¿Existen las drogas auditivas?
“El problema no es estar paranoico… sino si se está lo bastante paranoico”. Así habla Max, el protagonista de la peculiar película “Días Extraños”, personalizado en el actor Tom Sizemore. Y tal vez digas ¿qué tiene que ver esto con el título del artículo? Pues que el personaje protagonista es adicto a las drogas auditivas y visuales en un film que muestra un futuro distópico y poco esperanzador.
Curiosamente, el futuro de la película sucede en 1999 estando rodada en 1995. Es decir, que han pasado ya unos años desde aquel “futuro distópico”. De ahí la pregunta: ¿realmente vivimos en un presente distópico donde existen las drogas auditivas?
Hasta donde sabemos, cualquier droga que se consuma hoy en día obliga a un contacto físico con ella. Es decir, se ha de ingerir o bien inyectar. Sin embargo, hay quien piensa que existen ondas sonoras capaces de hacernos perder el sentido de la realidad. ¿Es cierto esto?
I-Doser y las drogas auditivas
Esta reflexión nos lleva hasta un software lanzado en 2007 bajo el nombre de I-Doser. Dicha programación se popularizó bajo el concepto de droga auditiva. Es decir, a partir de información descargable mediante Internet se podían generar estados alterados.
Dichos estados alterados lo que buscaban en realidad eran una simulación del consumo de drogas ilegales. ¿Para qué? Para sentir lo mismo, pero sin las consecuencias dañinas que estas tienen en el cuerpo humano. Como es lógico, la intoxicación y la adicción no se producen.
Pero llegados a este punto, diría que se plantea una cuestión ética. ¿Es necesario que niños, jóvenes y no tan jóvenes experimenten con las sensaciones producidas por las drogas ilegales? ¿Realmente hay algún tipo de beneficio en este proceso?
También nos puede asaltar una cuestión referida a la adicción. Es cierto que I-Doser, de ser real, no crea una adicción física. Ahora ¿esto quiere decir que se pueden sentir estas sensaciones sin que se produzca un enganche al estímulo que las produce?
“Fueron las drogas. Sólo pensaba en las drogas. Yo creía que era Dios, me sentía como Dios”.
-Mike Tyson-
Las drogas auditivas funcionan con audios binaurales
Sea como fuere, más allá de cuestiones éticas o morales, quizá hay otra pregunta que hacerse, ¿en verdad funcionan estas drogas auditivas? Es decir, ¿I-Doser será capaz de reproducir las sensaciones provocadas por las sustancias psicotrópicas mediante ondas sonoras?
Para ello, este software funciona usando dos canales de sonido que con cierta diferencia entre sí, van cada uno a un oído. Al tener frecuencias de onda diferentes, ambos audios se integran en el cerebro humano como si estuviesen encajados uno con el otro, de forma que se produce una ilusión como si hubiese un tercer “algo” diferente a ambos dos.
O sea que estos dos sonidos binaurales repetitivos provocan que las ondas cerebrales de algunas regiones del encéfalo se ajusten en función del sonido. Así se consigue que grupos de neuronas se comuniquen entre ellos de determinado modo. En algunos casos se puede emular el comportamiento humano bajo el efecto de ciertas drogas.
Lo que es lo mismo, esta droga sonora actúa directamente sobre las señales nerviosas enviadas entre neuronas. Con este método se salta la fase en que la sustancia llega a la sangre y se metaboliza en el organismo.
¿Sirve de algo la droga auditiva?
Lo cierto es que no hay muchas publicaciones al respecto de eficacia de las drogas sonoras. De hecho, el único estudio llevado a cabo hasta la fecha ha sido obra de Helane Wahbeh, de la Universidad para la Ciencia y la Salud de Oregón, en Estados Unidos. Y los resultados implican que este “producto” es totalmente ineficaz.
Sin embargo, y por sorprendente que parezca, estas drogas auditivas gozan de cierta fama. Eso a pesar de que no está claro que un sonido provocado por I-Doser sea realmente capaz de simular el efecto de la marihuana, por ejemplo.
Sin embargo, queda la cuestión psicológica de la sugestión. Según creen algunos expertos, el hecho de “creerse el producto” puede provocar que un individuo realmente piense que un sonido le ha provocado un “subidón” similar al de la cocaína o el éxtasis.
“En una cultura no orgiástica, el alcohol y las drogas son los medios a su disposición”.
-Erich Fromm-
Algunas cuestiones éticas
A pesar de los avances en cuestión de “drogas auditivas”, cabe preguntarse si realmente son necesarias. ¿Hasta qué punto necesitamos alterar nuestra mente a través de estímulos externos? ¿Qué beneficios saludables puede aportar “tomar drogas auditivas”?
La reflexión sobre la eficacia o no de estas drogas es en verdad secundaria. La pregunta que me hago es, ¿por qué alguien quiere probar qué se siente al tomar cocaína? Es entendible la curiosidad natural del ser humano, pero quizás tengamos a nuestro alcance una puerta que en un futuro permita saciarla sin provocar adicción. Y a pesar de probarla sin crear adicción, ¿qué nos podría aportar?
El refrán popular dice que “la curiosidad mató al gato”. Lo que en un principio puede parecer inocuo, quizá con el tiempo la investigación científica acabe arrojando luz sobre sus contraindicaciones. A principios del siglo pasado, Sigmund Freud fue adicto a la cocaína durante muchos años, llegando incluso a repartirla entre amigos y recetarla a pacientes. Creía que ayudaba a combatir la adicción a la morfina, pero lo más importante, estaba convencido de que ayudaba a alegrar la vida de la gente. Sin embargo, gracias a las investigaciones actuales, ¿qué le diríamos a un adicto a la cocaína en la actualidad?
Así pues, aunque las drogas auditivas puedan parecer en un principio inocuas, ¿qué necesidad hay de ellas? ¿Qué consecuencias pueden tener a largo plazo?