Los efectos psicológicos de la contaminación acústica
¿Alguna vez has escuchado que vivir en el campo es más saludable que hacerlo en la ciudad? Esto no solo se debe a la mejor calidad del aire o al ritmo de vida más tranquilo y pausado. Hay un factor relevante para nuestra salud mental y psicológica que con frecuencia pasamos por alto: la contaminación acústica.
Este término hace referencia a la presencia en el ambiente de ruido o vibraciones de cualquier tipo que causan molestia, interfieren con el funcionamiento diario o suponen un riesgo para el bienestar. Sus principales causantes son el tráfico, las obras o el ocio nocturno; entidades que todos conocemos bien y con las que convivimos a diario.
Si quieres saber más sobre cómo puede afectarte la contaminación sonora, te invitamos a seguir leyendo.
¿Qué tipo de ruidos generan contaminación acústica?
Normalmente, tendemos a considerar nocivos o peligrosos solo aquellos ruidos que se presentan con una alta intensidad. Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que el límite superior deseable son los 65 dB. A partir de aquí, podemos hablar de ruido o contaminación acústica que resulta perjudicial.
Sin embargo, esto no es nada extraordinario teniendo en cuenta que el motor de un autobús genera unos 70 dB y los 80 dB se alcanzan con una calle ruidosa o un bar animado. Es decir, que muchas veces convivimos con unos niveles de ruido peligrosos; de hecho, se estima que una cuarta parte de la población se expone a niveles de contaminación acústica por encima de lo deseable.
Sin embargo, además de la intensidad, hay otros factores que influyen en el perjuicio que causa el ruido. Piensa que uno de los aspectos determinantes es la respuesta psicológica que emitimos ante el mismo o el nivel de estrés que nos genera.
Así, podemos decir que un ruido genera mayor molestia o respuestas emocionales negativas si cumple los siguientes requisitos:
- Es percibido como innecesario.
- Genera respuestas psicológicas negativas como miedo o pánico.
- La persona lo siente como perjudicial para su salud.
- El ruido es intermitente. Por lo general, los sonidos continuos permiten que nos habituemos en cierto grado a su presencia; sin embargo, cuando son intermitentes se viven como más agresivos e intrusivos.
- Es impredecible. De nuevo, nos resulta más sencillo adaptarnos a un sonido que, aunque intermitente, se presenta con una determinada periodicidad. Cuando aparece de forma aleatoria, nos alerta una y otra vez, nos desconcentra, deriva toda nuestra atención hacia él y se siente como más amenazante.
Efectos psicológicos de la contaminación acústica
Sabemos que la contaminación acústica puede causar daños en la audición (temporales o permanentes) e incluso que se ha asociado con problemas cardiovasculares y endocrinos. Pero sus efectos negativos a nivel psicológico son también importantes y fácilmente perceptibles.
Uno de los más comunes y preocupantes es su efecto en el descanso. El ruido impide un sueño apacible y puede generar diversas alteraciones relacionadas como insomnio o sueño fragmentado y de mala calidad. Algo que, sin duda, repercute también en el funcionamiento diario pudiendo causar bajo rendimiento laboral y un estado de ánimo negativo.
Por otro lado, dificulta la concentración e interfiere en el funcionamiento cognitivo y la memoria. Cuando estamos expuestos a ruidos ambientales no podemos pensar con claridad, cometemos más errores de ejecución y somos más lentos en completar nuestras tareas.
Además, indudablemente la contaminación sonora afecta a nuestras emociones, generando irritabilidad, agresividad y desagrado. Los altos niveles de estrés a los que nos somete no solo nos conducen al malestar personal, sino que afectan a nuestras relaciones sociales, aumentando la presencia de conflictos e inhibiendo también el deseo sexual.
Si la exposición al ruido es prolongada o continua (algo que sucede con frecuencia en los grandes núcleos de población), aumenta el riesgo de padecer trastornos de ansiedad o depresivos.
Prevenir las consecuencias
Desafortunadamente, no hay mucho que podamos hacer a nivel personal para librarnos de estos desagradables efectos. Mudarse a zonas rurales o poco transitadas no siempre es una opción y son principalmente las normativas comunitarias las que deben restringir las emisiones sonoras.
Aun así, uno de los puntos fundamentales es preservar el descanso, por lo que conviene colocar el dormitorio en habitaciones interiores o incluso recurrir a recursos como el ruido blanco que pueden enmascarar otros sonidos ambientales.
Igualmente, nuestra actitud también es relevante, por lo que debemos procurar mantener bajos nuestros niveles de estrés, tal vez incluyendo en nuestra práctica diaria hábitos como la respiración o el mindfulness.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Glass, D. C., & Singer, J. E. (1972). Behavioral aftereffects of unpredictable and uncontrollable aversive events. American Scientist, 60(4), 457-465.
- de Esteban Alonso, A. (2003). Contaminación acústica y salud. Observatorio medioambiental, (6), 73-95.