Lo que dice la neurociencia sobre la procrastinación
En los últimos 10 años se ha avanzado de manera muy notable en el estudio del cerebro. El momento actual se cataloga como uno de los más emocionantes en la historia de las neurociencias. Estas han comenzado a escudriñar temas que hasta ahora no entraban en su órbita, como la procrastinación.
¿Qué nos dice la neurociencia sobre la procrastinación? Ha surgido un importante caudal de datos que permiten explicar los procesos llevados a cabo en el cerebro y que, aparentemente, determinan el hecho de procrastinar. Aunque, como es sabido, las conductas no solo pueden explicarse a partir de procesos fisiológicos, lo cierto es que estos también influyen en ellas.
La procrastinación no es una conducta habitual en todas las personas. Quizás todo el mundo ha incurrido en esas postergaciones indefinidas alguna vez, pero lo cierto es que en algunas personas se trata de una conducta crónica. Tienen enormes dificultades para terminar lo que comenzaron. En ellas se ha centrado la investigación al respecto.
“La neurociencia, en otras palabras, nos da permiso para darnos un descanso cuando nos encontramos verdaderamente atascados, y es el descanso el que nos ayuda a obtener la solución”.
-Barbara Oakley-
La procrastinación
La procrastinación pone nombre a esas situaciones en las que se posterga una actividad o situación que debe atenderse. Lo frecuente es que se busque sustituir esa actividad o situación por otra que sea más agradable y, por lo general, más irrelevante. De este modo, no se atiende ni se concluye algo que es importante y se le deja “para después”. Ese “después” nunca llega.
Todo ello lleva a que quien procrastina empiece muchas cosas y no las concluya. Hay un punto en que le resulta muy desagradable, o incluso intolerable, empezar o continuar con lo que tiene que hacer y busca la manera de “ganar tiempo”.
Un ejemplo típico de la procrastinación sería: una persona debe organizar un archivo que requiere para su trabajo. Sin embargo, es una tarea que no le apetece nada. Además, entiende que le va a llevar tiempo y quizás a corto plazo la vea como poco rentable -hoy tarda menos en encontrar un documento que lo que puede tardar en ordenar su archivo-. Sabe que a la larga, ganará tiempo, pero nunca encuentra el momento… Se dice a sí misma que ya lo hará cuando tenga un rato, pero la realidad es que nunca lo tiene.
Las neurociencias y la procrastinación
La doctora Barbara Oakley, profesora de la Universidad de Oakland, ha recogido información acerca de lo que dicen las neurociencias sobre la procrastinación. En principio, señala que las investigaciones sobre el tema apuntaron a que los procrastinadores crónicos tenían dificultades en las regiones neuronales asociadas al autocontrol y la regulación emocional.
Ajustar el funcionamiento de esas zonas es posible. El problema es que para hacerlo se requiere un ejercicio de autocontrol , lo que nos lleva a un círculo vicioso. Sin embargo, esto no es todo lo que las neurociencias dicen frente al tema.
Otras investigaciones al respecto señalan que los procrastinadores tienen problemas para reparar su estado de ánimo a corto plazo. Sienten malestar y no lo solucionan de forma inmediata. Así mismo, hay una especie de separación entre la percepción del yo presente y el yo futuro.
Dicho de una forma más sencilla, la procrastinación es una forma de afrontamiento que apuesta por los beneficios que se obtienen de manera inmediata.
El dolor y la procrastinación
Una hipótesis más interesante señala que algunas personas llegan a sentir “dolor” en el cerebro al hacer alguna actividad que les resulta desagradable. En esos casos, se activa un mecanismo llamado “red neuronal por defecto” para aliviar esa sensación. Esta red se activa cuando una persona está atascada frente a algún problema al que no le ve solución.
Según esta tesis, las personas resuelven problemas gracias a rutas neuronales previamente marcadas. Es decir, se soluciona la dificultad con el aprendizaje previo. Cuando una persona se atasca es porque no cuenta con referentes. Es allí cuando se activa la red neuronal por defecto y la mente comienza a divagar.
A partir de esto, se concluye que lo peor que una persona puede hacer es insistir en superar ese bloqueo. Lo indicado es alejarse del foco de la dificultad, en otras palabras, descansar. Esto ayuda a que se active un foco difuso y el cerebro comience a elaborar una nueva ruta de acción.
Así pues, la procrastinación se evita haciendo algo tan simple como descansar. Si una persona lleva a cabo una actividad que le resulta desagradable, o frente a la cual está bloqueada, lo mejor es que haga pausas cada vez que sienta la necesidad de hacerlo. De este modo, es probable que pueda empezar o terminar esa tarea que le apetece tan poco.
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- Becerra, L. D. A. (2012). Aproximación a un concepto actualizado de la procrastinación. Revista Iberoamericana de psicología, 5(2), 85-94.