La llamada: un rayo de esperanza en tiempos sombríos
En los últimos años, especialmente tras el éxito de Ocho apellidos vascos (Martínez-Lázaro, 2014), el cine español parece haber vuelto a la comedia de enredos, en la que la sonrisa del espectador se busca a golpe de tópico, resultando tan gaseosa que, apartando raros chispazos, queda en nada. La llamada (2017) fue un oasis en esta falta de agua, un soplo de aire fresco que venía a despejar un poco el panorama de la comedia española, demostrando que se puede hacer comedia sin la necesidad de caer en los clichés.
La comedia de costumbres o cuadro de costumbres ha gozado de un lugar privilegiado en el panorama español. Este tipo de comedia, popularizada por autores como Lope de Vega o Tirso de Molina, presenta ciertas similitudes con la realidad, pero sin llegar a profundizar. Normalmente, los personajes están sacados de la clase media o burguesa y se ridiculizan atendiendo a los convencionalismos. Es decir, se trata de comedias con un componente social, pero sin preocuparse de reflejar la realidad con detalle.
Este género inspiró a autores como Shakespeare y Molière y su éxito es indudable. Sin embargo, su herencia es tan fuerte que ha dominado el cine español durante mucho tiempo. El problema no es la comedia de costumbres en sí, sino la falta de variedad, de creatividad y de novedad.
Cuando vemos una comedia española contemporánea, casi siempre, recurre a tópicos, a tramas amorosas que, por cuestiones sociales, suelen presentar problemas que desembocan en lo risible. Los choques culturales, generacionales o de clases son temas tan recurrentes que terminan cansando.
Resulta difícil encontrar comedias que vayan más allá, que sean más espontáneas y que no produzcan esa sensación de: “vista una, vistas todas”. Por ello, La llamada resulta totalmente novedosa en el panorama nacional, aunque su forma no sea ningún invento nuevo. Ahora bien, La llamada presenta un problema: el tema principal de la película.
¿Se puede hablar de religiosidad en una comedia sin ofender? ¿Se puede partir de un discurso religioso siendo totalmente imparcial? La respuesta a estas preguntas es un rotundo sí. La llamada no solo logra no ofender a nadie, sino apelar al respeto, al amor y a la ilusión. Ilusionarse, experimentar, crecer, equivocarse y conocerse a uno mismo, todo ello está muy presente en La llamada.
La llamada: el poder de las nuevas generaciones
La juventud es, sin duda, una de las claves de La llamada. Javier Calvo y Javier Ambrossi, popularmente conocidos como “los Javis”, son los creadores de este musical. Ambos son jóvenes y se han dado a conocer en el panorama de forma reciente, al menos, como directores.
En poco tiempo, han logrado cosechar éxitos y cautivar a buena parte del público y la crítica, especialmente, con su inmejorable Paquita Salas. La llamada es su primer largometraje y está inspirada en la obra teatral homónima que estrenaron en Madrid en 2013. Una creación nueva de dos autores inexpertos que combina, a su vez, rostros conocidos y maduros como el de Gracia Olayo con la frescura de actrices como Macarena García o Anna Castillo.
En el plano musical, lo nuevo y lo viejo vuelven a encontrarse, se combinan clásicos de una diva como Whitney Houston y temas nuevos que conforman una banda sonora original. El electro latino es un género muy reciente que, pese al rechazo que produce en gran parte de la población, ha calado muy hondo en las generaciones más jóvenes. Y eso es algo que se aprecia en la cinta: mientras las adolescentes Susana y María sueñan con ser estrellas del género, nos encontramos ante el total desconocimiento de Sor Bernarda, una de las monjas del campamento y, a su vez, el de Sor Milagros que, aunque es más joven, pertenece a otra generación.
