No me mires que pierdo la memoria
Mantener la mirada de otra persona altera de forma momentánea nuestras funciones cognitivas según la ciencia. La neurocientífica Raquel Marín nos habla sobre ello.

A todos nos ha pasado alguna vez eso de quedarnos atrapados en los ojos de otra persona y sentir que no recordamos lo que estábamos haciendo o pensando en ese momento.
No es casualidad, ya que se ha demostrado científicamente que mantener la mirada de otra persona altera momentáneamente la memoria y la capacidad cognitiva. De ahí el título de este artículo No me mires que pierdo la memoria.
Atrapada en los ojos de un jabalí
Quedar cautivado por la mirada de otros ojos no parece exclusivo entre humanos. Al menos, en mi experiencia personal. De hecho, recuerdo de niña mientras visitaba un zoológico haber quedado atrapada en los ojos de un jabalí macho, bastante corpulento, que descansaba plácidamente en el zoológico.
Tras el contacto visual, el jabalí quedó inmóvil mirándome fijamente a los ojos durante algunos instantes que me parecieron eternos. ¿Qué paso en ese momento? ¿Le hipnotizó mi mirada? Seguramente nunca sabré la respuesta, pero desde ese intercambio visual humano-jabalí cambié mi percepción de estos animales. Su recuerdo se “humanizó” en mi memoria.
Con tu mirada pierdo la cabeza
Aunque parezca el título de una canción romántica, algunos datos científicos indican que mantener la mirada fija de otra persona, incluso desconocida, mientras desarrollamos una tarea mental, nos hace perder la concentración. Para que este fenómeno ocurra, se calcula que el intercambio de miradas debe estar por encima de los tres segundos. A partir de ese momento, se pueden generar alteraciones cognitivas momentáneas. Algunos ejemplos se citan a continuación.
En una investigación efectuada por científicos japoneses, se seleccionaron voluntarios que tenían que asociar palabras relacionadas mientras veían en una pantalla unos ojos que les miraban fijamente. Cuando se comparaban con personas que jugaban sin el contacto visual de la pantalla, se observó que los que estaban sometidos a “la mirada” eran más lentos a la hora de asociar las palabras.
Los investigadores concluyeron que cuando el cerebro está desarrollando una actividad intelectual que requiere una alta concentración, el mero contacto visual interfiere en la capacidad cognitiva y merma las facultades mentales implicadas en ejercer con éxito otras tareas cognitivas simultáneas.
Evita las miradas, si no quieres olvidarte
Otra investigación científica interesante reveló que mantener fija la mirada durante unos instantes puede alterar los recuerdos. En el estudio, los participantes tenían que relatar acontecimientos de su vida pasada. En un primer caso, mientras mantenían la mirada en un punto fijo en una pantalla. En un segundo caso, mientras movían los ojos libremente sobre la pantalla.
¿Os imagináis lo que ocurrió? Cuando se relataban recuerdos del pasado con la mirada fija en un punto, los detalles del relato eran más vagos y se describían con menos detalle que cuando los ojos miraban libremente durante el relato.
Los científicos concluyeron que mirar a un punto fijo puede comprometer los recursos cognitivos necesarios para la reconstrucción de la memoria autobiográfica.
Leer lo que esconden los ojos
El movimiento de las pupilas suele delatar los sentimientos que se encierran detrás. Por ejemplo, las pupilas se dilatan cuando sentimos sorpresa o excitación emocional e intelectual. Por el contrario, entrecerramos los ojos y reducimos el tamaño de las pupilas cuando sentimos repulsa o desagrado. Incluso aunque intentemos disimular, nuestras pupilas nos delatan.
La dilatación de la pupila que acompaña a la excitación sexual se conoce desde épocas remotas. Por ende, las pupilas más dilatadas han sido un atributo de belleza en culturas antiguas (y modernas).
Se cuenta que las mujeres del Imperio Romano consumían la planta belladona para dilatar las pupilas y estar más atractivas. Esta planta contiene atropina, que ejerce este efecto dilatador. La belladona también se utilizaba como narcótico o afrodisíaco, si bien su consumo en exceso es tóxico.
Los ojos son una herramienta potente de seducción y … ¡también de olvido!
Raquel Marín es neurocientífica, catedrática de Fisiología y divulgadora científica. Se doctoró en Biomedicina en la Universidad Laval de Quebec y ha dedicado gran parte de su vida a la investigación científica, en particular a las enfermedades del cerebro en el envejecimiento y los nutrientes neurosaludables. Tiene una amplia bibliografía científica con 127 publicaciones científicas internacionales y numerosas ponencias en todo el mundo. Ha recibido varios premios: el Premio a la Mujer Investigadora en Biomedicina en la Universidad Laval (Canadá), el Premio de Investigación Agustín de Bethencourt de la Fundación Caja Canarias, la Medalla Europea al Trabajo de Economía y Competitividad, la Medalla de Honor del Instituto de Ciencias Forenses de Barcelona y el Premio Expofinancial 2019 por su divulgación sobre nutrición y salud cerebral. Además, ha dado cientos de charlas en centros públicos y privados. Es colaboradora en diversos programas de la radio como Radio Nacional en Cataluña, Cadena SER, Radio Autonómica de Canarias, Radio Nacional de Colombia, etc. También participa con frecuencia en programas de la televisión como el Programa La Mañana y Saber Vivir (TVE1), televisión española en Canarias (programa Buenos Días Canarias), etc. Además es autora del libro de no-ficción “Dale vida a tu cerebro” (RocaEditorial). En octubre de 2019 saldrá en librerías su segundo libro de divulgación: “Pon en forma tu cerebro”, una guía práctica con ejercicios y recetas culinarias para tener un cerebro en plena forma toda la vida. En su página web www.raquelmarin.net escribe noticias de actualidad sobre la investigación del cerebro y la nutrición. También aporta recetas neurosaludables de su propia cosecha, sencillas, económicas y sabrosas para tener la mente a tope.