El autocastigo por los errores del pasado

El autocastigo por los errores del pasado
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Yamila Papa

Última actualización: 07 julio, 2019

Cuando cometemos un error, es frecuente “autoflagelarnos” una y otra vez. No podemos perdonarnos por más que haya pasado el tiempo, los demás se hayan olvidado o se haya solucionado el problema. Entonces, ¿Por qué actuamos de esa manera tan estricta con nosotros mismos? ¿Por qué el autocastigo?

No hay dudas, somos nuestros peores jueces, por más de que hayamos actuado con buena intención o tomado la decisión que en ese momento nos parecía la mejor. Pocas personas tienen la capacidad de “dar vuelta a la página” o “hacer borrón y cuenta nueva” ante los errores, sin embargo, otras nos autocastigamos una y otra vez. Nos cuesta mucho perdonarnos por las equivocaciones, ya que no podemos aceptar que hemos hecho algo mal.

“El autocastigo tiene tres modos de funcionamiento: insultarte, criticarte duramente y no darte gusto. Es silencioso pero letal.”

-Walter Riso-

¿Por qué sentimos esa necesidad del autocastigo?

Al cometer un error, lo normal sería determinar la responsabilidad y no la culpabilidad de esa acción o decisión. No sabemos, quizás, que no es lo mismo ser responsable que ser culpable. En realidad, hasta sería bueno que borrasemos de nuestro vocabulario personal la palabra “culpa”, porque no nos lleva hacia ningún lado.

La necesidad del autocastigo proviene de esa sensación de culpa, de la idea errónea de que hemos hecho algo muy malo y por ende, somos malas personas. Nada más alejado de la realidad. La explicación psicológica de por qué nos sentimos culpables tiene que ver con la autoestima. Si no nos estimamos lo suficiente, podremos pensar que todo ocurre por nuestra causa o nuestra culpa, incluso en acontecimientos en los que no participamos.

Si un castigo, llamada de atención o reprimenda no llega por parte de las personas que nos rodean al equivocarnos, no importa, porque nosotros mismos nos encargamos de ello. Nos autoimponemos una penitencia severa para purgar por el error cometido.

Por más que algunas personas no quieran dar crédito a la teoría de que los hechos de nuestra niñez influyen en la edad adulta, es preciso saber que si hemos crecido en el seno de una familia muy autoritaria, probablemente nos sentiremos más culpables que responsables. Tendremos tendencia a sancionarnos por los errores y pensaremos que somos los peores seres del mundo por una equivocación.

¿O será que no nos permitimos errar? Quizás en nuestro sistema interno, es vital ser perfecto, el mejor hijo, la mejor esposa, el empleado predilecto, el amigo ideal… ¿Y en qué momento tenemos la posibilidad de equivocarnos? Y lo que es peor aún ¿Cuándo aceptamos nuestros errores?

El autocastigo no es la solución

Es bueno saber que castigarse no es una solución al problema porque no hará que desaparezca la acción o decisión tomada. Muchos de los que se autocastigan piensan que mágicamente se evaporarán las consecuencias de ese error.

Sin embargo, el castigo solo nos sirve para revivir una y otra vez las consecuencias del daño causado o “ponerle sal a la herida”, como se dice popularmente. Y esto no es beneficioso. Pedir disculpas e intentar minimizar las consecuencias del error es mucho más ventajoso.

Chica triste mirando por la ventana

Por otra parte, el autocastigo nos impide seguir adelante y crecer como personas. Más allá de que nos hayan enseñado que el castigo es la mejor manera que tiene el ser humano para redimirse y que cuanto más dura sea la penitencia, más expiaremos los pecados, eso no es así.

Solo tenemos la capacidad de mejorar como ser humano cuando aceptamos que nos equivocamos y hacemos todo lo posible por reparar el error.

Pero atención, no todo queda ahí, se debe dar otro paso, el del aprendizaje. De nada nos sirve aceptar un error si lo volvemos a cometer una y otra vez. Entonces, si empezamos a hablar en términos de responsabilidad y no de culpabilidad, será más sencillo que hagamos un profundo análisis de lo ocurrido, evitándolo en la siguiente ocasión.

Ya sabes, el conocido “mea culpa” no tiene validez si no hacemos nada para solucionar el problema o para aprender. Es mejor decir “soy responsable por ello, voy a hacer lo posible para revertirlo”. Una vez dado este paso, el siguiente ejercicio será el de aprender cómo borrar del historial mental y sentimental esa equivocación, una vez que ya hayamos recibido la lección correspondiente.

Aprender a perdonar

Aprender a perdonar a los demás es un acto de valentía y terapéutico. Pero aprender a perdonarse a sí mismo, no sólo es terapéutico, es liberador. El autocastigo en ocasiones es tal, que nos ata con cadenas de acero al pasado y a la culpa y nos impide avanzar y gozar de una felicidad plena.

“Errar es humano y perdonar, es divino”.

-Alexander Pope-

Todos podemos equivocarnos. Lo importante es aprender de ello en lugar de flagelarnos con el sentimiento de culpa. Porque este sentimiento nos lleva a la inactividad. El aprendizaje nos lleva a observar en qué hemos fallado y cómo crecer como personas. De esta forma convertimos el perdón en un proceso de liberación personal y de crecimiento interior.

Como afirma el equipo de Prieto-Ursúa (2012), el perdón en terapia es muy poderoso. Según estos autores “en las intervenciones que promueven el perdón pueden llevar a reducir los efectos negativos (para la salud mental) del “no-perdón” y producir incrementos en la auto-estima y la esperanza

 


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.