El lenguaje del sarcasmo: agresiones verbales encubiertas
A menudo, no falta quien defiende aquello de que las personas que usan el sarcasmo son más inteligentes, más ágiles y brillantes en el dominio de las palabras. Sin embargo, esa forma de ingenio a veces se carga de veneno, de una artillería de agresiones encubiertas y desprecios sutiles que desconciertan y destruyen autoestimas.
El sarcasmo como forma de comunicación tiene muchos adeptos y seguidores. Por ejemplo, lo podemos ver en varias series de televisión, ahí donde sus protagonistas muestran una mente privilegiada, excepcional y a instantes inspiradora, capaz de resolver infinidad de enigmas criminales y desafíos médicos. Sin embargo, estos personajes se caracterizan a la vez por un tipo de lenguaje mordaz, aderezado por ciertas dosis de desprecio hilvanadas por grandes dotes de sarcasmo.
Hemos de tenerlo claro, este tipo de lenguaje, satírico pero ingenioso, es claramente perjudicial para la comunicación efectiva. En ocasiones, no solo hay un claro desprecio, muchas veces existe una clara incapacidad de establecer un diálogo neutral, un intercambio armónico de mensajes donde no se derive en la burla como forma de expresar poder o dominancia.
Por otro lado, hay un aspecto que no conviene descuidar. El sarcasmo es más común entre personas que mantienen una relación de confianza, como pueden ser los compañeros de trabajo, nuestros familiares o incluso nuestras parejas. Un hecho que intensifica aún más el efecto desgastante y afilado de esta dimensión.
“La tendencia a la agresión es una disposición innata en el hombre”.
-Sigmund Freud-
Los “matones” intelectuales y su arma favorita: el sarcasmo
Hay un tipo de agresiones para el cual existe una mayor indulgencia, hablamos del sarcasmo. Ese tipo de agresiones tan comunes como permitidas que se dan ante todo en nuestro mundo adulto, en nuestros entornos laborales y, en especia, en esos espacios privados donde se encierran las dinámicas antes señaladas: las de pareja, familia e incluso de amistad.
Según el Ranking Bully Types del 2010, los matones intelectuales están especializados en la condescendencia. Son perfiles que camuflan sus inseguridades a través de grandes palabras y frases arrogantes. A su vez, disfrutan consiguiendo que los demás se sientan inferiores bajo la clara creencia de que ellos son más inteligentes, más hábiles y, por supuesto, brillantes.
Así, estudios como los llevados a cabo por el doctor Raymond Gibbs, publicado en el Journal of Experimental Psychology, nos señalan que las sentencias sarcásticas son muy comunes en nuestro lenguaje. Tanto, que no somos conscientes de su impacto.
Al principio, hay quien es incapaz de ver en ese acto una forma de intimidación o desprecio. Uno termina sonriendo el ingenio y el sutil juego de palabras admirándose por tal artimaña lingüística. Sin embargo, cuando el matón intelectual persiste cada día en su artillería verbal, la cosa no solo cambia, sino que tiene consecuencias serias.
Consecuencias de las sentencias sarcásticas
La primera consecuencia de las agresiones a través del sarcasmo es la vulneración del vínculo relacional con esa persona. Es un atentado hacia la autoestima del otro, es una agresión y un “matoneo” constante e implacable.
El segundo aspecto, tan interesante como devastador a la vez, es descubrir que el artesano del sarcasmo rara vez es consciente de su comportamiento ni de sus actos intimidantes. Estas personalidades suelen camuflar una clara insensibilidad interpersonal o social.
Presentan, por así decirlo, un embotamiento emocional donde lo único que se busca a cada instante es imponer su destreza intelectual, su habilidad de palabra e ingenio. Lo hacen porque esas son las únicas herramientas de las que dispone el sarcástico para reafirmarse como persona.
Tres modos de hacer frente a las agresiones con sarcasmo
Es muy posible que a todos nos cautive el sutil ingenio verbal de personajes como Sherlock Holmes. Sin embargo, más allá de una mente brillante y un cerebro maravillosamente dotado, debe existir también una persona cercana, empática y respetuosa. Porque de nada importa el ingenio de una frase si el mensaje que transmite es dañino.
