Lo que te pasa afecta al modo en que te alimentas

A menudo, tener problemas en nuestra relación de pareja puede afectar al modo en que nos alimentamos. No podemos olvidar que muchos de los alimentos que ponemos en nuestros platos tienen que ver con nuestras emociones. Profundizamos en ello.
Lo que te pasa afecta al modo en que te alimentas
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 06 abril, 2022

Lo que te ocurre, lo que vives en tu día a día y cómo lo procesas afecta al modo en que te alimentas. Porque más allá de lo que podamos pensar, lo que ponemos en el plato no siempre tiene como finalidad nutrirnos. Gran parte de las veces tiene como finalidad saciar o difuminar una serie de emociones concretas.

Hay quien come de manera compulsiva cuando experimenta estrés. Otros, en cambio, pierden el apetito y recurren a alimentos muy concretos y frugales. La selección que hacemos cuando vamos a la compra o cuando acudimos a un bar o restaurante está mediada por cómo nos sentimos y, en la mayor parte de las veces, por aquello con lo que estemos lidiando mental y emocionalmente.

Hay estudios que nos hablan, por ejemplo, sobre cómo nos afecta el tener una relación de pareja complicada o inestable en la conducta alimentaria. Experimentar tensión, desconfianza, preocupación o angustia por el temor a romper ese vínculo con la persona amada nos aboca a menudo a una serie de altibajos en esta materia que puede poner en riesgo la salud.

Profundicemos un poco más en este tema.

Mujer comiendo representando que lo que te pasa cada día afecta al modo en que te alimentas

Tus experiencias y el modo en que te alimentas: una relación casi directa

Los expertos en nutrición se encuentran a menudo con algo contradictorio. Gran parte de sus pacientes saben qué alimentos son saludables y cuáles no. Tienen claro incluso qué tipo de dieta sería la más adecuada para cuidar de la salud y el bienestar. Sin embargo, aun sabiéndolo, no siempre lo aplican.

¿Por qué razón? ¿Qué explica entonces esos malos hábitos? La clave de todo está en la fuerte conexión que existe entre la comida y el aspecto social y emocional. Lo que te pasa afecta al modo en que te alimentas, lo que sientes impacta en una buena o mala alimentación.

Por tanto, en este ámbito de la salud no basta solo con comprender qué deberíamos comer y qué deberíamos restringir. Es necesario también recordar la íntima conexión existente entre lo que nos llevamos a la boca con lo que pensamos, lo que sentimos y las experiencias que vivimos a diario.

Así, un mal día puede hacer que busquemos productos de alto contenido calórico para disfrutar de ese breve subidón de endorfinas y serotonina asociado a productos como las galletas saladas, las pizzas, los helados, las hamburguesas, etc. Productos que activan el sistema de recompensa del cerebro.

A continuación, intentemos comprender un poco más esta realidad.

Los factores situacionales, el estrés y la alimentación emocional

Cuando hablamos de los determinantes situacionales, nos referimos a las circunstancias que nos rodean y a cómo influyen en la conducta alimentaria. De este modo, podríamos decir que hay dos desencadenantes básicos: la insatisfacción personal y el estrés.

  • Este último factor lo comprendemos todos. Cuando pasamos épocas con elevado estrés, la alimentación varía. Bien se reduce la sensación de hambre o, por el contrario, la comida actúa como válvula de escape.
  • Por otro lado, está también la frustración, la insatisfacción, la infelicidad… Pasar por unos días en que uno no se siente bien consigo mismo o en que nada sale como debería afecta a la alimentación. Podemos derivar en los clásicos atracones o en un estilo alimentario claramente nocivo.

Ambas conductas vienen mediadas por lo que se define como hambre hedónica, es decir, recurrir a un tipo de alimentación guiada solo por impulsos, emociones y sentimientos.

Los problemas afectivos y la alimentación

La psicóloga Lisa Jaremka (Universidad de Delaware) realizó un estudio para demostrar que los problemas de pareja afectan a la forma en que nos nutrimos. Por término medio, lo que te pasa afecta al modo en que te alimentas, pero cuando lo que te ocurre tiene que ver con el plano sentimental, el impacto es mucho mayor.

Es más, se aprecian un cambio en el índice de masa muscular, un aumento de peso e incluso la salud general se puede ver afectada. La angustia, el malestar, la intensidad emocional, la preocupación… Todas son emociones «comestibles», sentimientos que queremos camuflar con comida chatarra o productos poco o nada saludables.

¿Cómo saber si el modo en que te alimentas se relaciona con tu estado de ánimo?

Lo que te sucede afecta al modo en que te alimentas. Cuando pasamos por una época satisfactoria, relajada y centrada es común que nos preocupemos más por nuestra nutrición y que deseemos cuidarla. Ahora bien, cuando las cosas no van como deseamos, cuando falla el trabajo, hay problemas en casa o en cualquier otro ámbito de la vida, los buenos hábitos de alimentación suelen variar.

Casi sin darnos cuenta empezamos a comer mal y la mala alimentación deriva en mala salud y en un mayor incremento de la insatisfacción. ¿Qué podemos hacer en estos casos? Lo ideal es ser consciente de ello, saber si lo que estamos haciendo, en realidad, es «comer emociones».

Estas preguntas pueden ayudarnos:

  • ¿Utilizas la comida para sentirte bien? Si es así, ¿cómo lo haces? ¿De qué te alimentas?
  • ¿Usas la comida para lidiar con un mal día? ¿Para aliviar la soledad o la ira, tal vez? ¿Piensas que eso te funciona o hace quizá que te sientas más insatisfecho?
  • ¿Comer ciertos alimentos te hace sentir más ansioso, culpable o avergonzado?
  • ¿Piensas que tus hábitos alimentarios cuidan de tu salud o la están perjudicando? Si es así ¿qué crees que deberías hacer para sentirte mejor?

Para concluir, si al plantearnos estas cuestiones percibimos que hay un problema que nos cuesta controlar, es importante buscar siempre ayuda especializada. Comer bien pasa en muchos casos por «sentirse bien» y para lograrlo es esencial atender nuestro universo psicológico.


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  • Adam, T. C., Epel, E. S. (2007). Stress, eating and the reward system. Physiology & Behavior, 91, 449–458. http://doi.org/10.1016/j.physbeh.2007.04.011
  • Jaremka, Lisa (2015) Novel Links Between Troubled Marriages and Appetite Regulation: Marital Distress, Ghrelin, and Diet Quality. Volume: 4 issue: 3, page(s): 363-375

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