Neltiliztli: la verdad para la cultura náhuatl, un término inspirador
Los nahuas son un grupo de pueblos nativos de Mesoamérica. Estas regiones antiguas del Anáhuac con lengua propia erigieron una cultura fascinante. Su filosofía tiene poco que envidiar a la cultura griega o a figuras como Aristóteles o Confucio. Un ejemplo, el concepto de verdad para la cultura náhuatl (neltiliztli) se asocia con la propia de las raíces de los árboles.
Este término, deriva de la conjunción de dos bellas palabras: nelli, ‘raíz’ y yollotl, ‘corazón’. Es decir, todo aquello que es verdadero tiene sus cimientos y una energía que le confiere vida y durabilidad. Aún más, todo lo que está arraigado se vuelve sólido, no es voluble ni ilusorio, sino que cumple un fin concreto.
En una sociedad actual, dominada por las posverdades y por esa distorsión casi constante de la realidad, necesitamos más que nunca tomar contacto con nuestros legados del pasado. En ocasiones, al volver a nuestros orígenes logramos hacer una reflexión más profunda y luminosa sobre cómo hemos avanzado.
Neltiliztli, una idea que conviene recordar
Es casi imposible no quedar fascinados por la cultura del Anáhuac, la cual floreció en el Valle de México entre los siglos IX y XVI. Si bien es cierto que la grandeza de dichos pueblos quedó disuelta por la llegada de los conquistadores europeos a Mesoamérica, afortunadamente buena parte de su legado artístico y filosófico aún se conserva.
Por ejemplo, disponemos de algunos códices que nos permiten comprender su epistemología, su visión del mundo y sus principios morales o de conducta. La verdad para la cultura náhuatl se vincula de manera directa con un principio puramente ético, y no desde el clásico marco de la metafísica de la filosofía occidental.
De este modo, la finalidad de la educación nahua era forjar a una persona madura, con un rostro sabio y con un corazón resistente como el tronco de un árbol. La verdad (neltiliztli) es lo que confiere rectitud al ser humano, mientras que el corazón (yollotl) se asocia a las facultades cognoscitivas, volitivas y creativas.
La vida y el propio ser humano son entidades fugaces
La vida es un recurso fugaz, finito y con fecha de caducidad. Sin embargo, damos por sentado que somos eternos y lo que ocurre hoy, mañana prevalecerá; pero no es así. La existencia es cambiante, voluble e impredecible. La verdad para la cultura náhuatl es un modo de tomar conciencia de las cosas profundas que nos envuelven.
Solo así somos un poco menos fugaces, solo así alcanzamos, según la cultura del Anáhuac, la divinidad. La persona que no practica la verdad no tiene raíces, no tiene cimientos con este mundo y, por lo tanto, es frágil y voluble.
Tecayehuatzin, uno de los gobernantes del pueblo azteca y célebre filósofo, explicaba que las personas somos quebradizas como el jade y que tarde o temprano buscamos la redención a través de las palabras verdaderas y las nobles acciones. Es entonces cuando alcanzamos la eternidad.
El ideal de la educación nahua era ayudar a las personas a desarrollar la personalidad, el autoconocimiento y la reflexividad para que, conociéndose, tomaran contacto con la verdad y lograran la felicidad.
La verdad para la cultura náhuatl y su relación con la naturaleza
Es llamativo y casi inspirador que la verdad para la cultura náhuatl tenga un vínculo directo con el mundo natural. Neltiliztli, proviene como hemos señalado del término nelli que significa ‘raíz’. Es un modo de asociar lo auténtico y lo perdurable con la figura de los árboles más firmes y regios. Aún más, pocas entidades hay más eternas que la propia naturaleza, de ahí esa connotación, esa metáfora.
El pueblo del Anáhuac vivió en armonía con lo natural y obtenía de ella su sabiduría. De hecho, para esta cultura el auténtico conocimiento se adquiría por medio de un yoltéotl, ‘un corazón poderoso’ en el que fluía el téotl, una fuerza sagrada. La naturaleza y el téotl eran la misma cosa, la misma esencia.
En la actualidad, las sociedades modernas viven cada vez más alejadas de la naturaleza. Si bien es cierto que somos poseedores de los más variados y sofisticados conocimientos, no son sabidurías que ennoblezcan el alma o que faciliten la conexión con la tierra. Hemos cambiado, se ha perdido ese simbolismo y esa filosofía del ser humano conectado con sus esencias primigenias.
La necesidad de escuchar nuestro corazón
La persona de rostro sabio y corazón firme dialoga con su propio corazón a diario para tomar contacto con lo verdadero, lo que tiene raíz y facilita la trascendencia, la rectitud. De este modo, y según esta cultura antigua, nos convertimos en toltécatl (artistas), en hombres y mujeres que al tomar contacto con su ser interno logran sacar a luz cualquier cosa de su mente.
Pocas cualidades son más necesarias que esa necesitada introspección, que ese ejercicio enriquecedor que ya practicaban los náhuatl y que no podemos dejar de lado. Escucharnos, pensar, sentir y practicar la verdad nos convierte en figuras sabias y también felices…
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