No me mires que pierdo la memoria

Mantener la mirada de otra persona altera de forma momentánea nuestras funciones cognitivas según la ciencia. La neurocientífica Raquel Marín nos habla sobre ello.
No me mires que pierdo la memoria
Raquel Marín

Revisado y aprobado por la neurocientífica Raquel Marín.

Escrito por Raquel Marín

Última actualización: 20 agosto, 2019

A todos nos ha pasado alguna vez eso de quedarnos atrapados en los ojos de otra persona y sentir que no recordamos lo que estábamos haciendo o pensando en ese momento.

No es casualidad, ya que se ha demostrado científicamente que mantener la mirada de otra persona altera momentáneamente la memoria y la capacidad cognitiva. De ahí el título de este artículo No me mires que pierdo la memoria. 

Pareja mirándose mientras sonríen

Atrapada en los ojos de un jabalí

Quedar cautivado por la mirada de otros ojos no parece exclusivo entre humanos. Al menos, en mi experiencia personal. De hecho, recuerdo de niña mientras visitaba un zoológico haber quedado atrapada en los ojos de un jabalí macho, bastante corpulento, que descansaba plácidamente en el zoológico.

Tras el contacto visual, el jabalí quedó inmóvil mirándome fijamente a los ojos durante algunos instantes que me parecieron eternos. ¿Qué paso en ese momento? ¿Le hipnotizó mi mirada? Seguramente nunca sabré la respuesta, pero desde ese intercambio visual humano-jabalí cambié mi percepción de estos animales. Su recuerdo se “humanizó” en mi memoria.

Con tu mirada pierdo la cabeza

Aunque parezca el título de una canción romántica, algunos datos científicos indican que mantener la mirada fija de otra persona, incluso desconocida, mientras desarrollamos una tarea mental, nos hace perder la concentración. Para que este fenómeno ocurra, se calcula que el intercambio de miradas debe estar por encima de los tres segundos. A partir de ese momento, se pueden generar alteraciones cognitivas momentáneas. Algunos ejemplos se citan a continuación.

En una investigación efectuada por científicos japoneses, se seleccionaron voluntarios que tenían que asociar palabras relacionadas mientras veían en una pantalla unos ojos que les miraban fijamente. Cuando se comparaban con personas que jugaban sin el contacto visual de la pantalla, se observó que los que estaban sometidos a “la mirada” eran más lentos a la hora de asociar las palabras.

Los investigadores concluyeron que cuando el cerebro está desarrollando una actividad intelectual que requiere una alta concentración, el mero contacto visual interfiere en la capacidad cognitiva y merma las facultades mentales implicadas en ejercer con éxito otras tareas cognitivas simultáneas.

Evita las miradas, si no quieres olvidarte

Otra investigación científica interesante reveló que mantener fija la mirada durante unos instantes puede alterar los recuerdos. En el estudio, los participantes tenían que relatar acontecimientos de su vida pasada. En un primer caso, mientras mantenían la mirada en un punto fijo en una pantalla. En un segundo caso, mientras movían los ojos libremente sobre la pantalla.

¿Os imagináis lo que ocurrió? Cuando se relataban recuerdos del pasado con la mirada fija en un punto, los detalles del relato eran más vagos y se describían con menos detalle que cuando los ojos miraban libremente durante el relato.

Los científicos concluyeron que mirar a un punto fijo puede comprometer los recursos cognitivos necesarios para la reconstrucción de la memoria autobiográfica.

Ojo azul de una mujer

Leer lo que esconden los ojos

El movimiento de las pupilas suele delatar los sentimientos que se encierran detrás. Por ejemplo, las pupilas se dilatan cuando sentimos sorpresa o excitación emocional e intelectual. Por el contrario, entrecerramos los ojos y reducimos el tamaño de las pupilas cuando sentimos repulsa o desagrado. Incluso aunque intentemos disimular, nuestras pupilas nos delatan.

La dilatación de la pupila que acompaña a la excitación sexual se conoce desde épocas remotas. Por ende, las pupilas más dilatadas han sido un atributo de belleza en culturas antiguas (y modernas).

Se cuenta que las mujeres del Imperio Romano consumían la planta belladona para dilatar las pupilas y estar más atractivas. Esta planta contiene atropina, que ejerce este efecto dilatador. La belladona también se utilizaba como narcótico o afrodisíaco, si bien su consumo en exceso es tóxico.

Los ojos son una herramienta potente de seducción y … ¡también de olvido!


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