Este tipo de dinámicas y agresiones verbales a través del sarcasmo pueden verse muchas veces en esas cenas con amigos. No suele faltar, por ejemplo, esa pareja (ya sea hombre o mujer) que deja caer un comentario sarcástico y ocurrente sobre el cónyuge que al instante provoca las risas de toda la mesa, excepto de la propia víctima.
De algún modo, todos son cómplices de esa agresión encubierta, de ese desprecio camuflado ante el que debemos estar más atentos para poner límites. Para frenarlos. Te explicamos cómo.
Cómo defenderse de la persona sarcástica
La primera recomendación es simple y básica: no asumiremos una actitud pasiva ante el sarcasmo. Tampoco se trata de reaccionar con rabia, iniciando una afrenta poco útil. No podemos olvidar que, generalmente, estamos ante una persona muy hábil con las palabras, pero pobre con las emociones, y es ahí donde tenemos nuestra ventaja.
- Lo primero que haremos es expresar con tranquilidad que no nos ha sentado bien el comentario.
- Exige literalidad. El sarcástico tiene un máster en las metáforas y en las más siniestras ironías. No las aceptes, exígele que sea literal. Las personas maduras transmiten valentía y claridad en la palabra, los inseguros se camuflan en los juegos de palabra.
- Explícale al matón intelectual los efectos de su comportamiento. Si es nuestro compañero de trabajo o un amigo, hay que dejarle claro que no nos hace sentir bien y que en caso de no mostrar más amabilidad o cercanía optaremos por la distancia.
Otras estrategias para hacer frente al sarcasmo
Hay otras formas válidas de actuar ante los comentarios sarcásticos. Aquí tienes algunos ejemplos:
- Ignora. Se trata de hacer caso omiso de la frase, como si la otra persona no la hubiera pronunciado, lo que vendría siendo a palabras necias, oídos sordos. Así le demostrarás a tu interlocutor que no tiene la capacidad para enfadarte.
- Señala los motivos. Si alguien ha utilizado un comentario sarcástico delante de los demás para quedar mejor, puedes limitarte a señalar su motivo, preferentemente en forma de pregunta. Por ejemplo, puedes decirle: “¿estás diciendo eso para intentar parecer más inteligente?”. Al desenmascarar sus intenciones le dejas claro que no debe repetirlo.
Por otro lado, si el artesano del sarcasmo es nuestra pareja, hablaremos del dolor que nos causan sus agresiones verbales y de que ese atentado continuo hacia nuestra autoestima no es reflejo de un amor sincero, ni lógico, ni consciente ni maduro. Recuerda siempre que el sarcasmo y los agresores intelectuales no merecen ser alimentados con la admiración, sino cortados con la verdad de aquello que ocasionan sus actos.
La importancia de mantener el equilibrio emocional ante el sarcasmo
Un estudio realizado en la Universidad Estatal de Michigan descubrió que la incivilidad se propaga. Estos investigadores apreciaron que cuando las personas eran objeto de comentarios sarcásticos, desperdiciaban gran parte de su energía mental intentando interpretar las intenciones de su interlocutor.
Al final, esa fatiga mental les pasaba factura, por lo que tenían más dificultades para controlar sus impulsos y gestionar sus emociones. Como resultado, eran más propensas a devolver el ataque verbal, ya que no tenían el autocontrol necesario para gestionar asertivamente su estado emocional.
Es por ello que saber identificar estas dinámicas e intenciones es clave a la hora de manejarlas. Una vez resaltan en la conversación de forma automática, serás mucho más capaz de poner en marcha las estrategias para evitarlas sin esfuerzo. Y, recuerda, expresar algo que te molesta debe hacerse siempre de frente y siendo constructivo, no desde el escudo del sarcasmo.
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- Gibbs, RW (1986). Sobre la psicolingüística del sarcasmo. Diario de psicología experimental: general , 115 (1), 3–15. https://doi.org/10.1037/0096-3445.115.1.3
- Shamay-Tsoory, SG, Tomer, R., y Aharon-Peretz, J. (2005). Las bases neuroanatómicas de la comprensión del sarcasmo y su relación con la cognición social. Neuropsicología , 19 (3), 288–300. https://doi.org/10.1037/0894-4105.19.3.28