Diferencias entre convencer y persuadir
La psicología social se ocupa de estudiar cómo los comportamientos, los sentimientos y los pensamientos de las personas son influidos por la presencia de otros (Allport, 1985). Estudia cómo nos influenciamos entre nosotros y hasta dónde llega esta influencia. Podemos enlazar todo esto con el tema de este artículo: las diferencias entre convencer y persuadir.
¿Por qué? Porque estos dos conceptos aluden a procesos de influencia social y, aunque puedan parecer sinónimos, no lo son. Pero ¿por qué no son exactamente lo mismo? ¿Qué diferencia estos términos? ¡Vamos descubrirlo!
¿Qué significa convencer y persuadir?
Según la Real Academia Española (RAE), convencer significa, literalmente, ‘incitar, mover con razones a alguien a hacer algo o a mudar de dictamen o de comportamiento’. Añade también ‘probar algo de manera que racionalmente no se pueda negar’.
En cambio, persuadir significa ‘inducir, mover, obligar a alguien con razones a creer o a hacer algo’. Como vemos, son conceptos muy similares, pero ya en estas definiciones podemos apreciar matices que los diferencian. Además, como veremos, la persuasión no se consigue con razones, como parece indicar la RAE, sino más bien con otras estrategias. ¿Qué diferencias entre convencer y persuadir encontramos?
Diferencias entre convencer y persuadir
Ambos conceptos tienen que ver con el hecho de hacer que otra persona actúe, hable o piense como nosotros en algo, o que lo haga como nosotros deseamos. Así, son fenómenos que tienen que ver con un proceso de influencia social.
Cuando convencemos a alguien, le estamos ofreciendo argumentos y razones para que opine o actúe como nosotros o para que acepte algo. Es decir, las razones son nuestra herramienta. En cambio, cuando persuadimos, conseguimos que otra persona acepte actuar de cierta manera, o crea cierta afirmación, a causa de nuestros argumentos o de otro elemento.
Pero no tanto a través de la razón. Es por ello que persuadir es más un “arte”, donde intervienen factores como la “labia”, la belleza o la gracia al hablar (en cierta forma, ser persuadidos es algo es más irracional que ser convencidos).
Aceptar vs. creer
Al convencer, ejercemos influencia sobre el otro para que acepte algo que nosotros defendemos. En cambio, en la persuasión, no se trata tanto de que el otro acepte algo, sino de que crea en algo.
Convencer también es persuadir
Otra idea clave para entender las diferencias entre convencer y persuadir es que, quien convence también persuade, pero no siempre el que persuade convence. Es decir, no siempre el que está ejerciendo un proceso de persuasión sobre otro le está intentando convencer de algo.
Razón vs. otras estrategias
Así, persuadir es más amplio que convencer. Se puede persuadir por diferentes medios, o a través de diferentes estrategias, siendo estas no racionales, como por ejemplo: a través de engaños, presión, sesgos o falacias, fuerza, amenazas… (En cambio, cuando convencemos usamos la razón).
Pensemos en un ejemplo; la publicidad. Esta intenta persuadir, muchas veces, a través de imágenes o mensajes. Por ejemplo, para anunciar un perfume, apela a una imagen sofisticada, glamurosa y sexy, porque nos quiere hacer sentir que al usar ese perfume seremos también así. Sin embargo, no son ideas o argumentos racionales. En eso consiste la persuasión (en cambio, cuando intentamos convencer, normalmente usamos argumentos lógicos y racionales).
Argumentación vs. “jugar” con los sentimientos
En definitiva, la principal diferencia entre convencer y persuadir tiene que ver con las estrategias que utilizamos a la hora de ejercer esta influencia sobre el otro. Cuando intentamos convencer a alguien, normalmente expresamos de manera abierta nuestra intención, defendiendo la postura que queremos que el otro adopte con argumentos.
La persuasión es más, salvando las diferencias, un ejercicio de seducción, en el que no todas las estrategias se emplean de manera abierta. Por otro lado, en estos casos es frecuente, para conseguir el efecto que deseamos, que empleemos estrategias que apelen a lo emocional.
Así, nos referimos a los hechos, a las pruebas y al razonamiento lógico para intentar convencer. Y ¿para qué? Para que la otra persona acabe por estar de acuerdo con nosotros. De esta forma, el hecho de convencer es una estrategia argumentativa, que nos hace conectar los argumentos, unos con otros, hasta llegar a la conclusión. La finalidad de este proceso es que el otro adopte nuestro postulado.
Persuadir: el uso de la labia y de los juegos de palabras
En cambio, cuando persuadimos, llevamos a alguien a creer o a pensar algo, en cierta forma, “jugando” con sus sentimientos y su sensibilidad. Es decir, no utilizamos argumentos racionales, como en el caso anterior, sino que utilizamos más bien la retórica, la labia, los juegos de palabras y si, además conocemos a la otra persona, elementos más de tipo personal.
Es decir, aquí la influencia es más “personalizada” (y no se basa en argumentos racionales). Además, la persuasión hace referencia a un marco cultural y a un sistema de valores comunes, porque hay que entender la manera de pensar de nuestro interlocutor.
Mismo propósito, diferente camino
En definitiva: tanto convencer como persuadir tienen el mismo objetivo, que es conducir al interlocutor a adoptar un determinado comportamiento o punto de vista (que nosotros “escogemos”). Lo que varía en ambos conceptos, eso es, una de las diferencias entre convencer y persuadir más importantes, es la manera de conseguir este objetivo.
Convencemos cuando recurrimos al razonamiento lógico y científico, lo que nos permite alcanzar un mayor número de interlocutores, de perfiles diferentes. En cambio, cuando persuadimos, lo hacemos a través de estrategias como la presión o incluso la manipulación (aunque estas estrategias no tienen por qué ser siempre “negativas”, y es por eso por lo que la persuasión pueden llegar a considerarse un “arte”).
Además, para persuadir, debemos conocer mínimamente a la persona que tenemos delante. ¿Por qué? Porque eso nos permite “jugar” nuestras cartas en función de sus gustos, sugestión, sensibilidad, sentimientos, etc., sin necesidad de recurrir a la razón.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Allport, G. W. (1985). The historical background of social psychology. En G. Lindzey & E. Aronson (Eds.), The handbook of social psychology. New York: McGraw Hill.
- Blair, J.A. & Tindale, Ch.W. (2012). Groundwork in the Theory of Argumentation: Selected Papers of J. Anthony Blair. Springer.
- Cialdini, R. B. (2000). Influence: Science and practice. Allyn and Bacon