La sala de los mil espejos
“Como tratas a los demás, así te tratarán a ti”. Seguro conoces esta frase e intentas ponerla en práctica. Aunque no siempre es posible, incluso aunque dispongas a todas tus fuerzas en esa dirección. Así, al hilo de esta frase queremos compartir contigo la fábula de los mil espejos tomada de la cultura japonesa donde se habla de cómo nuestras actitudes y hábitos se reflejan en los demás.
Lo que nos trasmite no solo se puede aplicar a aquellos seres queridos que nos rodean, sino también a los que pasan a nuestro lado en la calle, en el metro o en el mercado. Es decir, se puede usar con cada ser que se “interponga” en nuestro camino, ¡Incluso con los animales!
Cuento “La sala de los mil espejos”
Esta hermosa historia que vale la pena leer y guardar en nuestra memoria puede parecernos muy básica, incluso para niños. Sin embargo el valor de la fábula va más allá: entender el mensaje que nos quiere ofrecer. La historia se cuenta de la siguiente forma:
Hace mucho tiempo, en un apartado pueblo del nipón se construyó una casa con 1000 espejos. Un perrito al que no le marchaban muy bien las cosas y que andaba con el gesto un tanto torcido -paradigma de su cabreo con el mundo- decidió acercarse para ver que había dentro de aquella casa a la que los habitantes de aquel pueblo iban entusiasmados.
El perro con el gesto torcido abrió la puerta y se encontró a 1000 perritos con cierta expresión de enfado. Se sintió amenazado y les ladró, lógicamente sus imágenes hicieron el mismo gesto mientras el eco le devolvía el sonido. Cerró rápidamente la puerta y salió corriendo para esconderse en su casa pensando: “ese lugar es el más horrible del mundo y nunca volveré a él”.
Otro perrito del mismo pueblo, que no era infeliz como el anterior, también quiso ver la casa de los mil espejos por dentro. Así, entusiasmado se acercó a la puerta. Al entrar el perro feliz se asombró muy gratamente al ver 1000 perritos que le miraban con una sonrisa alegre y curiosa. Al volver a su casa pensó: “que lugar tan maravilloso y agradable. Volveré a menudo a visitarlo”.
Cada rostro es un espejo
¿Qué te ha parecido la historia? Seguro te has puesto a pensar qué clase de perrito eres tu, si el enojado y miedoso o el dicharachero y alegre. Es cierto que no siempre se puede ser de la misma manera, pero vale la pena hacer el esfuerzo para parecernos más al segundo perrito que al primero.
Si vas por la calle con un rostro sereno y amigable, con una sonrisa y la intención de ayudar a los demás, probablemente recibirás de ellos tranquilidad, confianza y amistad. Si por el contrario caminas con el ceño fruncido, indiferencia y las ganas de pelear a flor de piel, los otros actuarán de la misma forma contigo.
El reflejo de tus gestos, tus acciones y tus hábitos son proyectados en los que te rodean. Eres responsable por el rostro que luces a diario y sobre todo de cómo eres tratado. Por supuesto que no tienes la capacidad de cambiar al mundo simplemente por ir riendo en el metro, pero sí de hacer día a día mejor el tuyo y el de los que te rodean.
Haz este ejercicio menta, imagina que entras en una tienda. Si al entrar saludas amablemente con una sonrisa, pides los productos con un por favor y al recibirlos los agradeces, ¿cómo crees que te atenderá el vendedor?
Probablemente se mostrará sensible al trato que le has dispensado. Pero, si al pasar por la puerta dices fríamente “quiero un kilo de manzanas”, recibirás un trato similar. Prueba esta teoría en todos los ámbitos: en casa, en el trabajo, en el transporte público, en el supermercado, etc.
El poder que reflejas
No somos conscientes de la influencia que tenemos en los demás. Influir en los otros no tiene nada de malo, siempre y cuando las intenciones sean las correctas. Intentar que un compañero nos hable bien o que la empleada del banco sea amable con nosotros, depende en parte de la posición que tomemos nosotros.
Además la percepción de la realidad y la experiencia diaria serán completamente diferentes. Tras una jornada en la que prime la amabilidad y la consideración, aumentaremos la probabilidad de irnos a dormir satisfechos y felices. No pelearse con los demás es una de las mejores maneras de tener buen humor y dormir tranquilos.
Sé como el perrito feliz y curioso que, con su reflejo, logró tener una experiencia hermosa en la casa de los mil espejos. Sonríe a la vida y comprarás papeletas para que esta te devuelva la sonrisa. No olvides que la genética te ha dado la cara que tienes, pero que tú eres responsable de la que pones.