El caso Dora, un emblema en el psicoanálisis

Este es un caso fundacional en el psicoanálisis que el mismo Freud exploró.
El caso Dora, un emblema en el psicoanálisis

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 14 marzo, 2024

El caso Dora es uno de los más famosos e interesantes del psicoanálisis. Se puede afirmar que es uno de los procesos fundadores de esta disciplina. Fue atendido por Sigmund Freud en persona y confirmó algunos planteamientos para la conceptualización de la histeria, una de las estructuras psíquicas que contempla el análisis freudiano.

A partir del caso Dora, Freud  se reafirmó en una de sus premisas básicas. Esta es: los síntomas de la histeria son el resultado de fantasías sexuales reprimidas. Entrando en el análisis del caso, en primer lugar señalemos que “Dora” es un nombre ficticio. Corresponde a Ida Bauer, quien estuvo en psicoanálisis durante tres meses con Freud e interrumpió el proceso por voluntad propia.

El caso Dora ha pasado a la historia como uno de los más emblemáticos del psicoanálisis. Los datos de este caso clínico fueron publicados en 1905, con el título Análisis fragmentario de un caso de histeria . Caso Dora. Profundicemos en su desarrollo.

He aquí la gran incógnita que no he podido resolver, a pesar de mis treinta años de investigación sobre el alma femenina: ¿Qué es lo que quiere la mujer?

-Sigmund Freud-

Los síntomas histéricos en el caso Dora

Dora, o Ida Bauer, llegó al consultorio de Sigmund Freud conducida por su padre, un antiguo paciente del psicoanalista vienés. La primera vez que acude, habla acerca de síntomas físicos que la atormentaban. En particular, sufría de unos ataques de tos muy molestos. Tenía 16 años en ese entonces y poco después de esa primera consulta, la tos desapareció. Así que no volvió a sus sesiones.

ilustración sobre el caso Dora

Según el relato de Freud sobre el caso Dora, la paciente presentaba diferentes síntomas desde la infancia. A los 8 años había sufrido de disnea. A los 12 años presentó jaquecas crónicas y tuvo los primeros accesos de tos.

Los ataques de tos volvieron y ella buscó nuevamente a Freud para psicoanalizarse. Tenía entonces 18 años. Esta vez, además, hoy se piensa que era víctima de depresión y su inestabilidad emocional era acusada. Evitaba el trato social, indicando que la fatigaba. Estaba en conflicto con su madre y distanciada de su padre. Sus padres encontraron una carta en la que anunciaba un suicidio. También sufría desmayos sin razón aparente.

El mundo de Dora

La historia familiar de Dora era complicada. Su padre era el amante de una mujer a la que se identificó como la “Señora K”. Este dato fue inicialmente ocultado a Freud. La madre de Dora era una presencia casi invisible, cuyo papel era básicamente el de ama de casa. Dora conocía la infidelidad de su padre y mostró a Freud su indignación por el hecho.

Una vez que Freud conoce este hecho centra sus hipótesis en él. Freud interpreta que el verdadero objeto de atención de Dora es la “Señora K”. Al mismo tiempo también interpreta que la paciente está “enamorada” del “Señor K”. En la historia de Dora con el señor K encontramos dos episodios cruciales para Freud.

Dora le cuenta a Freud que cuando ella tenía 14 años, en una ocasión en la que los dos estaban solos, el Sr. K. la abrazó y la besó en la boca. Dora describe que sintió repugnancia y su reacción fue de asco. Así, Freud concluye que ya con catorce años era Dora una histérica pues… “Ante toda persona que en una ocasión favorable a la excitación sexual desarrolla predominante o exclusivamente sensaciones de repugnancia, no vacilaré ni un momento en diagnosticar una histeria, existan o no síntomas somáticos”.

Para el padre de Dora, ocurrió un segundo episodio en la residencia de verano de los señores K que habría desencadenado la depresión. En un paseo, cerca del lago, el señor K le habría hecho una propuesta amorosa a Dora. El episodio se lo cuenta su madre, mientras le pide a su padre que rompa la relación con los K.

mujer con histeria simbolizando el caso Dora

Lo que Freud descubre es que la histérica se identifica inconscientemente con el hombre. Ella ignora lo que es “ser mujer”. Otra mujer, la que es objeto del deseo de su padre, y que en este caso no es la madre, representa la posibilidad de responder a la pregunta central de la histeria: “¿Qué es ser mujer?”

Freud sospecha que la histérica no comprende cuál es el factor que la define como mujer. Busca una respuesta a esto a través de otra mujer. Por eso siempre está involucrada en triángulos amorosos. Obviamente todo esto tiene lugar en lo inconsciente.

Los meandros de la histeria

El caso Dora abriría en el psicoanálisis varios debates en torno a la histeria. El principal vehículo que empleó Freud para dilucidar el drama inconsciente que vivía su paciente fueron los sueños. Estos habrían revelado que detrás de los síntomas de Dora había un conflicto psicosexual.

Como ya se anotó, detrás de los síntomas histéricos habría un deseo sexual reprimido. De hecho, se indica que todas esas enfermedades o síntomas somáticos son una práctica sexual de los histéricos. Asimismo, Freud constató que a medida que se iban comprendiendo los síntomas, estos desaparecían. Algo que, a su vez, constituiría para Freud una de las bases del psicoanálisis y una prueba de lo acertado de su método.

El caso Dora fue un “fracaso” para Freud, pues ella no terminó su psicoanálisis. Esto, al mismo tiempo, contribuyó para comprender mejor el fenómeno de la “transferencia” en su faceta negativa. El paciente deposita en su analista una serie de sentimientos y expectativas. Cuando estas son positivas, el psicoanálisis es exitoso y en el caso contrario el proceso se verá contaminado.


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