Ira y dolor físico ¿cómo se relacionan?

Cuando pasamos mucho tiempo reprimiendo ira, enfados y frustraciones acaba apareciendo el dolor físico.
Ira y dolor físico ¿cómo se relacionan?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 27 julio, 2021

Ira y dolor físico van muchas veces de la mano. De hecho, todos hemos percibido alguna vez cómo esta emoción de alta intensidad tensiona los músculos, eleva la frecuencia cardíaca y produce ese molesto nudo en el estómago. Ahora bien, lo cierto es que este estado psicofisiológico -por término medio. suele ser bastante breve, es como una súbita explosión que, poco a poco, acaba perdiendo fuerza.

Una discusión, ser testigos de algo que nos indigna, experimentar una injusticia en piel propia… La ira nos advierte de esos momentos en los que nos sentimos amenazados o vulnerados. Sentir que se atacan nuestros derechos, integridad o identidad despierta este resorte instintivo con el que reaccionar ante lo que nos amenaza.

Ahora bien, el problema con este estado emocional reside en dos aspectos muy concretos. El primero en su mala gestión: quien no comprende y regula su ira desemboca en conductas desajustadas de las que se puede arrepentir. La segunda cuestión está en el hecho de que el ser humano tiende muy a menudo a reprimir su ira.

Es entonces cuando surge la somatización y los problemas físicos y psicológicos. Lo analizamos a continuación.

“La comprensión es el factor liberador, es lo que nos libera y permite que se produzca la transformación. En esto consiste la práctica de cuidar de la ira”.

-Thich Nhat Hanh-

Mujer impulsiva gritando debido a la Ira y dolor físico

Ira y dolor físico: cuando el mal manejo de esta emoción trae consecuencias

La ira es una de las emociones más singulares, y a la vez menos estudiadas. No es hasta hace unas décadas cuando la neurociencia ha puesto la atención sobre ella para descubrir una serie de aspectos. Ahora conocemos, por ejemplo, su origen filogenético, algo que ha permitido a los expertos concluir que este estado psicofisiológico ha mediado de manera notable en nuestra supervivencia.

Es una emoción con un gran impacto físico que tiene como objetivo impulsarnos a reaccionar ante un estímulo aversivo. Así, estudios, como los realizados en la Universidad de Roma, indican que es un estado que va de dentro a fuera. Es decir, el cerebro nos advierte que hay algo ante lo que debemos reaccionar y lo hace provocando una gran tensión física para que actuemos ante lo que hay fuera.

La ira es una emoción que invita a la acción. Lo que espera de nosotros es que actuemos ante lo que molesta, duele, indigna, amenaza o vulnera nuestra integridad. Debemos actuar del mejor modo posible, ejerciendo un adecuado control para que esa respuesta emocional sea saludable y efectiva. Sin embargo, y aquí llega el problema, ira y dolor físico se relacionan porque no sabemos manejar esta realidad.

Las injusticias ante las que no actuamos (o ante las que no podemos actuar)

Podríamos decir aquello de que ira y dolor físico se relacionan porque no actuamos de manera emocionalmente inteligente ante lo que nos hace daño, molesta o indigna. Es cierto, hay veces en las que nos faltan recursos y hasta valentía para poner límites y decir “no” ante determinados eventos.

Sin embargo, hay circunstancias ante las que no es fácil responder. Hay realidades que enervan y enfadan, pero ante las cuales no podemos responder como nos gustaría. Ejemplo de ello son la injusticia social, la discriminación o tener una familia que nos trae más problemas que alegrías. Son realidades que no siempre tienen una solución fácil.

Es muy común terminar tragando, sin masticar, sufrimientos, pensamientos y frustraciones. Es decir, asumir una actitud pasiva ante la ira, cuando el mensaje que nos quiere trasmitir es totalmente opuesto. Esta emoción quiere que actuemos de algún modo y, al no hacerlo, se incrementa la tensión física, el cortisol en sangre, la sensación de estrés, etc.

Ira y dolor físico, el problema de la inhibición emocional

Las enfermedades crónicas son las que más se ven afectadas por el impacto de las emociones. Por ejemplo, los pacientes con dolor lumbar crónico o neuropatías experimentan un empeoramiento de sus síntomas cuando experimentan emociones como la ira.

Por otro lado, estudios como los realizados en la Universidad Rush inciden en lo que venimos señalando: la tendencia a silenciar, inhibir y no gestionar la ira eleva la sensación de dolor físico. Cuando no modulamos esta emoción de valencia negativa, es muy común que sintamos mayores tensiones, tirones y contracturas en la zona de la espalda y el cuello.

La ira es una de nuestras emociones básicas y se expresa de varias maneras: mediante una respuesta interna y de gran efecto fisiológico y también de manera mental. Lo que espera de nosotros es que actuemos ante aquello que nos amenaza o preocupa.

Chica joven experimentando Ira y dolor físico

¿Cómo puedo manejar mi ira?

Sabemos que ira y dolor físico están relacionadas. Conocemos también los datos que nos indican que todas aquellas personas con patologías de dolor crónico experimentan una mayor intensidad de sus síntomas cuando se ven atenazadas por la rabia, la ira, la frustración… ¿Qué podemos hacer ante estos casos?

  • El manejo de la ira no se basa en exclusiva en la meditación o la respiración profunda. Necesitamos integrar en nuestro día a día adecuadas técnicas de gestión emocional. Asimismo, es esencial ejercer un adecuado control de los pensamientos. El diálogo interno negativo es siempre el motor que intensifica el malestar.
  • Por otro lado, nos serán muy prácticas las técnicas de resolución de problemas. Saber cómo abordar una situación complicada, conocer qué habilidades aplicar y qué competencias pueden servirnos es algo idóneo.

Asimismo, y para concluir, enfoques como la terapia de aceptación y compromiso son muy útiles para asumir muchas de esas cosas que escapan a nuestro control y que hay que aceptar. Clarificar nuestros valores y situar en el horizonte nuevas metas nos puede ayudar también a reducir el impacto de la ira y del dolor emocional y físico.


Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.


    • Burns, J. W., Quartana, P., & Bruehl, S. (2011). Anger suppression and subsequent pain behaviors among chronic low back pain patients: moderating effects of anger regulation style. Annals of behavioral medicine : a publication of the Society of Behavioral Medicine42(1), 42–54. https://doi.org/10.1007/s12160-011-9270-4
    • Scott, W., Trost, A., Bernier, E., et. al. (2013) Anger differentially mediates the relationship between perceived injustice and chronic pain. J. Pain; 154 (9): 1691-1698.
    • Toledo, T. A., Hellman, N., Lannon, E. W., Sturycz, C. A., Kuhn, B. L., Payne, M. F., Palit, S., Güereca, Y. M., Shadlow, J. O., & Rhudy, J. L. (2019). Anger Inhibition and Pain Modulation. Annals of behavioral medicine : a publication of the Society of Behavioral Medicine53(12), 1055–1068. https://doi.org/10.1093/abm/kaz016
    • Quartana, P, Bounds, S., Yoon, K., et. al. (2010). Anger suppression predicts pain, emotional, and cardiovascular responses to the cold pressor. Annals of Behavioral Medicine; Vol. 39, p. 211-221.

Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.