Ni contigo ni sin ti, conmigo

Ni contigo ni sin ti, conmigo
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Raquel Aldana

Última actualización: 22 junio, 2019

Celos, temores, reproches, enfados, complejos… ¿Hasta dónde puede llegar a contaminarse un amor? Hablamos de esos amores con condiciones, esos por los que esperamos, por los que nos quedamos a un lado con la esperanza de que algún día nos den lo que necesitamos.

Pero en esta vida hay pocas cosas que nos pillan de sorpresa, somos capaces de vaticinar rápidamente que eso que anhelamos nunca nos llegará de la mano de un amor que nos está sometiendo a la espera.

Entonces llegan las sombras, las 7 plagas, los mil males, la tristeza, el cansancio y la desilusión. Y cuando lo hacen reina la más absoluta desolación, esa que nos impide seguir avanzando y hace que nos abandonemos.

La libertad no existe sin desapego, ni el desapego es falta de Amor.

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No nacemos cautivos, nos cautivamos

La triste realidad es que abonamos el terreno emocional para cultivar amores insanos, de esos que obstruyen y destruyen. No apartamos las malas hierbas de nuestro camino y eso trae consecuencias. Si no cultivamos primero un amor genuino en nosotros mismos, tenderemos a buscarlo en los demás. Esto nos puede llevar a establecer relaciones, incluso, insanas.

Prefiero estar mal contigo, que solo y sin ti”, puede pensar mucha gente. De esta forma, estamos llevando a cabo una elección apoyada en el miedo a la soledad, en no saber estar con nosotros mismos, e incluso, en pensar que no merecemos ser felices. Este último pensamiento subyace a muchas relaciones tóxicas. Un bajo nivel de amor y empatía hacia uno mismo lleva a buscar ese amor tóxico bajo la premisa inconsciente de que no nos merecemos a alguien que nos haga felices.

No será posible deshacernos de la tristeza y el desconsuelo si no actuamos en la dirección contraria. Es mejor no taparse los ojos. Cuando algo va mal simplemente se sabe, se intuye y se palpa en el ambiente.

Ni la libertad es falta de amor ni el apego es amor

En verdad, la manera de entender las relaciones y el amor es muy relativa. Querer ser un alma libre no significa renunciar al amor. Del mismo modo, hay relaciones que, aunque queramos mucho a la otra persona, son realmente tóxicas y dolorosas.

Hay muchas historias de amor que se pierden por orgullo, por olvido o, simplemente, por dejadez. Pero hoy hablamos de esas relaciones que han sido envenenadas por la viuda negra del amor: el sometimiento emocional.

natalia maroz

Por eso, cuando el amor se convierte en un ni contigo ni sin ti, es hora de abandonarlo o de reciclarlo. Es decir, en toda relación tiene que primar la salud emocional de uno mismo. Llega un punto en el que en lugar de sentir amor, lo que prima es el apego. Esto es, la dependencia y necesidad de la otra persona. Etiquetamos a la pareja como la causa de nuestra felicidad y la responsabilizamos de ella. Este planteamiento es del todo equívoco ya que nadie tiene la obligación de hacernos felices.

La libertad es amar a la otra persona tal como es, sin condicionarla, sin decirle cómo ha de ser. Al mismo tiempo, amar en libertad también implica dejarla ir cuando llega el momento. Puede que pienses que necesitas a esa persona, puede que te aporte muchas cosas pero hay momentos en los que hay que quitarse la venda y llegar a comprender que está incomodando a tus emociones.

Uno no se ama a sí mismo hasta que no le duele el amor

Esto es cierto, no logramos amarnos a nosotros mismos hasta que no nos hace falta. Esa necesidad interna de querernos y de comprendernos surge cuando alguien o algo nos falla, porque solo entonces vemos nuestras carencias.

La gente siempre piensa que lo más doloroso es perder a quien amas. Pero la verdad es que perderse sí mismo en el proceso de amar a alguien demasiado, olvidándote de quién eres, es mucho peor.

Cuando lo damos todo por un amor que no se lo merece, empezamos a querernos. Que nos toquen el orgullo hace saltar las chispas de nuestro amor interno. Nos cuestionamos en qué hemos fallado, nos planteamos cómo podremos sentirnos mejor y cómo saldremos adelante. O sea, que el amor propio entra por la cabeza, no por el corazón.

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La tristeza y el sentimiento de vacío que se crea dejando ir lo que no nos hace bien es solo un reflejo del anhelo que nos ofrece lo que pudo ser y no fue, lo que queríamos que fuese y no llegó.

Si dejas entrar a esa tristeza sin miedo, te llevará a la liberación definitiva, a la independencia, a una vida sin resistencias, sin celos, sin reproches y sin culpas que contaminen.

Así, que si nos hemos subido al barco del amor contaminado, lo mejor es buscar algo que nos ayude a flotar en nuestro interior. Porque, ante todo, nuestra vida no se vive con o sin alguien, sino con nosotros mismos.


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