La teoría del chivo expiatorio en las relaciones familiares

Pocas cosas hay más dolorosas que ser el chivo expiatorio de la familia. Cuando padres o hermanos nos echan la culpa de casi todos los problemas y desavenencias el vínculo se enfría y se vuelve doloroso. Analizamos este hecho.
La teoría del chivo expiatorio en las relaciones familiares
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 06 abril, 2022

La teoría del chivo expiatorio aparece con elevada frecuencia en el escenario de muchas familias. Este fenómeno, entendido como la proyección sobre una persona concreta de la responsabilidad y culpa de todo problema, miseria o adversidad, es algo que ejecutan en mayor grado las personalidades narcisistas sobre sus propios hijos.

Hay una norma no escrita y comúnmente asumida de que el papel de todo padre y toda madre es atender el bienestar integral de sus niños. Cuidarlos, amarlos y proyectar sobre ellos nobles valores para que se conviertan en buenas personas son aspectos que sin lugar a dudas deberían ser normativos. Sin embargo, y como bien sabemos, en la intimidad de un hogar no siempre acontece lo que es esperable o deseable.

Hay personas que han pasado su infancia sobre un territorio minado. Niños y adolescentes que de pronto se convierten en el foco de las frustraciones de sus padres. También en los responsables indirectos de su infelicidad y en la razón de cada problema que acontece en casa.

Ser el chivo expiatorio en cualquier escenario resulta estresante, pero serlo en la propia familia, puede ser devastador.

Teoría del chivo expiatorio en las relaciones familiares ¿en qué consiste?

La teoría del chivo expiatorio tiene su origen en las sociedades tribales antiguas. Solía elegirse una cabra como símbolo de todos los pecados colectivos del grupo. Su sacrificio era un modo de apaciguar a la deidad de ese grupo social y poder así expiar toda mancha, vicio, flaqueza o perversidad cometida y garantizar  una “limpieza” simbólica de cada individuo.

De este modo, y a lo largo del tiempo, a esta figura se le añadió también con la llegada de las Cruzadas, la expresión “cabeza de turco” que viene sin duda a significar lo mismo.

Sea como sea, hay algo evidente y es que en tiempos de confusión y complejidad la figura del chivo expiatorio siempre aparece. Lo usaron líderes políticos, como el propio Hitler, focalizando en los judíos el origen y la razón de la situación de los alemanes después de la Primera Guerra Mundial.

No obstante, no nos equivocamos si decimos que esta teoría se manifiesta con elevada frecuencia en el ámbito de las relaciones familiares. De hecho, en terapia es muy común ver cómo muchos padres llevan a sus hijos a consulta culpando al los pequeños de que su conductas problemáticas son la causa de todos los problemas del hogar.

Cuando en realidad, en buena parte de los casos, el origen se halla en las dinámicas relacionales y educacionales de esos padres sobre sus hijos. Profundicemos un poco más.

Padres y madres narcisistas y la búsqueda de culpables a las propias frustraciones

La teoría del chivo expiatorio es una figura que se institucionaliza en los hogares con una madre controladora o bien con un padre narcisista. Son personas que no dejan nada al azar, que tienen su propia convicción sobre cómo deben ser las cosas. Cuando algo no sucede como ellos quieren, hay que buscar culpables.

De ese modo, si el perro se hace pis en casa, si se rompe la lavadora o se quema la comida, siempre hay que buscar un culpable. No importa que en buena parte de los casos la culpa sea de la propia persona que acusa a los demás. Por otro lado, también es común que aparezca un fenómeno muy común. Los padres y madres narcisistas proyectan sus frustraciones en los propios hijos.

Con expresiones como “todo lo que pasa es culpa tuya porque siempre me sacas de quicio” lo que se hace, en realidad, es volcar sobre el hijo el propio malestar. Es más, estudios como los realizados en la Universidad de Siracusa (Italia) afirman que cuando una persona sufre conflicto intrapsíquico (frustración, ansiedad e infelicidad) es muy común transferir esa carga negativa sobre los demás.

Mujer triste siendo víctima de la teoría del chivo expiatorio

Hijos adultos que siguen cargando con las culpas de los padres

Cuando una persona crece en un entorno donde los padres presentan rasgos narcisistas, es común pasar buena parte de la niñez pensando “que hay algo malo en uno mismo”. Así, si hay un aspecto al que se aspira durante esas edades tempranas es a tener el afecto de los progenitores, su aceptación, su admiración o la necesidad de demostrarles que pueden hacer las cosas muy bien.

No obstante, poco a poco, el hijo queda agotado por ese esfuerzo y en algún momento toma conciencia de que el problema no está en la propia persona, sino en ese entorno familiar. La teoría del chivo expiatorio continúa en la edad adulta y es en esa fase en la que los problemas pueden intensificarse aún más.

El padre o la madre puede recriminarle al hijo que no hace lo suficiente por ellos, también que si están enfermos o si las cosas les van mal es por su culpa. De este modo, si durante la niñez y adolescencia se aceptaban esas dinámicas y comportamientos para evitar el abandono emocional del progenitor, en la madurez esto puede cambiar.

Al final, surge el agotamiento y hasta el hastío. Porque ser el objeto de todas las culpas aniquila el ánimo y hasta el afecto. Son personas que quedan muy lastimadas por ser, en cierto modo, el contenedor y también la metáfora de esa toxicidad y malestar crónico escondidos en el subsuelo psicológico de dicha familia.

¿Qué podemos hacer?

Ante estas situaciones es vital reaccionar. Lo primero y más importante es reparar el daño causado, sanar la autoestima, la identidad y liberarse de culpas que no son de uno.

Más tarde, se tomará una decisión sobre el tipo de relación que se desea seguir manteniendo con la familia narcisista. Tanto limitar el trato como establecer distancia son dos opciones aceptables si uno así lo decide.


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