La ansiedad condicionada, un obstáculo para conectar con los demás
La ansiedad condicionada tiene que ver con esas situaciones en las que sentimos angustia frente a determinadas situaciones sin que realmente entrañen un peligro o riesgo. En el plano de las relaciones sociales, se puede manifestar como un temor a entrar en contacto con los demás.
Es importante anotar que la ansiedad condicionada no es timidez como tal, aunque quien la experimenta puede ser tachado de tímido o reservado. En este caso no es cuestión de temperamento. Más bien se trata de que en el pasado aprendimos ese miedo y no hemos intentado, o logrado, entenderlo y superarlo.
Cuando experimentamos ansiedad condicionada frente a las relaciones sociales, nos cuesta mucho trabajo entrar en contacto con los demás, trabar amistades o vínculos fluidos con los compañeros de trabajo. Por supuesto, esto también termina entorpeciendo un posible proyecto de construir una pareja.
“La intensidad de la angustia es proporcional al significado que la situación tenga para la persona afectada; Aunque ella ignore esencialmente las razones de su ansiedad”.
-Karen Horney-
El apego y la ansiedad condicionada
La primera forma que tenemos de relacionarnos con los demás es a través del apego. Al nacer, no nos experimentamos como individuos independientes de nuestra madre. El bebé busca a la figura materna para que le sirva como soporte de protección y a la vez como punto de referencia para crecer y conocer el mundo.
El apego es el vínculo emocional determinante en la primera infancia . Resulta fundamental en el desarrollo futuro de una persona. Hay una relación directa entre ese vínculo de apego inicial y la salud mental de un individuo. Una madre básicamente disponible y sensible a las necesidades del niño en los primeros años es una garantía para la salud mental del adulto.
Durante esas primeras etapas aparece la ansiedad de separación. Es un acceso de angustia que sobreviene cuando nos apartamos de nuestra madre o de las figuras de cuidado.
Cuando esas experiencias de angustia son severas o se dan en un marco de gran inestabilidad, se configura también una primera forma de ansiedad condicionada. El condicionamiento allí es que no podemos confiar en el entorno, porque no siempre habrá alguien para cuidarnos, protegernos o atendernos, pese a nuestra vulnerabilidad.
La infancia y la adolescencia
Durante la infancia y la adolescencia completamos nuestro proceso de maduración física y mental. En esas etapas también desarrollamos nuevas formas de relacionarnos con los demás. Entre los 3 y los 6 años el juego se convierte en el centro de nuestro mundo.
Todo el que juega con nosotros es nuestro amigo. Compartiendo el juego con los demás, aprendemos las primeras nociones de reglas y normas, junto a su utilidad. También nos hacemos una idea de lo denso y fuerte que es nuestro círculo de apoyo social.
Entre los 6 y los 11 años terminamos de entender que formamos parte de una cultura y que las relaciones sociales se regulan por normas. A veces nos inculcan esto con amor y comprensión. Otras veces con severidad y tiranía. En este último caso aparece la ansiedad condicionada. Llegamos a creer que somos objeto constante de censura y aprendemos a sentir temor por actuar.
Los años de la adolescencia son definitivos. Necesitamos de un equilibrio entre el yo nuestro que vive en familia, el que se desempeña como estudiante en la escuela y el que conforma un núcleo de pares y comienza a forjar su propia identidad.
La dificultad para conectar con los demás
La dificultad para conectar con los demás comienza a ser evidente para un individuo durante la adolescencia. Una de las razones para que esto ocurra es el conjunto de déficits que se pueden haber acumulado durante las etapas anteriores. En particular, cuando los intentos de acercamiento o las expresiones de afecto han sido castigadas. Así se entra en el territorio de la ansiedad condicionada frente a las relaciones con los demás.
Es entonces cuando empezamos a esperar por sistema que nos rechacen, nos hieran o nos excluyan. Así, pasamos a comportamos como personas rechazadas, heridas o carentes. Sentimos miedo del otro y podemos dar paso a relaciones en las que mostramos una gran sumisión o una fuerte dependencia
Por otro lado, en este marco, es frecuente que cuando nos enfrentamos a una situación social nos invada la inquietud. Lo resolvemos “desapareciendo”, siendo excesivamente condescendientes o implementando estrategias para disociar.
Algo tan natural como el vínculo con los demás se convierte así en una problemática compleja. La ansiedad condicionada nos lleva a interponer barreras y a impedir que todo fluya. Esto genera diversas consecuencias sobre nuestra salud mental. Pese a todo, no se debe olvidar que todo aquello que fue aprendido puede ser también desaprendido: también existen caminos para recomponer lo que en el pasado se edificó de mala manera.
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Chorot, P. (1991). Teoría de la incubación de la ansiedad: evidencia empírica. Revista de psicología general y aplicada: Revista de la Federación Española de Asociaciones de Psicología, 44(4), 435-445.