Maléfica: reescribiendo la historia
Maléfica (2014) causó furor en las salas de cine, los espectadores aplaudían la nueva propuesta de un personaje icónico de Disney. Sin embargo, la crítica no fue unánime. Se apuntó el exceso del filme, las interminables escenas de guerra y la sobredosis de azúcar con la que caracterizaron a un personaje que, en su origen, de buena no tenía nada.
Al actualizar un clásico es muy difícil dar con la nota acertada. De antemano, podemos anticipar que habrá personas a las que no les guste. Además, tratándose de un personaje tan conocido como Maléfica, podemos llegar a “destrozar” la infancia de muchos y la imagen que guardaban del personaje en sus memorias.
Disney, en los últimos años, se “ha puesto las pilas” para intentar encajar sus clásicos en un molde más actualizado, más acorde a las necesidades y modelos que buscamos ahora. Las nuevas generaciones ya no pertenecen a la realeza, y ya no necesitan príncipes que las salven, sino que se valen (o intentan hacerlo) por sí mismas.
Disney se dio cuenta de que los clásicos, como Blancanieves, La bella durmiente o Cenicienta, seguían enamorando a los más pequeños, pero esta vieja fórmula ya no funcionaba tan bien como antes. Disney necesitaba princesas que fueran fuertes, valientes, que no se preocuparan tanto por encontrar un príncipe, que representaran los nuevos iconos femeninos del siglo XXI. Así, surgen nombres como Mulan (1998) y Pocahontas (1995), a las que podemos considerar pioneras del cambio, y Elsa (Frozen, 2013) o Vaiana (2016), emblemas del futuro.
No hay princesa más insulsa que Aurora (La bella durmiente, 1959), duerme en la mayor parte de la película, apenas tiene diálogo y se enamora sin conocer al príncipe. Claro, estamos en 1959, por lo que no es de extrañar que el único cometido en la vida de estas princesas fuera encontrar un buen marido y vivir felices para siempre.
La Maléfica del siglo XXI, nos trae una historia un poco diferente; la propia Aurora es quien narra la historia y dice que, quizás, no se contó del todo bien anteriormente. Ni los buenos son tan buenos, ni los malos son totalmente malos; estos matices, esta escala de grises de maldad que presenta Maléfica hizo que muchos no aceptaran del todo el cambio, pues esperaban encontrar la maldad más pura e injustificada que caracterizaba a la Maléfica de 1959.
La evolución de Maléfica
Estamos muy acostumbrados a que Disney presente personajes extremos: unos representan la bondad en estado puro (llegando al extremo de la ingenuidad) y otros que, por el contrario, son la personificación del mal, de un mal que nunca se nos ha explicado.
Para muchos, esta esencia se ha perdido, a todos nos encanta ver malos que no tengan un motivo o que nuestra imaginación sea la que juegue a inventar su pasado. Sin embargo, lo cierto es que, en pleno siglo XXI, las exigencias del público también han cambiado: queremos saberlo todo, queremos saber qué pasa por la mente de los personajes y qué les motiva a actuar de una u otra forma. Vivimos en la era de la información en tiempo real, queremos un porqué, una causa… queremos creer en la historia que estamos viendo.
Así, en esta nueva versión del clásico, descubrimos el pasado de Maléfica y, aunque su nombre no acompaña demasiado, no es tan mala como nos la habían retratado. Maléfica no era más que un hada huérfana que vivía en el páramo, un reino donde vivían otras criaturas fantásticas; al otro lado, se encontraba el reino de los hombres, donde la codicia se apoderaba de sus almas. Maléfica entabla amistad con un niño llamado Stefan que vive en una granja; él también es huérfano y ambos comenzarán una amistad.
