Infarto de miocardio: el paradigma del trauma
Si pensamos en trauma, o en estrés postraumático, probablemente nos vengan a la cabeza las “típicas situaciones traumáticas”: un accidente, una violación, un atentado, una guerra… Sin embargo, hay otras situaciones potencialmente traumáticas que no reconocemos como tal. ¿Os habíais planteado alguna vez que sufrir un infarto de miocardio puede ser una situación traumática?
Consideramos como situaciones traumáticas aquellas que suceden de manera inesperada, que son incontrolables y catastróficas y que amenazan la vida. Además, son situaciones que superan nuestras posibilidades de adaptación y que requieren intervención inmediata. Aunque un infarto posee todas las características de una situación potencialmente traumática, nos cuesta considerarla así.
¿Qué es un infarto de miocardio?
El infarto de miocardio, o infarto agudo de miocardio (IAM), junto con la angina de pecho es un tipo de cardiopatía isquémica. Es decir, es una enfermedad provocada por la obstrucción y el deterioro de los vasos sanguíneos.
Esta obstrucción (arteriosclerosis coronaria) se produce por la acumulación de placas de colesterol y grasa en las paredes de las arterias. Esto impide la llegada de la cantidad de sangre necesaria al corazón. ¿Cuál puede ser la causa de un IAM?
- Arteriosclerosis.
- Artero-trombosis (un coágulo que obstruye una arteria coronaria estrechada por una placa de grasa).
- Estrechamiento de una arteria por una contracción que impide la llegada de sangre a una parte del corazón.
- Enfermedades crónicas de corazón (insuficiencia cardíaca, arritmia…).
- Factores de riesgo (hipertensión, diabetes, sedentarismo, tabaco…).
Los síntomas son muy conocidos, aunque es cierto que en mujeres los síntomas pueden no ser fácilmente reconocibles. Entre los síntomas frecuentes encontramos: dolor y opresión en el pecho que irradia a cuello, mandíbula, espalda, brazo, mareo, dificultad para respirar, náuseas o vómitos.
Secuelas psicológicas de un infarto de miocardio
Tras sufrir un infarto de miocardio no es conveniente llegar al extremo de evitar todo aquello que se crea peligroso (aun sin serlo) y de la sobreprotección, pero mucho menos conveniente es quedarse cortos actuando como si nada hubiera pasado: el equilibrio debe ser la base del proceso de recuperación.
Equilibrio entre llevar la vida habitual, pero introduciendo ciertas modificaciones para reducir el riesgo cardiovascular, favorecer la recuperación y fomentar hábitos saludables.
Entre las reacciones emocionales más frecuentes podemos encontrar las siguientes:
- Miedo a morir o a sufrir otro infarto.
- Exceso de preocupación por la salud y conductas de evitación.
- Tristeza y depresión.
- Negación del suceso, lo que conlleva no cumplir las pautas para la recuperación, incumplir el tratamiento…
- Miedo a perder calidad de vida o a ser un enfermo para siempre.
- Irritabilidad y ansiedad.
- Culpa, sobre todo por haber llevado un estilo de vida no saludable.
- Dificultades para reincorporarse al trabajo.
- Cambio en la actividad social y de ocio.
- Reducción o interrupción por completo de toda actividad sexual.
Sin embargo, un cuadro al que se le suele prestar poca atención es al trastorno de estrés postraumático (TEPT), a pesar de su frecuencia. ¿Qué sabemos del TEPT por infarto de miocardio?
Cuando sufrir un infarto es un verdadero trauma
Uno de cada ocho pacientes que han sufrido un IAM desarrollan trastorno de estrés postraumático.
Como afirma Donald Edmondson, catedrático asistente de medicina del comportamiento, debemos empezar a sospechar que existe un trastorno de estrés postraumático cuando, tras un mes, el paciente sigue muy afectado emocionalmente.
Esto es, si constantemente tiene flashbacks del suceso y recuerdos intrusivos que le impiden dormir o concentrarse en otras tareas, si tiene pesadillas, si siente ansiedad (con los síntomas fisiológicos que la acompañan), si evita a toda costa hablar del infarto…
Tras la revisión de literatura científica y de casos, Edmondton y sus colegas constataron que el 12 % de los pacientes, tras un IAM, desarrollaron síntomas de TEPT y otros síntomas que afectaron a su vida cotidiana. En torno a un 4 % de ellos desarrolló el cuadro completo.
Lo más grave y peligroso es que el desarrollo de trastorno de estrés postraumático duplica la probabilidad de padecer un segundo ataque al corazón.
Un infarto tiene todas las características de una situación traumática: ocurre de manera inesperada (a pesar de los factores predisponentes, un infarto no suele avisar), es incontrolable, amenaza la vida, requiere intervención inmediata, incluso ingreso hospitalario y además, nos obliga a cambiar de vida.
Un IAM supone una pérdida. Una pérdida de nuestra vida y nuestra rutina tal y como la conocíamos. La recuperación tras un infarto va a requerir cambios en nuestra rutina y en nuestros hábitos, y debemos hacer un esfuerzo por adaptarnos a ellos.
Sin embargo, hay veces en las que no se es capaz de retomar la rutina y de seguir adelante. El miedo y las conductas de evitación dirigen la vida y no se puede evitar la sensación de acortamiento del futuro.
Más vale prevenir que curar
Existen factores de riesgo para el desarrollo de TEPT, como edad, sexo, duración de la enfermedad y del ingreso, tipo de personalidad y presencia de apoyo social, entre otros. Pero, en todos los casos, sería importante evaluar la presencia de síntomas de TEPT antes de que “sea tarde” y actuar sobre ellos.
La terapia cognitivo-conductual es un tratamiento eficaz. Además desde la familia se pueden llevar a cabo pequeñas acciones que ayuden a mejorar la calidad de vida del paciente:
- Favorecer la adherencia a los tratamientos médicos
- No fomentar el rol de víctima del paciente y ayudarle a recuperar su vida con el cambio de hábitos necesario
- Ofrecer apoyo y cariño pero evitando la sobreprotección
- Evitar conflictos que puedan desencadenar episodios de ansiedad y fomentar el diálogo
- Felicitar/reconocer los pequeños progresos alcanzados.
Una sencillo test que incluya preguntas sobre la ansiedad respecto a la salud, la pérdida de calidad de vida o la incapacidad para seguir adelante tras el infarto puede aportar datos muy importantes. Si con prevención y con el manejo adecuado del cuadro podemos evitar un segundo infarto y mejorar la calidad de vida de los pacientes… ¡manos a la obra!