Lo viejo siempre parece mejor que lo nuevo, pero olvidamos que lo que hoy es viejo y clásico, alguna vez, fue novedoso y provocó rechazo. La llamada conjuga este contraste generacional que se da a través de la música: tenemos a Dios cantando canciones de Whitney Houston, a una monja anclada en canciones religiosas, otra hermana más joven que escucha Presuntos Implicados y unas adolescentes que prefieren el electro latino. Y, sin embargo, todo parece encajar a la perfección.
La llamada puede rozar el absurdo para algunos e incluso generar cierto rechazo entre determinados sectores. Pero lo cierto es que logra cautivarnos, especialmente, al público más joven. La cinta es un rayo de luz que nos atraviesa, que nos da esperanza y nos transmite juventud y ganas de vivir, de celebrar la vida.
En un momento en el que parece que todos los musicales vienen de Broadway, La llamada nos recuerda que no hay fronteras ni limitaciones para el arte, que debemos apoyar a los jóvenes talentos y confiar un poquito más en las producciones que nacen dentro de nuestras fronteras.
¿Qué camino elegir?
La llamada nos traslada a un campamento de verano llamado La Brújula y regentado por unas monjas. El nombre resulta de lo más acertado, pues en ese campamento, el reparto coral que configura la cinta encontrará su destino tratando de no perder el norte, encontrando en este empeño el rumbo de sus vidas.
Las jóvenes que acuden al campamento no tienen demasiado interés en lo religioso ni en las actividades, han venido a divertirse, a escabullirse y salir de fiesta como cualquier otra joven de su edad. María y Susana son dos amigas con una gran afición por la música o, mejor dicho, por el electro latino; pues su desconocimiento musical se hace patente al identificar las canciones de Whitney Houston como las de “la negra esa que canta”.
Como cualquier adolescente, poseen infinidad de sueños que, por irracionales que parezcan, hacen su vida un poco más llevadera. Desean triunfar, quieren abrirse paso en el mundo de la música, son inocentes y se ilusionan con facilidad. Ambas viven el día a día, el presente y piensan únicamente en disfrutar, sin darle demasiadas vueltas a las cosas; algo que repiten una y otra vez a lo largo de la película: “lo hacemos y ya vemos”. Ese lema representa claramente la actitud de las chicas hacia la vida, nada es demasiado importante y lo fundamental es vivir el presente, las preocupaciones ya vendrán, es mejor no anticiparlas.
Esta actitud contrasta profundamente con la rectitud de las monjas Sor Milagros y Sor Bernarda. Milagros es joven y bastante más benévola con las chicas, aunque esto conlleva que no sea tomada muy en serio y las chicas se aprovechen de su bondad. Bernarda, sin embargo, es una mujer devota que confía plenamente en su religión y el poder de la misma para “enderezar” a las más jóvenes, aunque sus métodos resulten poco atractivos y anticuados.
Con el devenir de la cinta, cada uno de los personajes se irá encontrando, irá descubriendo cosas que no conocía de sí mismo e irá trazando su camino. El tema religioso, como el propio nombre de la película ya anticipa, está vinculado al personaje de María y su encuentro con Dios; esa “llamada” celestial que le hará replantearse su vida, su futuro y su porqué en el mundo. La llamada se manifestará de diversas formas en cada uno de los personajes, no solo en forma de Dios, sino en forma de amor y descubrimiento personal.
Finalmente, La llamada desembocará en la aceptación de las diferentes realidades y singularidades de los personajes, llevándonos a un final en el que se conjuga todo aquello de lo que hemos hablado con anterioridad. Lo viejo y lo nuevo, valores antiguos y valores modernos… pero, al final, lo que realmente prima son los sentimientos, el amor, la aceptación y el respeto. En definitiva, un musical entrentenido, ameno, necesario y capaz de transmitir lo que realmente significa esa “llamada”, ese descubrimiento personal… Aportando un rayo de luz y juventud en tiempos algo más complejos.
“Lo hacemos y ya vemos”.
-La llamada-