Stefan sigue visitando a Maléfica y, cuando cumplen 16 años, le da un beso (supuesto símbolo de su amor verdadero). Sin embargo, Stefan es ambicioso y aspira a convertirse en rey pese a su origen humilde; esta ambición hará que se aleje de Maléfica y que, finalmente, la traicione arrancándole sus alas. El rey lo nombrará sucesor y Stefan consigue, al fin, su ansiada meta; y Maléfica se refugia en su odio y su sed de venganza, convirtiéndose en la villana que conocimos en La bella durmiente.
Atando cabos sueltos
La película Maléfica se encarga de “arreglar” y rellenar los huecos que quedaron sueltos en el pasado. Maléfica ahora no es un personaje al que odiemos, sino que comprendemos y nos esforzamos por entender por qué actuó así.
Es cierto que la idea de venganza y el odio siguen muy vinculados al personaje, pero, al conocer a la pequeña Aurora, terminará por encariñarse con ella y tratará de enmendar su error. Además de la evolución de Maléfica, presenciamos algunos cambios que explican vacíos de la primera versión:
- Las hadas: es cierto que fueron los personajes que enamoraron al público en La bella durmiente, pero, en Maléfica, vemos que son bastante más torpes de lo que esperábamos y, difícilmente, pueden hacerse cargo de un bebé. Algo que ha molestado y gustado a partes iguales.
- Aurora: sigue siendo inocente, pero es mucho más aventurera que la anterior versión. Ve a Maléfica como su hada madrina y su papel será fundamental en la redención de la protagonista. Igualmente, la historia de amor con el príncipe ya no será relevante en la trama.
- El cuervo: siempre ha sido un personaje importante para Maléfica en ambas versiones. Pero en esta, descubrimos que, al haber sido despojada de sus alas, necesita a alguien que se encargue de vigilar desde el aire. La elección del cuervo no es casual, pues son animales que se asocian a una gran inteligencia. Maléfica lo transforma en humano para darle órdenes y entre ambos surgirá un fuerte entendimiento. El cuervo, Diaval, se convertirá en una especie de conciencia de Maléfica.
Un beso de amor verdadero
Maléfica no cree en el amor, Stefan la traicionó a la edad de 16 años; por ello, castigará a su hija con su misma condena. El propio Stefan sabe que el amor verdadero no existe, pues él nunca lo ha profesado, tan solo conoce la codicia. Maléfica se dejó llevar por el odio y el rencor que guardaba a Stefan, pero al conocer a Aurora, ve que ella no es culpable de los actos de su padre, que ella no merece ese castigo y, aunque trata de revocar el hechizo, no lo consigue y la única solución es que reciba un beso de amor.
El escepticismo ante el amor de Maléfica hará que crea imposible su salvación, pero Diaval y las hadas creen que el beso del príncipe Philip podrá despertarla. Sin embargo, Philip, aunque se siente atraído por Aurora, todavía no está enamorado, apenas la conoce y su beso no logra despertarla; y es que el amor es algo mucho más complejo que lo que nos enseñaba Disney en sus clásicos.
Así, una Maléfica arrepentida y dolida por lo que ha hecho le da un beso, un beso totalmente maternal, pero de amor verdadero sin ninguna duda, haciendo que Aurora despierte de su sueño de muerte. Rompiendo, así, el tópico de todos los clásicos de Disney.
Fastidiar o reinventar un clásico, eso depende de la opinión. De lo que no cabe duda es de que, con estas nuevas versiones, nos acercamos más a unos estereotipos menos trágicos, menos vulnerables.
Reflejan una idea que se materializa cada segundo en el mundo: ni la maldad ni la bondad nacen de la nada y además no suelen ser extremas. En este sentido, todos tenemos una serie de matices en nuestro interior, todos podemos desencadenar el odio y el amor ante determinadas situaciones. Y, por fin, las mujeres no necesitan príncipes que las rescaten, el amor se construye poco a poco y, para que este sea sólido, hace falta algo más que la simple atracción inicial.
“Mi reino no fue unido por un héroe ni por un villano, sino por alguien que fue tanto un héroe como un villano. Su nombre era Maléfica”.
-Maléfica-