5 hábitos del pensador profundo y cómo potenciarlos
Definir lo que es un pensador profundo no es fácil. Se podría decir que es aquel que examina varios niveles de los porqués y los cómo. O sea, el que indaga no solo por el por qué, sino por el por qué de este; el que percibe el cómo y también es capaz de ver otros caminos alternativos a ese “cómo” central.
Un pensador profundo suele tener un método sistemático de análisis . Dicho de otra manera, organiza su pensamiento a partir de esquemas lógicos que aplica con rigurosidad. De este modo, se asegura de mantener un hilo razonable y coherente en su propio pensamiento. También de no caer en las trampas de los sesgos cognitivos.
Más que una habilidad, el pensador profundo tiene un método eficaz. Este se compone de hábitos intelectuales que le otorgan solidez al proceso y a las conclusiones a las que llega. ¿Cuáles son esos hábitos? Enseguida hablaremos de cinco de ellos.
“El trabajo del pensamiento se parece a la perforación de un pozo: el agua es turbia al principio, mas luego se clarifica”.
-Proverbio chino-
1. Identifica el tipo de situación al que se enfrenta
El pensador profundo suele iniciar sus procesos de análisis haciendo un diagnóstico de la situación. Esto es, una visualización general de la situación que tiene al frente y que requiere ser analizada. En principio, se centra en responder a si se trata de una realidad simple, compleja o novedosa.
Frente a una situación simple, sabe que tiene las herramientas para dilucidarla. Si es compleja, comprende que requiere de nuevos conocimientos o habilidades, o quizás de asesoría, para entenderla. Si es novedosa, demandará exploración y experimentación para llegar a su esencia.
La manera de potenciar esto es haciendo el ejercicio de evaluar y categorizar la situación, como se ha indicado: simple, compleja o novedosa.
2. Busca ampliar su visión con puntos de vista diferentes
Las situaciones complejas o nuevas son las más desafiantes para el pensador profundo. Exigen paciencia, lentitud y curiosidad. La mejor manera de abordarlas es despojándose de las creencias previas, al tiempo que se buscan medios o fuentes para ampliar la visión propia frente a estas.
La forma de entrenar esta habilidad es, primero que todo, comprendiendo que no hay soluciones obvias para los problemas complejos, ni respuestas previas para los problemas nuevos. Hay que darse tiempo para explorar e ir conociendo poco a poco cada situación. Las luces aparecen luego de una larga observación desprevenida.
3. Experimentación, uno de los hábitos del pensador profundo
La principal labor de un pensador profundo es la de resolver problemas o encontrar nuevas soluciones. Pensar a fondo no es rumiar ideas, sino organizar la mente en pos de un objetivo práctico. No importa qué tan abstracto sea: el propósito no es dar vueltas, sino hallar la salida.
En esta tarea pocas herramientas son tan útiles como la experimentación, o sea, poner a prueba las ideas y las posibles soluciones o respuestas. La metodología de ensayo-error es la más adecuada cuando nos enfrentamos a situaciones o condiciones desconocidas. Esto implica saber valorar el aporte del error y aplicar ese aprendizaje a una nueva prueba.
4. No dar nada por supuesto
Muchas veces no se encuentran las soluciones a los problemas o las respuestas a los grandes interrogantes porque se parte de ideas preconcebidas, quizás sin darse cuenta. Un pensador profundo sabe esto y por eso cultiva la capacidad para tener una mente abierta. También se acostumbra a tolerar la incertidumbre.
Precisamente nos ayudamos poco cuando interpretamos la incertidumbre como un daño a eliminar, en vez de como una circunstancia natural. Lo que pensamos que es certeza aumenta nuestra sensación de seguridad, pero también limitan la visión.
Para ir al fondo de algo es necesario entrar en la perspectiva aventurera del explorador. O sea, estar atentos a todo y preparados para la sorpresa.
5. Proyecta las situaciones a largo plazo
Uno de los rasgos decisivos del pensador profundo es su capacidad para ver las cosas a largo plazo. No ve solo las consecuencias inmediatas, sino también las que pueden sobrevenir después de unos meses o unos años. Esto ayuda a que las soluciones que propone sean más confiables.
Entrenar el pensamiento “largoplacista” demanda disciplina. Es aplicable a cualquier aspecto de la vida. Basta con tratar de visualizar cómo será la probable o probables evoluciones de una determinada situación, con el paso del tiempo. Esto ayuda a identificar patrones estables y le da proyección al pensamiento.
El pensador profundo sabe, sobre todo, que frente a las situaciones o problemas complejos, tenemos grandes limitaciones. El hecho de que aplique un pensamiento ordenado y a fondo no le garantiza certezas. Lo que sí logra es incrementar la comprensión de lo que sucede y reducir el riesgo de errores importantes.
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- Valenzuela, J. (2008). Habilidades de pensamiento y aprendizaje profundo. Revista iberoamericana de educación, 46(7), 1-9.