La proliferación de las pseudociencias
En un mundo cada vez más conectado e informado, cuesta creer que pseudociencias como la chamanería o la homeopatía estén a la orden del día. Son tan comunes algunas falsas creencias que, con frecuencia, impregnan incluso medios de comunicación que se jactan de cierto rigor científico.
En la actualidad, la proliferación de las pseudociencias va en aumento. Esto es peligroso no tanto por cuestiones individuales, ya que cada uno es libre de creer en lo que quiera, sino por el peligro real que conlleva para nuestra salud, tanto física como psicológica.
En España, debido a la gravedad de la situación, el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social y el Ministerio de Ciencia e Innovación han publicado un catálogo de “prácticas” sin base científica en el que han clasificado 73 técnicas como pseudoterapias y 66 se encuentran en fase estudio. El objetivo es informar a la población para que puedan tomar decisiones responsables frente a la pseudoterapias y las pseudociencias. Profundicemos.
¿Qué se considera una pseudociencia?
Hay un rasgo que necesariamente cualquier pseudociencia tiene en común con las demás: no responde al método científico válido. Sus argumentos no se basan en teorías y experimentos científicos, sino que, por el contrario, son disciplinas que apoyan su eficacia en la afirmación de que su aplicación le ha funcionado a otras personas.
En una encuesta de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), los datos obtenidos fueron alarmantes: alrededor del 50% de los encuestados creía, por ejemplo, en la eficacia de la homeopatía. Esto obviamente no puede sino acarrear graves repercusiones para la salud de las personas.
En general, las afirmaciones que presentan las pseudociencias suelen ser:
- Vagas.
- Contradictorias.
- Exageradas.
- Infalsables.
Estas no cuentan con procedimientos sistemáticos de estudio y experimentación; a menudo, toman solo los datos científicos que les son favorables. Existe un claro ejemplo en el desarrollo matemático de la Nueva Teoría Terraplanista, que en pleno siglo XXI defiende, de nuevo, que la Tierra es plana.
Otras pseudociencias populares pueden ser, por ejemplo, la astrología, la numerología o la cristaloterapia. Ninguna de ellas recurre al método científico para corroborar sus hipótesis y convertirlas en teorías. No se han comprobado sus resultados.
Las pseudociencias en el siglo XXI: el movimiento antivacunas
Uno de los casos de pseudociencia más peligrosos de nuestro siglo es el movimiento antivacunas. Las vacunas han sido uno de los avances médicos más importantes de la historia de la humanidad y negar su efectividad es ingenuo y peligroso.
Cada año, gracias a las vacunaciones se evitan entre dos y tres millones de muertes. Sirva como ejemplo que entre 2000 y 2010 se ha reducido la mortalidad a causa del sarampión en un 74%.
Sin embargo, un falso estudio publicado en 1998 relacionaba una vacuna con el autismo. Aunque el estudio fue desacreditado científicamente poco después, esto ha alimentado los argumentos de aquellos contrario a vacunar a sus hijos.
El peligro de estas afirmaciones está en que aunque parezca que el único afectado es el niño no vacunado, lo cierto es que las vacunas funcionan en grupo y no individualmente. Por ello, cuando un suficiente número de niños deja de ser vacunado, la inmunidad de toda la sociedad en la que se encuentra se ve afectada.
Otras pseudociencias que nos acompañan a diario
La astrología es otra pseudociencia que consumimos a diario casi sin darnos cuenta. Desde programas de televisión de madrugada hasta las últimas páginas de periódicos tienen una sección para el horóscopo o información sobre el tarot.
En este sentido, casi todos conocemos nuestro signo del zodiaco. Por lo general, nos es atractivo pensar en que nuestras diferentes personalidades vienen determinadas por la constelación bajo la que nacimos. De algún modo, esta inclinación obedece a la propia idiosincrasia de la mente humana.
Pero lo cierto es que nada tiene que ver la estrella en la que naciste con tu forma de pensar o ser, como sí afirma la astrología. La genética o la forma en que nos han criado, por el contrario, sí dicen mucho más de quiénes somos.
Cómo luchar contra las pseudociencias
La forma más eficaz de luchar contra las pseudociencias es a través de la información: tristemente, hoy en día podemos encontrar miles de páginas en Internet con una interfaz atractiva, aparentemente técnica y científica que, finalmente, no son más que otro fraude que pretende vaciarnos el bolsillo.
Un estudio de la Universidad George Washington publicado en la revista American Journal of Public Health afirma que existen un gran número de mensajes malintencionados e informaciones falsas en redes sociales sociales sobre las pseudociencias y sus poderosos efectos.
Por ello, es necesario aprender a diferenciar de qué fuente podemos extraer una información veraz y adecuada y cuáles debemos rechazar.
Así, es importante que este ejercicio comience en la escuela, donde aún somos excesivamente vulnerables a las opiniones ajenas. Si no desarrollamos el suficiente espíritu crítico desde la infancia, siempre podremos adquirirlo más adelante; sin embargo, cuanto más tiempo tardemos en hacerlo, más susceptibles seremos a no poder resistirnos a los fraudes.
Por otro lado, la educación debe acompañarse siempre de una legislación consecuente que penalice a quienes intentan lucrarse con el sufrimiento ajeno. En este sentido, las peores pseudociencias son aquellas que evitan que las personas solucionen sus problemas con métodos probados y eficaces que de otra manera les prestarían verdadera ayuda.
La comunidad científica también tiene mucho que decir a este respecto: ellos son los primeros que deben rechazar artículos supuestamente científicos y desplazar a los charlatanes pseudocientíficos de universidades, laboratorios y congresos.
Las ciencias reales o “ciencias duras” deben responder apropiadamente y acabar con estos movimientos, ya que permitir que florezcan supone perjudicar al propio estatus científico.
Acabar con las pseudociencias es, en definitiva, tarea de todos: solo cuando lo consigamos, alcanzaremos una verdadera calidad de vida basada en la verdad y en la libertad de elección.
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- M. Gardner (1981): La Ciencia, lo Bueno, lo Malo y lo Falso, Editorial Alianza, Madrid.
- Ward, S. (2008): Global Journalism Ethics: Widening the Conceptual Base. Global Media Journal — Canadian Edition 1, 1, 137-149.