Las personas ocupadas no siempre son felices
Las personas ocupadas tienen metas que cumplir cada día. Vistas desde fuera, aparentan una elevada motivación y resolución; vienen, van, proyectan, comunican, resuelven y alcanzan objetivos.
Todo ello nos hace suponer que esos hombres y mujeres se sienten satisfechos de sí mismos, que esa hiperactividad está en clara sintonía con sus necesidades vitales y que, por tanto, son felices.
¿Nos equivocamos? No del todo. Habrá, claro está, quien se sienta realizado por ese estilo de vida. Son esas personas que al terminar el día se dejan caer agotadas en la almohada pero con la satisfacción y el bienestar llenando su mente.
Ahora bien, estudios recientes nos revelan otro tipo de realidad: estar ocupados la mayor parte del día no nos hace sentirnos felices.
Este dato como, ya podemos suponer, tiene matices. El más destacable es fácil de entender y seguramente hasta nos sentiremos identificados. Uno puede tener un trabajo que le agrade, pero el tiempo -tanto físico como mental- que le dedicamos a esas ocupaciones es casi siempre excesivo. Rendir a este nivel nos drena la energía y hasta la motivación.
Asimismo, se le añade otro factor importante, y es que no solo estamos «ocupados» la mayor parte del día, también nos sentimos «preocupados». Somos, por así decirlo, una sociedad hiperocupada, pero cada vez menos satisfecha con aquello que realiza. Y ese es un serio problema a todos los niveles.
Personas ocupadas que han perdido la felicidad
Uno puede haber perdido la felicidad y seguir funcionando. Lo hacemos por inercia, porque la realidad manda, porque las obligaciones empujan y el mundo discurre tan deprisa que nos hace movernos casi sin que nos demos cuenta.
No obstante, algo falla, somos casi como un reloj sin manecillas, como un violín sin cuerdas o un lienzo en blanco y negro que ha perdido el color.
Lo más llamativo de las personas ocupadas es que son conscientes de que la insatisfacción existencial está ahí, pinchando, rozando en cada movimiento. Sin embargo, en lugar de afrontar o intentar resolver esa disonancia interna, la desplazan y se limitan a hacer lo único que saben: trabajar, responsabilizarse de más cosas, llenar el día de más actividades y tareas.
¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué derivamos en este tipo de situaciones? Los psicólogos Keinan, Bellezza y Paharia (2019) profundizaron en este mismo tema el año pasado. Así, en un estudio que publicaron en la revista Opinions Psychology, nos revelaron datos muy interesantes que, sin duda, nos invitan a más de una reflexión. Son los siguientes.
Estar ocupados, símbolo de estatus
No hace mucho concebíamos que quien tiene mucho tiempo libre era porque disponía de estatus. Trabajar poco y descansar mucho definía esas personas con gran solvencia económica.
En la actualidad, esa idea ha variado, tanto es así que a día de hoy etiquetamos como vago a quien no hace nada, a quien se atreve a estar «desocupado» un tiempo.
- Esto provoca varias cosas. La primera es que interioricemos que lo esperable e incluso lo natural es llenar nuestros días de múltiples obligaciones y actividades; cuantas más mejor porque de ese modo, aparentaremos mayor estatus.
- Así, se acaba asumiendo que cumplir con largas jornadas de trabajo es lo esperable y que, tras ellas, también es positivo acudir al gimnasio, ir a la piscina, hacer algún curso, etc, etc.
- Lo segundo que vemos con frecuencia es que las personas ocupadas, además, vinculan el asumir cada vez más tareas a la sensación de logro. Cuanto más haga mejor imagen daré a los demás y me demostraré incluso a mí mismo de todo lo que soy capaz.
Las personas ocupadas tienen un problema con sus emociones
Brene Brown, profesor en la Universidad de Houston, sostiene una teoría que merece la pena considerar. Las personas ocupadas, esas que dedican gran parte de su día a las responsabilidades laborales, se vuelcan en sus tareas y responsabilidades como mecanismo de defensa para no pensar. Es un modo de adormecer sus necesidades emocionales, esas a las que no saben cómo enfrentarse.
De algún modo, el hecho de llegar a casa mental y físicamente agotados, es lo ideal. Porque de ese modo, no se deja espacio a esos ratos de soledad en los que conectar con uno mismo y dejar que el mundo emocional aflore.
Es mejor callar lo que sentimos para seguir funcionando, para seguir aparentando solvencia, efectividad y estatus. Porque quien se detiene y se atreve a estar desocupado lo que demuestra (según esta falsa creencia) es debilidad. Todo ello se traduce tarde o temprano en la aparición de trastornos de ansiedad o depresiones.
Aprender a estar «desocupados» para ganar en bienestar
Los «debo que y tengo que» nos alejan inevitablemente de los «me gustaría y necesito». Cuando pasamos gran parte de nuestro tiempo ocupados de manera rígida con las obligaciones que otros nos ponen y que nosotros mismos nos asignamos, vamos alejándonos cada vez más de esas prioridades mentales y físicas que todos necesitamos.
Debemos aprender a establecer un equilibrio. Cada día tenemos unas responsabilidades que cumplir, pero es vital que establezcamos a su vez tiempos de ocio y tiempos de descanso. Porque estar desocupados es salud y es una necesidad vital; es más, en ocasiones «no hacer nada» es mucho mejor que un analgésico.
Por ello, nunca está demás empezar a hacer cambios, reajustar actividades, horarios y prioridades. Asimismo, también es esencial que cuidemos un área esencial, esa que a menudo tan desatendida y que al abandonarla, incrementa el peligro de que nuestra salud mental se resienta. Hablamos de nuestras emociones. Escucharlas y saber qué quieren decirnos es de primero de felicidad.
Invirtamos tiempo en esta dimensión tan importante.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Keinan, A., Bellezza, S. y Paharia, N. (2019). El valor simbólico del tiempo. Current Opinions in Psychology, abril de 2019, 58-61 . DOI: 10.1016 / j.copsyc.2018.05.001
- Bratman, GN, Hamilton, JP, Hahn, KS, Daily, GC y Gross, JC (2015). La experiencia en la naturaleza reduce la rumiación y la activación de la corteza prefrontal subgenual. PNAS, junio de 2015, DOI: https://doi.org/10.1073/pnas.1510459112.