás. Pueden llegar a pensar: “siempre evito y así ya no tengo tensión“.
Pero a veces toca afrontar este sentimiento de tensión porque no queda otra (¡esto también es adaptativo! y nos ayuda a crecer). Es por ello que para pasar de la evitación al afrontamiento, un primer paso será empezar a trabajar la asertividad. Por otro lado, también nos ayudará empezar a practicar otras formas de afrontamiento alternativas a la evitación, sean las que sean.
Exceso de empatía
Otra posible explicación de por qué nos cuesta pasar de la evitación al afrontamiento es el exceso de empatía. Piénsalo bien; muchas veces afrontar supone hacer daño a alguien (o incluso a uno mismo) o hacer una renuncia -elegir entre dos opciones, perdiendo elementos valiosos en cada una de ellas o por elegir la otra-.
Para no enfrentarnos a la encrucijada, evitamos afrontar, utilizando el mecanismo de la evitación. Sin embargo, no nos engañemos: todos alguna vez hemos fallado a alguien, hemos sido “demasiado” sinceros (lo que ha generado malestar en el otro y no pasa nada), hemos sido críticos, etc.
A veces herimos o incomodamos a los demás con nuestras palabras o hechos. Hacerlo no tiene por qué ser insano si estamos siendo honestos con nosotros mismos y estas acciones forman parte de las relaciones humanas. No pasa nada; y es que en la honestidad hay siempre veracidad, aunque a veces la verdad sea dolorosa.
Aunque cueste, según Muiño, muchas veces decir la verdad y afrontar las cosas es la mejor opción a medio plazo (aunque a corto plazo eso nos cause daño). Así que este sería otro pequeño paso para pasar de la evitación al afrontamiento, ser honestos con nosotros mismos y con los demás, para poder ser capaces de afrontar la verdad de cara.
“El valor de la honestidad nos hace libres”.
-Anónimo-
¿Cómo pasar de la evitación al afrontamiento?
Aunque ya hemos mencionado algunas ideas, vamos a recoger las más importantes aquí. Para pasar de la evitación al afrontamiento, podemos empezar a…
- Practicar nuevas estrategias de afrontamiento.
- No dejar que el exceso de empatía nos impida ser honestos.
- Practicar la asertividad.
- Tolerar las situaciones tensas que puedan aparecer.
- Empezar por situaciones más “fáciles” para afrontar.
- Hacer de la práctica un hábito.
- Dejar los miedos a un lado.
“Las emociones positivas mejoran la capacidad de afrontamiento ante la adversidad”.
-Anónimo-
Otros estilos de afrontamiento
Multitud de autores han propuesto sus teorías en relación a posibles mecanismos de afrontamiento que utilizamos las personas, aunque a grandes rasgos podamos hablar de la evitación y el afrontamiento.
Por ejemplo, Carver, Scheier y Weintraub propusieron dos tipos de mecanismos: los centrados en el problema (resultan eficaces cuando se puede cambiar la situación) y los centrados en la emoción (son eficaces cuando no se puede cambiar la situación).
Esta misma diferenciación la hace Lazarus, que además especifica una serie de características de cada mecanismo. Dichas características son las siguientes:
- Mecanismo centrado en el problema: busca cambiar la relación ambiente-persona. Aquí la persona actuaría sobre el ambiente o sobre otro sujeto, tratando de manejar la fuente generadora de estrés.
- Mecanismo centrado en la emoción: en este caso, la persona se focaliza en cambiar el modo en que se interpreta lo que ocurre, regulando la respuesta emocional.
¿Qué estilo de afrontamiento es mejor?
¿Qué estilo de afrontamiento, de entre todos los mencionados, será el mejor (o el más adaptativo)? En respuesta a ello, en realidad no se trata tanto de escoger un único estilo de afrontamiento para todas las situaciones que vivamos, porque viviremos múltiples situaciones a lo largo de la vida, que nos exigirán cierta flexibilidad. Así que lo ideal será ser flexibles en este sentido y poder ser capaces de adaptar nuestro estilo de afrontamiento a cada situación y contexto.
De esta manera, de cuantos más recursos dispongamos en este sentido, mejor. Habrá situaciones en la vida que nos requerirán utilizar el afrontamiento, otras la evitación, otras la racionalización, otras el afrontamiento centrado en las emociones, etc.
Será tarea de cada uno escoger cómo actuar en cada situación; pero, ¿cómo sabemos qué es lo que más nos conviene? No existe una fórmula mágica, a veces tan solo se trata de prueba y error, de aprender de la experiencia y sobre todo, ¡de guiarnos por nuestra intuición!
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Muiño, L. (2003). El factor humano en pantalla: un paseo por la Psicología desde el patio de butacas. Editorial Complutense.
- Redorta, J., Alzina, R. B., & Galdós, M. O. (2006). Emoción y conflicto: aprenda a manejar las emociones.
- Reeve, J. (2010). Motivación y emoción (5ª Edición). McGraw-Hill/Interamericana. México.