Sufrí una desilusión, pero también me apartó del lugar equivocado

Sufrí una desilusión, pero también me apartó del lugar equivocado
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 01 septiembre, 2023

Hay épocas así, esas en que uno va de desilusión en desilusión, de hondonada en hondonada para al final abrir los ojos y descubrir que habitaba en una isla extraña rodeado por falsos afectos, personas con doble fondo y sentimientos equivocados. Es entonces cuando recogemos los pedazos rotos de nuestro corazón para avanzar sin mirar atrás, con airosa dignidad y firme determinación.

Dicen los expertos en psicología del deporte que cualquier atleta debe aprender desde bien temprano a lidiar con la desilusión. En cualquier deporte de competición siempre existirá un ganador y un perdedor. Siempre se experimentarán momentos de mayor o menor rendimiento, así como lesiones y acontecimientos ajenos a la propia preparación o rendimiento que puede vetar el poder participar en una competición, en una prueba o en un partido.

“Si estamos tranquilos y preparados, deberíamos poder encontrar una compensación en cada desilusión”

-Henry David Thoreau-

En el juego de la vida sucede lo mismo. Sin embargo, a la mayoría nos educan desde bien temprano en la idea de que si uno se esfuerza el éxito está garantizado y que si uno cuida bien a las personas que quiere, estas responderán del mismo modo. Casi nadie nos quiso revelar que en el cuadrilátero de la vida real dos y dos no siempre son cuatro, que abundan más los días grises que los azules y que las personas son falibles, contradictorias y exquisitamente imperfectas.

Digerir las desilusiones cotidianas no es tarea fácil. No obstante, y como curiosidad, cabe decir que la desilusión es la tercera emoción más experimentada por el ser humano después del amor y el arrepentimiento, y por tanto debemos aprender a reconocerla, a asumirla y a afrontarla. A continuación te explicamos cómo.

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¿Es la desilusión parte obligada de la vida? No, no siempre

No falta quien con aire paternalista no comenta aquello de que “experimentar una gran desilusión  en la vida es algo necesario. Porque el sentirnos decepcionados nos permitirá obtener la motivación necesaria para crecer”. Bien, este tipo de frases quedan bien en nuestros muros de las redes sociales, sin embargo, es necesario matizarlas y analizarlas en detalle.

En primer lugar, nadie está obligado a experimentar una desoladora desilusión para “saber qué es la vida”. Estamos más bien ante una dimensión que debemos aprender a gestionar lo antes posible para que no acontezca más de lo necesario. A su vez, las decepciones siempre siempre serán mejores en dosis pequeñas y en tamaños manejables. Es así como uno aprende de verdad a lidiarlas y a canalizarlas para obtener un adecuado aprendizaje de ellas.

A su vez, es importante reiterar la necesidad de saber afrontar la desilusión cotidiana para evitar que tarde o temprano acontezca una de mayores dimensiones, ahí donde quedar atascados en el rincón del dilema, en el agujero del dolor y en el bosque de la desesperación. Decimos esto por una razón muy concreta: la pequeña decepción no expresada se convierte en el asesino silencioso de toda relación.

 

Pensemos en ello por un momento: hay quien opta por callar ese pequeño desaire de la pareja que casi sin saber cómo, al final se convierte en una práctica cotidiana. Decimos también que no pasa nada si nuestro mejor amigo se olvidó de que hoy, nos daban los resultados de unas pruebas médicas importantes. A su vez, también decidimos guardar silencio cuando nuestra familia ironiza en voz alta sobre ese “absurdo” proyecto en el que estamos tan ilusionados.

Evitamos expresar en voz alta muchas de las desilusiones sentidas por miedo a ofender a los demás, por miedo a romper ese vínculo que nos une a ellos… Sin embargo, se nos olvida que los principales ofendidos somos nosotros y que quien se guarda una desilusión tras otra al final se ahoga. Al final se levanta un día consciente de que todo lo que le envuelve es un engaño. Reaccionemos antes, aprendamos a reaccionar a tiempo.

Claves para afrontar mejor las decepciones

Una desilusión es mucho más que una expectativa insatisfecha. Es la ruptura de una certeza, es un vínculo que pierde su fortaleza, es un vendaval de aire frío que nos abre los ojos y que en ocasiones, hasta pone una muralla en nuestro corazón. Sin embargo, si hay una razón por la que duele tanto una decepción es porque experimentamos cierta responsabilidad y cierto enfado hacia nosotros mismos: ¿cómo hemos podido dar por sentadas tantas cosas?, ¿cómo hemos podido confiar tanto y alzar tantos castillos si lo que había debajo eran arenas movedizas?

Para gestionar mucho mejor estas situaciones te proponemos reflexionar en las siguientes claves.

“La desilusión temprana de una esperanza deja una cicatriz que es iluminada cuando la esperanza se cumple”

-Thomas Hardy-

Chica joven con desilusión

Desenredar el nudo de las decepciones

Uno de los primeros aspectos que debemos evitar es practicar lo que se conoce como “sesgo retrospectivo“. Hablamos cómo no, de esa tendencia a creer, después de conocer los resultados, que podríamos haberlo anticipado todo. Hay cosas que no se pueden prever, no tenemos una bola de cristal con la que poder ver cómo van a reaccionar determinadas personas. Así que lo mejor es aceptar lo sucedido y evitar responsabilizarnos o proyectar toda la responsabilidad sobre nosotros mismos.

El segundo aspecto de importancia tiene que ver con lo que antes hemos comentado. Debemos ser capaces de reaccionar ante las pequeñas decepciones antes de que se conviertan en auténticas apisonadoras, de esas que dejan nuestra autoestima a la altura del zapato. Recuerda siempre hablar sobre lo que te moleste “cuando te molesta y no cuando sea tarde”.

El tercer y último punto que deberíamos aplicar en nuestro día a día, es la capacidad de tener perspectiva. Debemos entender que todos somos falibles, incluso nosotros mismos. Todos tenemos el poder de ilusionar y desilusionar, por lo tanto, todos estamos sujetos a esta noria imparable donde a veces se gana y a veces se pierde, donde los lugares acertados al poco ya no dan más de sí y es necesario reciclarse, cambiar de mapa de carretera, de personas e incluso de objetivos.

A veces, las decepciones son poco más que un mecanismo extraño en el que la vida nos dice que tiene algo mucho mejor reservado para nosotros…

Imagen principal cortesía de Claudia Tremblay


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