La derrota: otra forma de ganar
La derrota es una de las experiencias más desagradables que podemos vivir los seres humanos. Tambalea los cimientos de nuestra autoestima, de nuestros planes a futuro y, en ocasiones, de nuestra identidad. Cuando una relación se rompe, un proyecto laboral se termina o una persona cercana nos traiciona podemos llegar a sentirnos devastados. Sin embargo, dado que todo es cuestión de perspectiva, también podemos enfocarnos en aprender de la derrota.
En efecto, lo que para alguien constituye un gran fracaso, para otra persona puede ser una valiosa lección. La diferencia es la actitud que cada individuo toma ante lo acontecido; si acepta la incertidumbre y los cambios y se hace responsable de sí mismo o si, por el contrario, se instala en el victimismo. ¿Quieres dejar de forma parte de esta segunda categoría? Entonces, te animamos a seguir leyendo.
Quienes no conocen la derrota, nunca han vivido realmente
La derrota puede definirse como un fracaso, una pérdida, un desastre o un sometimiento. En definitiva, designa al resultado desfavorable obtenido en un proyecto que se había iniciado, la obligación de rendirse y resignarse ante la propia incapacidad de lograr que se quiere. Y, en este aspecto, todos tarde o temprano nos vemos cara cara con ella.
Un suspenso en un examen, un rechazo por parte de un grupo de amigos, una enfermedad que nos ataca de forma imprevista, el abandono de una persona importante para nosotros… hay multitud de situaciones que nos colocan en esta posición. Sin embargo, es cierto que no todos nos exponemos a la derrota en el mismo grado; e incluso hay quienes nunca la han experimentado.
Y es que, en efecto, quienes permanecen en su zona de confort, quienes no se cuestionan su presente y no se arriesgan para diseñar una vida más satisfactoria, tienen menos probabilidades de salir derrotados. Finalmente, quien no apuesta no gana, pero tampoco pierde.
Esta es una actitud que deciden tomar muchas personas: seguir los caminos establecidos, no involucrarse emocionalmente, no tomar riesgos… Es especialmente propio de quienes son tendentes a la ansiedad, el perfeccionismo y el miedo al rechazo y al abandono. La sola idea de fracasar resulta terrorífica para quien no cuenta con una autoestima sólida y unas habilidades de afrontamiento adecuadas. Sin embargo, la consecuencia muchas veces es una vida vacía, insatisfactoria y carente de sentido.
Aprender de la derrota: la importancia de la resiliencia
Nadie desea para sí mismo una existencia monótona y mediocre, una en la que no haya amor, ilusión, proyectos y superación personal. De hecho, la autorrealización es una de las necesidades inherentes al ser humano. Para alcanzarla es necesario asumir los riesgos, sí, pero si tomamos una perspectiva diferente, podremos aprender de la derrota.
La habilidad que nos ayuda en este cometido se denomina resiliencia, y es una de las fortalezas del carácter más destacadas desde la psicología positiva. Nos permite no solo afrontar las adversidades cuando se presenten sino incluso salir fortalecidos de ellas.
Nuestra resiliencia está determinada, en parte, por la crianza que recibimos. Si nuestros progenitores nos permitieron fallar, nos acompañaron en las caídas y animaron nuestros intentos de lograr algo nuevo, habremos desarrollado la suficiente confianza en nosotros mismos como para arriesgarnos a vivir.
Por el contrario, si crecimos en un hogar excesivamente exigente y autoritario donde los errores eran gravemente penados, o en un entorno sobreprotector en el que no se nos permitió aventurarnos y aprender de las caídas, probablemente seremos adultos atenazados y temerosos de fallar.
La derrota es otra forma de ganar
Si te sientes identificado con esta última definición posiblemente tengas un gran miedo al fracaso y cuando tus planes se frustran te sientas profundamente afectado. Por lo mismo, es importante que trabajes en realizar un cambio de perspectiva y te enfoques en aprender de la derrota.
Comienza por normalizar que nadie es perfecto y ninguna persona está exenta de ser rechazada o abandonada, de fallar o de tener que cambiar de rumbo en algún momento. Recuerda que cada experiencia, incluidas aquellas que parecen una derrota, esconden un aprendizaje. Con cada error aprendes más de ti mismo, de los demás y del mundo y es precisamente esto lo que te permite avanzar y te acerca al éxito con cada paso.
Desde esta perspectiva, podemos comprender que la derrota no es algo de lo que debamos avergonzarnos, algo a lo que tengamos que temer o de lo que tengamos que huir. Por el contrario, es un peldaño más en la escalera hacia nuestra realización. Así, aventúrate a salir de tu zona de confort y si no obtienes los resultados esperados recuerda que perder también es ganar y que si tienes que comenzar de nuevo ya no lo harás desde cero sino desde la experiencia acumulada.
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