El efecto del castigo en el cerebro de los niños

El efecto del castigo en un niño tiene dos caras. Por un lado, provoca consecuencias inmediatas y relativamente eficaces por el displacer o el dolor que se le genera al pequeño. Por otro lado, deteriora su desarrollo cognitivo y emocional hacia el futuro.
El efecto del castigo en el cerebro de los niños
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 27 febrero, 2021

El efecto del castigo es un tema muy debatido, en especial en los últimos años. Constituye la base del sistema de crianza más tradicional y no solo se emplea en la familia, sino también en la escuela y en diversos ámbitos de la sociedad.

Lo que hace confuso el tema, en principio, es la eficacia de este método. El efecto del castigo en los niños es inmediato: los persuade de hacer o dejar de hacer algo. El punto es que también se ha descubierto que eso solo ocurre de forma pasajera. Si hay una motivación profunda para alguna conducta, esta se abrirá paso a pesar de que se le castigue.

Lo cierto es que la intimidación ofrece resultados instantáneos y esto deja en paz, al menos de manera momentánea, a muchos padres. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que este método es éticamente cuestionable y también ilegal en muchos casos, pero lo peor es que a largo plazo no sirve.

El que, estando enfadado, impone un castigo, no corrige, sino que se venga”.

-Michel de Montaigne-

Madre castigando hijo

El efecto del castigo en el cerebro

Según el doctor Jorge Cuartas , el castigo físico provoca un desarrollo atípico en el cerebro de los niños. Los elevados niveles de cortisol que esto propicia, en una etapa en la que la estructura cerebral todavía está en formación, hace que haya cambios en la corteza prefrontal.

Así mismo, un estudio publicado en la revista Journal off Agression, Maltreatment and Trauma señala que el castigo severo está asociado con una reducción en las capacidades cognitivas de los niños. Al parecer, esto tiene mayor impacto en niños de 5 a 9 años.

Esto no solo aplica para el castigo físico como tal, sino también para las agresiones verbales  y psicológicas de alto impacto, las cuales tienen un efecto similar al de los golpes.

Hay que anotar que no existe ni un solo estudio en el que se demuestre que este tipo de castigos tiene alguna ventaja. En cambio, se ha evidenciado que, además de los posibles daños, el castigo severo no es eficaz.

La respuesta al castigo

El efecto del castigo en el niño es, en principio, la activación del instinto de supervivencia. Frente a este hay tres alternativas: ataque, huida o parálisis. Esto opera de manera automática, sin que medie ninguna reflexión o decisión al respecto. Simplemente se activa.

Fisiológicamente, hay mayor segregación de cortisol y adrenalina, lo que limita la habilidad del pensamiento, al tiempo que eleva la intensidad de algunas emociones como la ira o el miedo. En estas condiciones quedan menguadas funciones como el pensamiento crítico, el razonamiento, etc. Así las cosas, no puede haber aprendizaje.

Después de que se ha recibido el castigo, también suelen aparecer otras emociones intensas y confusas. A veces hay culpa, vergüenza o rencor. Así mismo, el niño piensa que es malo o que hay algo malo en él. Entre tanto, no desglosa, ni comprende del todo qué fue aquello que hizo mal, por qué es malo y cuáles son las razones para evitarlo en el futuro.

Niña con miedo al castigo

Los castigos menos severos

El efecto del castigo no solo es negativo cuando la sanción es severa o violenta, sino también en otros casos. El psicólogo Rafael Guerrero ha dicho que la naturaleza misma de castigar es cuestionable. En apariencia, lo que se busca es que el niño aprenda o mejore alguna conducta. Sin embargo, de lo que se trata es de hacer daño para lograrlo.

A veces el único recurso para hacer ese daño es el golpe, el grito o la humillación. Otras veces se produce dolor en el niño de otras formas. Por ejemplo, algunos padres mandan a los niños “al rincón”, supuestamente para que “piensen” en “lo malo” que han hecho. Lo más probable es que no hagan esa reflexión (que ni siquiera muchos adultos hacen), sino que solo piensen en salir de esa situación lo antes posible.

Lo que queda después de esto no es una mayor conciencia acerca de la conducta que suscito la sanción. En cambio, sí se fija en la memoria la relación de poder, la indefensión frente a esta y el impacto de la figura castigadora. Si deja de hacer aquello por lo que fue castigado, será por la presión de las circunstancias, no porque “aprendió a portarse bien”.

Quizás una de las lecciones más valiosas que puede darle un adulto a un niño es que el error es fuente de aprendizaje. Es más fácil y rápido “adiestrar” a un pequeño que nutrir su conciencia. Sin embargo, como se ha visto, el efecto del castigo es muy pasajero, en cambio una conciencia bien cimentada dura para siempre.


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  • Sauceda-García, J. M., Olivo-Gutiérrez, N. A., Gutiérrez, J., & Maldonado-Durán, J. M. (2006). El castigo físico en la crianza de los hijos. Un estudio comparativo. Boletín Médico del Hospital Infantil de México, 63(6), 382-388.

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