Ludopatía y mujer, análisis del perfil psicológico

La ludopatía en mujeres es una enfermedad con un añadido extra: el estigma que soportan. Aquí te contamos el perfil de las jugadoras compulsivas.
Ludopatía y mujer, análisis del perfil psicológico
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 27 octubre, 2022

La ludopatía en la mujer tiene un perfil diferencial al de los hombres: aunque apuesten menos, niegan su dependencia con más ahínco y suelen ser más reacias a buscar ayudar profesional. Muchas personas ven el apostar como una forma divertida de asumir un riesgo.

Pero esa diversión puede llegar a convertirse en un problema de salud específico si no se mantiene bajo control. Estas personas pueden llegar a perder grandes cantidades de dinero, así como arruinar su vida o agravar sus problemas, llegando a caer en la adicción al juego o ludopatía.

Aproximadamente un 2-3% de la población española se encuentra afectada por este problema, aumentando su incidencia en adolescentes en los últimos años.

El perfil de las mujeres ludópatas

Las mujeres ludópatas parecen distribuirse en dos grupos, aquellas de 18-30 años, principalmente solteras, y aquellas de 45-55 años, casadas o divorciadas. En relación con el nivel educativo, cuanto menor es este, mayor es la probabilidad de desarrollar una adicción al juego.

También se ha estudiado la ludopatía en mujeres adultas mayores. Suelen ser asiduas de casinos y máquinas tragaperras del barrio en el que viven y tras su adicción subyacen sentimientos de vacío existencial, utilidad o represión de la propia identidad que liberan con la sensación del juego.

Y respecto a la situación laboral, hay un claro predominio de las amas de casa. Por lo general, a diferencia de los hombres que prefieren los juegos inmediatos y activos, como las máquinas tragaperras, las mujeres prefieren los pasivos y menos inmediatos, como son las loterías o cupones. Aunque es el bingo en el que mayor número de mujeres ludópatas pierden su dinero.

¿Qué les motiva a jugar?

Por lo general, las mujeres tienden a la ludopatía para hacer frente a sus problemas personales, como el aburrimiento o la soledad, y familiares, así como para afrontar su estado de ánimo disfórico. Más que la búsqueda del conocido subidón, supone una vía de escape para los problemas cotidianos.

También, en este caso, pueden contribuir los antecedentes familiares de juego o alcohol excesivo, pudiendo aumentar el riesgo con la presencia de un divorcio temprano entre los padres, o la experimentación de algún suceso traumático como la pérdida de un ser querido. Las conductas impulsivas y el consumismo excesivo también son factores de riesgo para la ludopatía.



Consecuencias de la ludopatía en la mujer

La ludopatía conlleva un deterioro de la mujer en los planos físico, mental y relacional de manera progresiva. Trastornos mentales como la depresión o la ansiedad, así como alteraciones psicosomáticas, pueden constituir la parte más visible de la ludopatía. Por el contrario, aquello que no se ve (y que por un tiempo puede permanecer oculto) sería el sufrimiento causado por las pérdidas económicas, la inseguridad de ser descubierta, las mentiras o los autoengaños.

Además, los hijos también pueden sufrir las consecuencias de una madre jugadora patológica, más aún que cuando es su padre. Los hijos también sufren las consecuencias del deterioro económico, así como las disputas entre los padres, pudiendo llegar a ser el blanco de abuso tanto verbal como físico.

A veces, pueden sentirse como los responsables del clima emocional presente en el hogar, reaccionando de diversas maneras (bajo rendimiento escolar, conductas de juego, abuso de sustancias).

Ludopatía en mujeres y machismo

La sociedad no tolera de igual forma la ludopatía en hombres y mujeres. Mientras que los primeros suelen jugar por ganancia económica o por la búsqueda de emociones, las mujeres lo hacen como una vía de escape a situaciones estresantes de su vida.

Aun así, la acogida que reciben en su entorno cercano (especialmente la familia) suele ser mucho más negativa que en el caso de los hombres. Suelen ir solas a terapia, pues las personas de su alrededor consideran que es un problema que debe solucionar por su cuenta.

A la hora de definirlas, los adjetivos se vuelven más despreciativos: viciosas, malas madres, derrochadoras, débiles. Esto solo contribuye a impedir el reconocimiento del problema y el retraso de la búsqueda terapéutica. Mientras sean todo esto en lugar de enfermas, las posibilidades de recuperarse seguirán siendo diferenciales entre ambos sexos.


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