La responsabilidad individual durante el desconfinamiento
La responsabilidad individual durante el desconfinamiento es clave durante este tiempo en el que tenemos que convivir con el coronavirus. Se nos exige ahora más que nunca un comportamiento que va más allá del civismo. Hablamos del sentido de supervivencia, de tener conciencia y aplicar un enfoque desde el cual pensar y actuar como colectivo.
A lo largo de nuestra historia más reciente, jamás se nos había impuesto un sistema de normas tan estrictas. Hemos perdido eso por lo que tanto hemos luchado a lo largo de décadas: la libertad, el libre movimiento para desplazarnos, para trabajar, relacionarnos…
Las medidas adoptadas para frenar el número de infecciones nos han hecho cautivos de nuestros hogares, mientras el mundo se ha quedado en pausa.
Ahora, nuestras sociedades empiezan a despertar su actividad de manera tímida. Lo hacen a través de nuevas medidas en las que se nos conceden permisos, pequeños pasos con los que recuperar bajo mínimos la actividad económica y también nuestra oportunidad por tomar contacto nuevamente con la calle, con la gente, con esto que ahora llamamos “nueva realidad”.
No obstante, las oportunidades de avanzar en el confinamiento y de convivir de manera más o menos exitosa con el virus son posibles si cuidamos nuestro comportamiento. Es momento de demostrar nuestra madurez como humanidad, nuestra capacidad para ser responsable y cuidar no solo de nosotros mismos, sino también del otro, de ese que es igual de valioso y necesario en este mundo.
Ahora más que nunca, autoconciencia y responsabilidad individual durante el confinamiento
Más allá de las reglas impuestas, está la responsabilidad, la generosidad y ese sentido moral con el que saber lo que está bien y lo que está mal en cada momento.
Ha llegado un instante crucial en el que nadie tiene por qué recordarnos lo que no es permisible; llevamos demasiado tiempo siendo testigos del rumbo de esta enfermedad para saber cómo protegernos y cómo proteger.
De algún modo, esta pandemia también debe despertar en cada uno de nosotros nuevos valores éticos, con los que dar finalidad y sentido a todo lo que estamos viviendo.
No solo se nos pide cumplir unas normas. En este tiempo de confinamiento, son muchos los que han hecho un valioso ejercicio de reflexión para entender que lo que necesita ahora nuestra mundo es empatía, generosidad y saber actuar como grupo para superar con éxito este instante de crisis a todos los niveles.
Salud física y salud moral para hacer frente a la pandemia
Hay algo que debemos tener claro. Para hacer frente a la actual pandemia, no basta solo con atender nuestra salud física, con el hecho de que todos respetemos la distancia de seguridad y salgamos de casa con mascarilla. Con estas pautas, no se solucionan todos los problemas que ahora mismo se están viviendo.
Hay personas con graves problemas psicológicos que sufren en la soledad de sus cuatro paredes. Son miles las personas que aún no han podido realizar el duelo por la pérdida de sus seres queridos.
Hay familias que apuran sus recursos, sabiendo que tal vez el mes que viene no van a poder llenar su nevera. Los niños no pueden proseguir sus estudios con normalidad. Las empresas no saben cómo ni cuándo podrán reanudar con normalidad su actividad.
La responsabilidad personal durante el desconfinamiento pasa también por tomar conciencia de estas realidades. Por entender que en, la medida de lo posible, todos podemos hacer algo por los demás.
La generosidad, la empatía proactiva y más aún la capacidad de innovar o idear nuevas estrategias para sobrevivir mejor a este tiempo de convivencia con el virus forman parte también de nuestro valor para ser responsables.
Despertar nuestra autoconciencia y responsabilidad individual durante el desconfinamiento
La conciencia personal se nutre de valores y capacidad de reflexión. Es la mirada que logra salir de su propio mundo para conectar con los demás y entender cómo debe actuar. La responsabilidad individual durante el desconfinamiento implica comprender qué estándares rigen ahora nuestra sociedad y comprometerse a ellos en todas las formas posibles.
¿Por qué hay a quien le cuesta cumplir estos principios tan básicos? En los últimos días, estamos siendo testigos de cómo en ciertos momentos, las personas olvidamos la existencia de un virus que se está llevando miles de vidas cada día en todo el mundo. Lo hacemos quizá, porque no tenemos sentido del riesgo. Porque anhelamos nuestras vidas de antes cuando ya no tienen cabida.
Hay muchas razones por las que la responsabilidad individual se diluye y deriva en la irresponsabilidad, en la falta de civismo y también de humanidad. Porque el sentido de humanidad implica ir más allá del propio egoísmo, de la autogratificación para entender que somos un grupo social y que nuestra supervivencia, parte del cuidado y protección del otro.
El complicado equilibrio entre derechos, obligaciones y el sentido de empatía proactiva
En el actual contexto, tenemos dos opciones. El primero, lamentar nuestra falta de derechos: derecho a salir, relacionarnos, viajar, abrir nuestras tiendas con normalidad, abrazar, besar, comer con normalidad en un restaurante. La segunda opción es dejar de lamentarnos y actuar a través de la empatía proactiva.
Esa competencia es la que nos hace verdaderamente humanos, personas auténticas que entienden la situación y actúan en consecuencia, pensando en el otro, protegiéndose uno mismo, teniendo presente las obligaciones presentes pero también, siendo capaz de ir más allá.
¿De qué manera? Siendo de ayuda y parte de esa transformación real que necesitamos ahora. Una en la que todos podamos convivir en seguridad, cuidando del bienestar de unos y otros. Pensemos en ello.