Émile Zola, biografía de un hombre valiente
Émile Zola es una de las grandes figuras de la literatura francesa. Si algo caracterizó su vida, e incluso su muerte, fue la controversia. Su obra, sus opiniones y su actividad intelectual y política dieron mucho que hablar en su tiempo. En definitiva, fue un hombre satanizado por unos y adorado por otros, con la misma pasión tanto de un lado como del otro.
Uno de los aspectos llamativos de la vida de Émile Zola es que nunca fue a la universidad . Se convirtió en un referente de la literatura para los siglos XIX y XX, pese a que no tuvo una educación superior formal. De hecho, suspendió su examen de final de secundaria y, para no convertirse en una carga para su madre, decidió apartarse de la vida académica y comenzar a trabajar.
“Mi deber es hablar, no quiero ser cómplice. Mis noches se verían asediadas por el espectro del inocente que, padeciendo el más horrible suplicio, expira un crimen que no ha cometido”.
-Émile Zola-
Émile Zola tuvo una vida difícil y una obra vibrante. Se le considera el padre del Naturalismo, una corriente literaria fuertemente influida por la ciencia, que pretende mostrar al ser humano y a las sociedades en toda su crudeza. Eso fue, en principio, lo que le granjeó la antipatía de los sectores más conservadores de su tiempo.
La infancia de Émile Zola
Émile Zola nació en París el 2 de abril de 1840. Su padre era un ingeniero de ascendencia italiana, llamado Francesco Zola, su madre, Émilie Aubert, era una mujer educada e ilustrada que provenía de la burguesía francesa.
Zola fue compañero de estudios de Paul Cézanne durante los primeros años escolares. Los dos hicieron una bonita amistad que se prolongó por muchos años. Se dice que ambos sentían un gran amor por la literatura y que compartieron las primeras lecturas de los autores románticos de su época, principalmente, Víctor Hugo y Alfred de Musset.
Cuando Émile Zola tenía tan solo siete años de edad, su padre murió . Esto tuvo una importante repercusión en la situación económica de la familia, que tuvo que trasladarse a un poblado de París. La amistad con Cézanne persistió, pero Zola pasó por grandes penurias. Como hemos comentado anteriormente, no logró aprobar el examen de graduación en dos ocasiones y, como consecuencia, decidió renunciar al mundo académico.
Evolución literaria
Zola tuvo primero un trabajo en las aduanas, alejado de todo lo que le interesaba. Sin embargo, en 1842, consiguió un puesto en el departamento de publicidad de la editorial Hachette, en este empleo, se sentía en su elemento. Fue entonces cuando comenzó a producir sus primeras obras literarias, aunque, en un primer momento, pasaron desapercibidas.
Émile Zola dedicaba más tiempo a sus escritos que a su trabajo y por eso fue despedido de la editorial. Se lo tomó con calma y pronto consiguió un trabajo como cronista y crítico de arte en el periódico L’Événement. Allí, comenzó una ferviente defensa del movimiento impresionista que, en aquel entonces, no era evisto con buenos ojos; Zola defendía especialmente a Manet.
En 1867. escribió la novela Teresa Raquin, con la que alcanzó cierta notoriedad. Quizás esto le dio un nuevo impulso y, posteriormente, definió mejor su estilo y produjo toda una serie de obras, en las que la herencia genética y el contexto social definían la suerte de los personajes. Su trabajo despertó el entusiasmo de muchos, pero también la aversión de otros, especialmente de la iglesia católica.
El caso Dreyfus
Alfred Dreyfus era un judío que fue acusado injustamente de espionaje. El caso comenzó a ser conocido popularmente como Caso Dreyfus, frente al cual Émile Zola escribió una pieza clásica llamada Yo acuso. Era una carta abierta al primer mandatario francés, que fue publicada en la primera página del periódico L’Aurore. El texto abrió una fuerte controversia por la contundencia de los argumentos.
Yo acuso fue leído en todo el mundo y, de inmediato, se inició un proceso de difamación contra Zola y se le condenó a un año de cárcel y a pagar una cuantiosa multa. Más tarde, Zola se exilió en Londres, al tiempo que se le seguía un proceso como reo ausente en Francia. Su inocencia fue demostrada en 1899 y se le permitió volver a París.
Nuevamente volvió a escribir, pero la muerte lo sorprendió el 29 de septiembre de 1902 en su casa. Aparentemente, se había asfixiado por un accidente en la chimenea. Sin embargo, la mayoría pensaba que en realidad había sido asesinado. De hecho, uno de sus abogados ya había sido víctima de un intento de asesinato, poco antes de la muerte de Émile Zola.
Solo hasta 1906 se probó que Alfred Dreyfus era inocente. Por su parte, Zola fue sepultado en el Cementerio de Montmartre, en París. Allí estuvo durante seis años y luego sus restos fueron trasladados al Panteón, con lo cual se le rendía un homenaje tardío al escritor.
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- Galgani, J. (2011). Poner en marcha la verdad: Emile Zola y la novela social en Chile. Atenea (Concepción), (504), 95-110.