Los verbos emocionales: ¿cómo nos pueden ayudar?

Los verbos emocionales son palabras necesarias en nuestro lenguaje y que marcan, en buena medida, la calidad de nuestras relaciones. Ahora bien, ¿cómo utilizarlos para que sean nuestros grandes aliados?
Los verbos emocionales: ¿cómo nos pueden ayudar?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 04 marzo, 2020

Los verbos emocionales contienen nuestros afectos, miedos, sentimientos y necesidades. Utilizarlos de manera adecuada pueden cambiar nuestra realidad personal, ayudándonos, por ejemplo, a reducir la ansiedad y mejorando la calidad de nuestras relaciones. Así, dentro de las claves de la correcta comunicación emocional, el buen uso de estos elementos es básico y esencial.

Me siento agotado por la situación que vivo en mi trabajo, siento que estoy dando todo lo que puedo, pero no se reconoce lo que hago”. “Estar contigo me hace feliz, siento que a tu lado las cosas siempre son fáciles y la vida es más apasionante”. Podríamos poner mil ejemplos sobre cómo usar esos términos de nuestro lenguaje que expresan estados del ánimo, además de emociones y sentimientos.

No obstante, hay varios detalles interesantes sobre los mismos. Hay quien no los usa, quien evita en sus comunicaciones pisar el mundo de las emociones. Otros, por su parte, los usan mal al servirse de ellos para hacer daño, para vulnerar las emociones de los demás.

El lenguaje, como bien sabemos tiene poder, es el canal más significativo y valioso que tenemos para favorecer nuestras conexiones o bien para generar distancias. Profundicemos un poco más en este tema.

Niña expresando verbos emocionales

Los verbos emocionales como reguladores de la conducta y el bienestar

Gran parte de nuestro desarrollo como personas se nutre del lenguaje. Esto lo vemos claramente en los niños y en cómo un buen estilo de comunicación, en el que no falte el afecto, el reconocimiento y la valoración, conforma en ellos la seguridad, la buena autoestima e incluso su facilidad a la hora de comunicar.

De este modo, un aspecto que a menudo descuidamos es el gran potencial que tiene la verbalización temprana de las emociones. Acercarles ya desde los tres y los cuatro años a ese universo donde los afectos y los estados de ánimo pueden quedar impresos en palabras les ayudará de manera excepcional a madurar en todos o casi todos los planos.

Así, frases como “estoy enfadado porque”, “me siento asustado cuando”, “estoy alegre porque”, “me preocupa esto y lo otro” actúan como auténticos procesos integradores. Es decir, sus pensamientos, emociones y comunicación están en equilibrio, sintonizados, y todo ello favorece la regulación del comportamiento.

De este modo, el niño que a los 5 años ya puede decir en voz alta lo que quiere, lo que le frustra o le molesta puede evitar (o reducir) la aparición de rabietas o muchas de esas conductas que quedan fuera de lugar.

Es más, expertos en el desarrollo infantil, como el psiquiatra Daniel Stern, señalan que nada es tan importante como el lenguaje emocional en la educación de los más pequeños.

Esto determina, lo queramos o no, al adulto del mañana, ese que será capaz de reconocer sus estados internos y transmitirlos en palabras o sencillamente, proceder al bloqueo y al comportamiento desadaptado.

Ejemplo de esto último pueden ser los enfados frecuentes, los ataques de ira o esos estados de ansiedad o depresión donde hay una nula gestión de las emociones.

Emociones y comportamientos, lo que dice la neurociencia

El buen uso de los “verbos emocionales” no solo mejora nuestras relaciones, además, puede cambiar nuestro comportamiento. ¿De qué manera? Favoreciendo la seguridad en nosotros mismos, reduciendo las conductas agresivas, ayudándonos a integrarnos mejor en cualquier contexto.

Estudios tan interesantes como los de la doctora Jeanine Vivona nos señalan que la buena comunicación emocional, sana y mejora nuestras conductas.

Desde el campo de la neurociencia nos recuerdan que regiones como la amígdala, son el asiento de emociones tan complejas como el miedo o la rabia. Si desarrollamos un buen lenguaje emocional, fortaleceremos la conexión entre ella y la corteza prefrontal de manera que esos estados se regularán mucho mejor y nuestro comportamiento será más ajustado y menos impulsivo.

De este modo, algo que recomienda la doctora Vivona es la terapia de conversación, esa que tantos beneficios proporciona en enfoques como el cognitivo-conductual o en la terapia de aceptación y compromiso. En esos contextos, logramos ayudar a la persona a tomar conciencia de sus emociones y verbalizarlas de manera adecuada.

Chica hablando con su pareja sobre la necesidad de ser aprobados

¿Qué verbos emocionales son los que debería usar en el día a día?

No hay verbos emocionales más poderosos o recomendables que otros. Cada situación demandará el uso de unos, cada necesidad nos obliga a conjugar unos verbos en concreto. Sea como sea, reflejan eso que bombea en nuestro interior.

Me siento enfadado y decepcionado ahora mismo porque no me has tenido en cuenta en esta decisión. Comprendo tu posición, pero… “. “Estoy orgulloso e ilusionado por lo que has logrado”. “Me preocupa el modo en que estamos llevando esto, siento que podríamos dar más de nosotros mismos si nos coordináramos”.

El buen uso de la comunicación emocional requiere tiempo y práctica. Aún más, requiere de nosotros cierta valentía y asertividad para entender que no basta solo con decir lo que sentimos; hay decirlo bien, con respeto y buena empatía. Por tanto, trabajemos esta herramienta de vida y de convivencia.


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  • Vivona JM (2014). Introduction: How does talking cure? Journal American Psychoanalytic Association 62: 1025-1027.

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