Los estilos atributivos y su relación con las emociones
¿Alguna vez has pensado que “no vemos el mundo como es, sino como somos”? Este pensamiento tiene una base real, ya que los filtros que cada persona utiliza para interpretar los acontecimientos pueden ser muy diferentes. Pero, además, esas explicaciones o causas que otorgamos a los sucesos condicionan nuestras emociones. Por eso, los estilos atributivos son tan significativos.
Estos estilos de pensamiento comienzan a formarse desde nuestra llegada al mundo. A medida que vamos viviendo, experimentando y relacionándonos con el entorno, comenzamos a comprender cómo funciona y a generar relaciones causa-efecto. Con el tiempo, cada individuo desarrolla su propio estilo explicativo, más o menos estable, sobre el que basa todas sus interpretaciones.
¿Qué estilos de atribución existen?
El estilo atributivo de una persona es la respuesta que da a la pregunta “¿por qué ha ocurrido esta situación?” Así, hay que analizar tres dimensiones:
- El tiempo. ¿La persona cree que se trata de un suceso puntual, que ha acontecido de una forma determinada en esta ocasión, pero no tiene por qué repetirse en el futuro? (inestable). O ¿piensa que se trata de un hecho estable, que se viene repitiendo de forma frecuente y continuará haciéndolo de aquí en adelante? Por ejemplo, ante un suspenso en un examen puede asumirse que nunca se logrará aprobar la asignatura; o por el contrario, que ha sido un hecho esporádico y será diferente la próxima vez.
- La situación. ¿Lo ocurrido se circunscribe a ese único contexto? (específico). O ¿ es generalizable a otras situaciones y escenarios? (global). Así, el anterior ejemplo del suspenso se podría interpretar como “me va mal en los estudios” o como “esta asignatura en particular me cuesta más trabajo”.
- El origen. Hace referencia al lugar en el que la persona coloca la causa de lo sucedido: en sí misma o en el exterior. En el primer caso, interpretaría que no sirve para estudiar, que no es buena aprendiendo y memorizando (locus de control interno). Y, en el segundo caso, podría asumir que ha sido una cuestión de mala suerte o que el examen era demasiado difícil (locus de control externo).
¿Cómo influyen los estilos atributivos en las emociones?
Las interpretaciones que pueden realizarse de un mismo hecho son tan dispares que las emociones asociadas pueden ser totalmente opuestas. Sin embargo, no hay un único estilo atributivo apropiado, ya que sus beneficios dependen de la situación concreta. Por ejemplo, ¿cómo explicas tus éxitos, tus logros y los acontecimientos positivos?:
- Si les atribuyes una causalidad interna, global y estable, asumirás que eres afortunado en muchos ámbitos de tu vida, que continuarás siéndolo y que juegas un papel importante en la consecución de esas metas. Por ende, tenderás a experimentar tranquilidad, felicidad y optimismo y contarás con una buena autoestima.
- Por el contrario, si realizas la interpretación del suceso positivo como específico, inestable y debido a causas externas, sentirás si ha sido una cuestión de azar, que no se volverá a repetir y que no está en tu mano influir para que los eventos agradables sigan sucediendo.
Algo similar ocurre al interpretar el fracaso y los eventos negativos. Los estilos atributivos internos, globales y estables llevan a la persona a pensar que ella es culpable de lo ocurrido, que falla en todo lo que se propone y continuará fracasando de aquí en adelante.
Por el contrario, una atribución inestable y específica abre la posibilidad a aprender de lo ocurrido y realizar cambios; pues, se asume que en otras situaciones los acontecimientos pueden ocurrir de manera diferente.
¿Se pueden cambiar los estilos atributivos?
Estas interpretaciones no solo condicionan las emociones, sino que además se relacionan con diferentes trastornos de espectros tan distintos como la ansiedad y la depresión. En el primer caso, la persona siente que es responsable de la ocurrencia tanto de los eventos positivos como negativos en cualquier circunstancia; y por ende, desarrolla una fuerte necesidad de control.
Por el contrario, en la depresión, el individuo tiende a pensar que la aparición de acontecimientos negativos está fuera de su alcance y que nada de lo que haga podrá influir en ello. Por lo mismo, tiende a la pasividad, la sumisión y la desesperanza.
Para evitar la aparición de estos trastornos, resulta conveniente revisar y modificar la tendencia a hacer atribuciones poco funcionales. Esto, pese a no ser fácil, es totalmente posible dado que se trata de un aprendizaje que puede reaprenderse con voluntad y perseverancia.
Si sientes que tu forma de interpretar el mundo te limita o te causa daño emocional, trata de poner en práctica unas atribuciones más flexibles y realistas.
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