Los depredadores emocionales

Los depredadores emocionales causan heridas muy profundas en sus víctimas. Sus armas de destrucción son el control excesivo, el abuso verbal, la negación de cualquier tipo de comunicación y el deprecio y la crítica patológica.
Los depredadores emocionales
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 10 octubre, 2023

Una mirada, una palabra o una simple insinuación pueden ser suficientes para comenzar un proceso de destrucción del otro. Los actos que llevan a cabo los depredadores emocionales son tan cotidianos y progresivos que, a veces, parecen normales, mientras que las víctimas callan y sufren en silencio.

Así como en la naturaleza existen los depredadores animales que capturan y aniquilan a otros animales para alimentarse, en el ser humano también podemos observar un fenómeno similar protagonizado por los depredadores emocionales y sus víctimas: el acoso moral o maltrato psicológico. Profundicemos.

A través de un proceso de acoso moral o maltrato psicológico, una persona puede conseguir hacer pedazos a otra.

¿Cómo es el depredador emocional?

El depredador emocional se distribuye entre todas las edades, estatus sociales, culturas y sexo. Aparentemente son sujetos normales, casi nunca líderes. Suelen ser tacaños, egocéntricos y narcisistas.

Su objetivo es el desmantelamiento moral, personal, psicológico y sociológico de las víctimas, pudiendo conseguir muchos que estas acaben con sus vidas. Aunque su especialidad es desestabilizar, encadenar y atrapar a sus víctimas en un juego de confusión mental.

Son individuos que se sienten profundamente inferiores aunque no den esa impresión, ya que se muestran arrogantes y grandilocuentes. Son sacos de remordimientos y rabia enmascarados. Suelen de ser de fuerte ideología.

Sienten la necesidad de ser admirados, deseados, con ansias desmesuradas de éxito y poder. Presentan una desconexión con sus emociones, lo que les lleva a no experimentar culpa y despreciar profundamente a sus víctimas.

Cuando son niños, suelen ser los típicos que tiran la piedra y esconden la mano, aquellos que causan las peleas pero que no se ven envueltos en ellas. Anhelan el protagonismo. En la adolescencia, son fríos y distantes, con poco éxito social, rodeados de uno o dos amigos a los que manipulan. Y en la adultez, se distinguen por ser arrogantes, manifestándose como poseídos de la verdad, la razón y la justicia.

A primera vista parecen sujetos controlados, sociables y aceptables, pero tras esta máscara que construyen se esconde un cúmulo de intenciones y procesos inconscientes mucho más complicado y enrevesado.

Perfil de maltratador

¿Quiénes son las víctimas de los depredadores emocionales?

Las víctimas se caracterizan por ser personas bondadosas, honestas, generosas, optimistas, con fuerza espiritual… Son aquellas personas que presentan características que el depredador humano anhela y envidia, características que no ha tenido. Se convertirán en un chivo expiatorio responsable de todos los males.

Un depredador emocional busca a este tipo de personas, para absorberles su energía y vitalidad. Es decir, quieren absorber aquello que envidian.

Las víctimas resultan sospechosas a ojos de los demás, ya que el proceso de acoso moral ocurre de tal manera que hace que la víctima sea vista como culpable. A menudo, la gente se imagina o piensa que esta consiente o es cómplice, conscientemente o no, de las agresiones que recibe. El depredador sabe muy bien qué estrategias llevar a cabo para confundir a los demás.

A menudo, oímos decir que si una persona es víctima es por su debilidad o carencia; pero por el contrario, podemos observar que son elegidas por algo que tienen de más, por algo que el agresor quiere apropiarse. 

Las víctimas pueden parecer ingenuas y crédulas, ya que no se imaginan que el otro es básicamente un destructor e intentan encontrar explicaciones lógicas. Comienzan a justificarse, intentando ser transparentes. Comprenden o perdonan porque aman o admiran, incluso consideran que tienen que ayudar porque son las únicas que comprenden al otro del todo. Las víctimas sienten que tienen una misión que cumplir.

Mientras que el depredador emocional se agarra a su propia rigidez, las víctimas intentan adaptarse, procurando comprender qué desean consciente o inconscientemente su perseguidor y no dejan de preguntarse nunca por su propia parte de culpabilidad.

Mujer sufriendo pensando en los depredadores emocionales

La cárcel invisible del maltrato psicológico

La trampa invisible que ponen en marcha los depredadores emocionales es el maltrato psicológico, una de las formas de violencia de mayor incidencia. Esa en la que el control del otro, el abuso verbal, las amenazas, el desprecio y la crítica patológica tienen todo el protagonismo.

Según la psiquiatra psicoanalista Marie France Hirigoyen, la principal finalidad del depredador emocional es inutilizar a la víctima en sus funciones, relegándola, despreciándola y negándola cualquier tipo de comunicación. Lo cual conlleva a una lenta agonía mental y al desarrollo de trastornos tanto físicos como psicológicos.

El proceso de depredación emocional consiste en una intrusión en el terreno psíquico de la otra persona de forma lenta, progresiva y repetida en el tiempo. Así, uno de los primeros movimientos de los depredadores emocionales es la paralización de sus víctimas con el objetivo de impedir que puedan defenderse.

De forma sutil y enmascarada, les arrebatan su libertad y construyen los barrotes psicológicos necesarios para recluirlas en una situación total de indefensión y desvalorización.

De esta forma, a las víctimas les es muy complicado romper con la situación. Están aisladas, sin soporte afectivo al que acudir, invadidas por el miedo y con una imagen sobre sí mismas distorsionada.

Salir de esta cárcel invisible no es fácil, ya que las víctimas no son las personas que eran y hay que realizar un proceso de reestructuración tanto a nivel emocional como cognitivo con ellas. De ahí, que ser consciente de lo que sucede es el primer paso, así como identificar el maltrato psicológico y sus consecuencias -esas que les hacen creerse de la responsabilidad y la culpa de lo ocurrido-. De esta forma, serán capaces de comenzar a poner su energía en el rescate de sí mismas.

Por otro lado, es importante buscar una red de apoyo que ayude a las víctimas y que ejerza como su sostén emocional y sobre todo, acudir a un especialista. Incluso si la situación lo requiere buscar la intervención de la justicia.


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  • González de Rivera, José Luis, El maltrato psicológico, Espasa Calpe, Madrid 2002.
  • Hirigoyen, Marie-France, El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana, Paidós, Barelona 1999.

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