El peligro de etiquetar a un niño como vago

Etiquetar es simplificar, reducir a un niño a una palabra. Cuando etiquetamos, producimos un efecto negativo que puede ser perjudicial y peligroso. En este artículo profundizamos en esta costumbre tan extendida y limitadora.
El peligro de etiquetar a un niño como vago
Laura Rodríguez

Escrito y verificado por la psicóloga Laura Rodríguez.

Última actualización: 05 julio, 2019

El peligro de etiquetar a un niño como vago es con frecuencia ignorado. ¿Cuántas veces hemos dicho “qué malo eres”, “eres un vago”, “eres torpe”, “mi hijo es tímido”, “es nervioso, no para”?

Suele ocurrir cuando los padres observan en sus hijos ciertas conductas no deseadas que les llevan a perder el control, poniendo palabras a pensamientos que solo son productos de un estado de ánimo, sin ser conscientes del peligro que puede acarrear. Pensemos que  soportar la madurez de un niño bajo el paraguas de ciertos adjetivos puede condenarle a cumplir con ellos.

Si un niño tiende a tener un comportamiento disruptivo, no es un niño “malo”; es un niño que se comporta mal, sin que este “mal” esté en su definición. Si le resulta complicado aprobar las matemáticas, no significa que sea una niña “torpe”; quizás solo alcance determinadas etapas relacionadas con la abstracción más tarde o en método con el que aprende no es el que mejor encaja con sus capacidades. Así podríamos llenar el artículo de ejemplos.

Niño triste

Efecto Pigmalión, la profecía autocumplida

La forma en la que nos relacionamos con el mundo y la imagen que tienen de nosotros las “personas a las que estamos apegados”, en especial a edades tempranas, influye enormemente en nuestro autoconcepto. Cuando se etiqueta a un niño, se proyecta sobre él un espacio con límites que, con frecuencia, nada tienen que ver con él. Sin embargo, pasan a ser profecías que tenderá a autocumplir.

En 1965, Robert Rosenthal introdujo el término efecto Pigmalión para referirse al fenómeno por el cual las creencias y las expectativas puestas en una persona influyen en su rendimiento. Por ejemplo, si mi hijo tiene dificultades para estudiar y lo califico como vago, es más probable que el niño asuma ese rol y termine actuando como tal. Soy vago,… pues entonces seré vago.

“Una profecía autocumplida es la predicción de que, puramente como resultado de haberla hecho, causa el evento esperado o predicho y por tanto confirma su propia exactitud”.

-Paul Watzlawich-

El peligro de etiquetar a un niño como vago: ¿qué ocurre cuando ponemos esa etiqueta?

  • El pequeño puede sentirse infravalorado, afectando a su propia identidad y autoestima, lo cual puede generarle malestar y ansiedad.

  • El niño asumirá su rol de vago y actuará como tal (efecto Pigmalión). Tendrá la creencia de ser así y se limitará a ese concepto, sin plantearse alternativa alguna.

  • Al poner una etiqueta contribuimos a potenciar la conducta que queremos evitar. Las creencias hacia el niño se convierten en profecías que se cumplen.

  • Es posible que pasemos por alto alguna dificultad de aprendizaje que repercuta en su desarrollo. ¿Enmascara algún obstáculo?

  • No tenemos en cuenta cómo se siente. ¿Se siente motivado?, ¿puede existir algún problema que no sepa identificar?, ¿entiende realmente el concepto de estudiar y las consecuencias de no hacerlo?, ¿tiene establecidas normas educativas que son necesarias para el aprendizaje?, ¿tiene la creencia de que no puede y por ello no lo intenta?

  • Etiquetar produce centrarnos en un solo aspecto de su persona, olvidándonos que es mucho más que su etiqueta, por lo que las otras características del niño pueden quedarse en el olvido.

Motivación

Un niño conocido como vago puede esconder ciertas dificultades que, precisamente, potencia la propia etiqueta. Existen numerosas dificultades en el aprendizaje que producen una disminución importante de la motivación del pequeño.

Es fundamental tener presente este hecho para valorar la posibilidad de que pueda haber algún obstáculo que le impida su desarrollo. Igualmente, exista o no una dificultad específica en el aprendizaje, es recordar un aspecto esencial: la motivación.

La motivación impulsa y mantiene la conducta de la persona hacia metas o fines concretos, es lo que le da energía y dirección a la conducta, por lo que es considerada la causa del comportamiento. La motivación influye en gran medida en el aprendizaje y en el crecimiento infantil, y va a determinar su desarrollo.

“La motivación es la voluntad de aprender, entendido como un interés del niño por absorber y aprender todo lo relacionado con su entorno”.

-Piaget-

Niño triste mirando hacia abajo

¿Qué puedo hacer si mi hijo tiene una escasa motivación?

Pues bien, vamos a intentar contestar.

  • Cuidado con las expectativas. Altas expectativas son contraproducentes, puesto que el niño puede no intentarlo por miedo al fracaso. Los niños responden a las expectativas que se depositan en ellos.
  • El peligro de etiquetar a un niño como vago. Evitar calificativos que encasillen su conducta. Las etiquetas son muy poderosas y ejercen gran influencia.
  • Reforzar positivamente cada pequeño logro conseguido y valorar su progreso para fomentar su motivación.
  • Centrarnos en el proceso y no el resultado. Cada día de esfuerzo y estudio valorarlo como pequeños pasos, y no centrarse en el final del trimestre, sino cada día un reto.
  • Estar en contacto con profesionales que puedan valorar la situación del pequeño para descartar posibles dificultades de aprendizaje.
  • Favorecer la comunicación. Un espacio para que el niño comparta sus experiencias e inquietudes, expresando cómo se siente.
  • Aprender a comunicarse. Evitar gritos y palabras que conlleven connotaciones negativas. Utilizar la asertividad y las connotaciones positivas como formas de entablar conversaciones. La forma en la que nos comunicamos determina su finalidad. Esto es, si quiero que mi hija comparta sus emociones y le respondo gritando, seguramente no exprese lo que siente.
  • Reforzar las técnicas de estudio más adecuadas para nuestro hijo. Debemos definir cuál es el tipo de técnica a la hora de estudiar que más le convenga y reforzarlo para propiciar una continuidad.
  • Establecer normas educativas y fomentar su autonomía. Es fundamental que el pequeño entienda que existen consecuencias de su comportamiento y que debe asumir la responsabilidad de su conducta. Es importante que entienda que sus tareas del día a día son suyas y las debe llevar a cabo él mismo.

Como vemos, son muchas las medidas que podemos tomar para hacer que un niño trabaje más. De una forma u otra, llamarle vago o tratarle como tal, no va a ayudar a que se esfuerce más; si esto sucede, lo más probable es que su motivación todavía decaiga más, mostrando menos iniciativa y disposición para emprender retos.


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  • Watzlawick, Paul. The Invented Reality. New York: W.W. Norton & Company,Inc.
  • Piaget, J., y Inhelder, B. (1997). Psicología del niño (Vol. 369). Ediciones Morata.
  • Piaget, J. (1987). El criterio moral en el niño. Ediciones Martínez Roca.

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