La mujer en la ventana: la agorafobia como cárcel

La mujer en la ventana es de esas películas que pasan de largo para la crítica, pero no para el público. Su gran virtud es la de ser un entretenimiento muy bien diseñado.
La mujer en la ventana: la agorafobia como cárcel
Cristina Roda Rivera

Escrito y verificado por la psicóloga Cristina Roda Rivera.

Última actualización: 05 octubre, 2023

La mujer de la ventana es la última película de género de suspense hecha por Fox 2000 antes de su fusión con Walt Disney Studios. Tras varios retrocesos en su estreno y despedazada por la crítica, ha aterrizado en Netflix arrasando entre el público. Una propuesta visual interesante y envolvente que te deja atrapada hasta los últimos minutos.

Una vez más, una película de baja calidad para los críticos se mete en el bolsillo al público. Pero es que este filme tiene muchos elementos para seducirnos. Puede tener el argumento de un telefilme, pero está envuelta en sofisticación y con una puesta en escena asombrosa.

En la proyección nada es lo que parece hasta el final. Está dirigida por Joe Wright (‘Orgullo y prejuicio’, ‘Expiación’) y escrita Tracy Letts, basándose en la novela superventas de A.J. Finn y protagonizado por Amy Adams.

La mujer en la ventana: conectando con un público sensibilizado

El público busca historias entretenidas que tengan una pizca de misterio y personajes con los que se puedan identificar, a los que puedan odiar o amar.

En estos momentos, ver a una mujer encerrada en su casa, con miedo de salir a la calle y narcotizada puede recordarnos un tanto a la vida en confinamiento. Es por eso que La mujer en la ventana ha acumulado visualizaciones sin tener que conquistar a la crítica, como muchas veces sucede.

La película es la adaptación de una novela de 2018 de AJ Finn, dirigida por Joe Wright (Expiación) cuyo estreno en cines estaba planeado para el 2019. Finalmente, su programación quedó en manos de la Fusión Fox-Disney y aterrizó en Netflix. En la plataforma se siente como en casa con un público que busca, sobre todo, entretenimiento.

La mujer en la ventana: la casa como evitación y miedo al resto del mundo

En la película, la Dra. Anna Fox (Amy Adams) vive en una gran casa de piedra rojiza en una manzana de edificios residenciales de Harlem. Su marido (Anthony Mackie) y su pequeña hija (Mariah Bozeman) están en otro lugar que no se especifica y que se irá descubriendo a lo largo de la película.

Sufre de agorafobia aguda y ansiedad crónica a las que se enfrenta con puñados de pastillas y grandes vasos de vino. Llena sus días de películas, especialmente de Hitchcock y pronto cae en una situación similar a la película Una ventana indiscreta.

Mirando en la casa de piedra rojiza al otro lado de la calle, se da cuenta de que una nueva familia se está mudando: una pareja, los Russell y su hijo adolescente (Fred Hechinger).

Pronto, la madre del niño, Jane (Julianne Moore), se acerca y se hace amiga de ella. Unos días después, Anna mira por la ventana y ve cómo apuñalan a Jane en la casa de los Russell. Cuando Anna llama a la policía, tanto los Russell como el inquilino que vive en su sótano (Wyatt Russell), parecen tomarla como loca, especialmente el marido de Jane, Alistair (Gary Oldman).

¿Quién es La Mujer en la ventana?

La película revela poco del pasado de Anna. De hecho, vacía artificialmente su vida de amigos y familiares. Sus sesiones con Karl, su psiquiatra, se truncan y llegan a su pasado solo en algunas cuestiones. La película no contiene detalles de Harlem o de la ciudad en general.

Su guión procede simplemente a configurar sus revelaciones, lo que tiene el efecto de desviar el peso dramático de la película a un final apresurado y fácil. La configuración de la película está dominada por el trastorno mental de Anna: su ansiedad se ve amplificada por sus métodos de afrontamiento.

La mujer en la ventana: el trastorno psicológico de Anna

El estado mental de Anna es el único elemento que surge con vigor imaginativo. Sufre de agorafobia, pero a la vez parece tener un trastorno de estrés postraumático y una adicción al alcohol y los medicamentos. Las ambigüedades de su experiencia, la duda sobre si sus propias percepciones o las personas que la rodean no son dignas de confianza dan lugar a la estética inusual y atractiva a la película.

Wright filma a Anna a través de sus propias ventanas, reflejada en sus cristales, a través de las lamas de sus persianas. Sobre la barandilla, a través de los montantes de su escalera, confinada en el marco de la puerta que conduce a su sótano o bajo el paraguas, al que tiene como otra de sus principales armas para intentar mantener a raya las limitaciones que genera su agorafobia.

Mujer en una ventana

El aislamiento en los trastornos psicológicos

El propio sentido de identidad se refracta, difunde o se hace añicos. Está abrumada por los ángulos y ornamentos de su entorno, por las exigencias que aún pesan dentro de su vida encerrada. La impotencia hace que se encoja en el sofá.

Ese estado hace que Anna se vista “como una trastornada”. Sus circunstancias hacen que, casi irremediablemente, su testimonio sea puesto en duda. Casi nadie cree a personas que medicadas presas de un estado de ansiedad muy fuerte.

Además, Amy Adams tiene una habilidad especial para interpretar personajes inteligentes y competentes bajo el asedio de demonios internos y presiones externas. Un saber hacer que supone el soporte de la película en cuanto a talento.

Hay películas que no necesitan de un guion bríllate o de una fotografía maravillosa, que con una buena historia y un buen ritmo son capaces de hacer que sigamos con interés la historia, y La mujer en la ventana es una de esas. Tiene la virtud de colocar a la protagonista en una situación muy particular y de lanzar preguntas que nuestra curiosidad nos anima a intentar resolver, y por lo tanto, a permanecer atentos a la pantalla.


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