El placer de la indiferencia
Esto es una historia, desgraciadamente, verídica.
Sucedió que una noche fría de Madrid, mi hermana y yo, caminábamos de camino a casa. Íbamos hablando de la cena y nuestra intención era pedir comida de un restaurante chino, pues nos encanta. Entonces… Lo vimos.
Era un niño de unos siete años. Moreno y lleno de suciedad. No nos miraba. Estaba al lado de un contenedor de la basura, como vigilando. Seguidamente, vimos cómo se abría dicho contenedor y se asomaba tímidamente la cabeza de un hombre, el que yo supuse que era el padre del niño.
¿Qué hicimos? Podríamos haberles dicho… “Miren, tengo mucha comida que se me echa a perder dentro de poco” o… “Miren, mi casa es grande y se pueden quedar esta noche para que el niño no pase frío” o simplemente… ”¿Por qué no nos acompañan a cenar? Vamos a ir al chino.”
Pero no. No hicimos nada de eso. Pasamos de largo sin mirarles. Como si no existiesen. Y lo peor de todo, yo no me sentía exactamente “mal”. Me sentía incómoda, observada, con ganas de salir corriendo de allí. A mi hermana sé que le pasó lo mismo.
Entonces llegamos a casa, y no pedimos comida. Tampoco hablamos mucho. Nos metimos cada una en nuestra habitación y no salimos hasta el día siguiente.
Por qué, me pregunto yo. Por qué veo gente pobre, gente sin nada, sin comida, sin ropa, sin lugar para pasar la noche…Y yo no muevo ni un dedo ¿ No me da pena? Bien es cierto que una parte de la gente se ha buscado su propio destino, pero ¿Y los que no? ¿Y los que no tienen culpa de nada? Esa noche lloré.
Porque no hay nada como ver las cosas con tus propios ojos, delante de tus narices, a un par de metros de ti. Desgraciadamente, vemos cosas todavía peores por televisión. Asesinatos, pobreza, niños muriendo frente a la cámara…Y apenas sentimos, porque no lo vemos parte de nuestro mundo. “Eso” no existe. Sólo son personas actuando en el mayor circo.
Unos meses después, discutí el tema con amigos y la mayoría llegaban a la misma conclusión “ Si tuvieses que hacerte cargo de toda la gente que sufre en el mundo, si tuvieses que sentirte responsable por su dolor, no serías feliz nunca” .
De la experiencia, me quedó un sabor amargo por no haber podido/querido ayudar a aquel niño y a aquel padre. Ahora sólo puedo optar a encontrarme una situación similar, y hacer algo más que fijar la vista hacia el horizonte y olvidarme.