No sufro de amnesia, solo me acuerdo de lo bonito y de lo que quiero

Guardar malos recuerdos es una trampa mortal para nuestros sentimientos y nuestras emociones. Con más frecuencia y efectividad de la que creemos, los posos de un mal recuerdo van instalándose en nuestra mente y desequilibrándonos.
Seguramente nuestro rencor e incluso nuestras ansias de venganza tengan una base más que justificable, pero lo cierto es que con esos sentimientos solo nos hacemos daño a nosotros mismos.
No es que haya perdido la memoria, es que solo recuerdo lo que a mí me apetece. Se llama memoria selectiva y es muy saludable tenerla.
Los malos recuerdos generan una compleja inestabilidad que echa profundas raíces en nuestro interior. Esto sucede porque cuando nos sentimos defraudados o dolidos hay algo que se nos rompe por dentro, dejándonos sin capacidad de reacción.
Es decir, como generalmente no tenemos la opción de expresar lo que queremos, acabamos dándole demasiadas vueltas a la situación y generando ideas y sentimientos negativos contra nuestro “enemigo”.
Con el tiempo estos sentimientos se hacen más intensos y provocan problemas de diversa índole, tanto psicológicos como físicos. Es como llevar a nuestras espaldas de manera permanente lo que esa situación o persona supuso en un momento dado.
En definitiva, cargando con malos recuerdos y sentimientos nos negamos la oportunidad de ser felices.
Es mejor quedarse con los buenos recuerdos
Alimentar nuestros rencores es sinónimo de vivir amargados y de perder nuestra identidad. De todas maneras, como hemos visto, deshacernos de esto es un proceso lento y, seguramente, muy doloroso.
Por muy indeseable que sea una situación, en todo lo que nos sucede hay aprendizaje, por lo que siempre hay algo positivo para nosotros. Esto no implica que no sea normal llorar o sentirnos rabiosos por lo que nos ha sucedido, sino todo lo contrario, pues hacerlo nos servirá de liberación.
Sin embargo, es importante que no alimentemos estos sentimientos, ya que desatendiendo su canalización y haciéndolos prioritarios generaremos un círculo vicioso del que seguramente nos cueste salir.
Por esta razón, que sea normal no quiere decir que no tengamos que trabajar para limpiar nuestras heridas. Lo ideal es lograr que nuestra memoria selectiva esté a pleno rendimiento, de manera que recordemos, sobre todas las cosas, los aprendizajes que nos ofreció cada experiencia.
Cómo deshacernos de lo malo y quedarnos con lo bueno
Puesto que nuestro bienestar emocional depende en gran medida de lo que tenga prioridad para nosotros, lo mejor es trabajar para canalizar todo este agujero negro de sentimientos negativos.
La idea es darle preferencia a lo bueno, a lo bonito y a lo positivo. Para ello debemos profundizar en varios puntos emocionales. Veámoslo a continuación:
- Si tienes la opción, habla con la persona que te lastimó. Si esto no es posible puedes escribirle una carta o imaginarte que está sentado ante ti y decirle lo que piensas. Vaciar nuestro interior tiene un gran poder sanador.
- Que nos hagan daño y nos defrauden es inevitable, por lo que debemos aceptar que es algo que ocurrirá siempre como fruto de nuestras relaciones y expectativas. Por eso, cuando esto sucede, tenemos que procurar expresar nuestras emociones y sentimientos adecuadamente tanto en tiempo como en forma.
- No hagas juicios y evita pensar que eres mejor que la otra persona. Todos cometemos errores y muchas veces nos precipitamos a la hora de valorar los comportamientos de los demás. Mantén tu mente abierta y contempla todas las posibilidades, pero no te cierres a ninguna.
- Acepta que las personas cambian. No es que esa persona te haya engañado durante vuestra relación, sino que al igual que nosotros cambiamos, los demás también lo hacen. Deshazte de la imagen que tenías y admite que ha habido una transformación de la que no te habías percatado.
- Deja ir, suelta lo negativo y fluye. Este paso es bastante complicado porque significa aceptar que la vida es injusta. A pesar de que aprender es bueno, no siempre podemos sacarle el lado positivo a lo que nos ha ocurrido, por lo que una vez que hayamos asumido lo que teníamos que aprender, lo mejor es dejar marchar los malos recuerdos.
Es imprescindible que nos quedemos con lo bueno que vivimos con las personas, tanto con las que están como con las que se han ido. Teniendo esto claro desarrollaremos la virtud de ser amnésicos para lo malo y de recordar lo bueno, sabiendo poner en orden y canalizar nuestros sentimientos en cada momento.
Psicóloga General Sanitaria. Número de colegiada: R - 00714. Máster en Psicología General Sanitaria por la UNED. Especialista en Educación Emocional. Colaboradora en diferentes medios de comunicación. Psicóloga terapeuta, docente e investigadora en centro privado a tiempo completo. Formadora en organismos públicos de La Rioja. Investigadora en la USAL. Preparadora oposiciones Fuerzas de Seguridad del Estado. Coordinadora de las Jornadas de Psicología Emocional y otras formaciones en Consejo de Juventud de Logroño. Conferenciante en Instituto Riojano de la Juventud. Redactora y asesora de contenidos en Grupo M Contigo S.L. Profesora tutora en Máster Psicología General Sanitaria (UNIR y UNED). Profesora tutora en Grado de Psicología (UPSA). Colaboración con TEA Ediciones en el proyecto piloto de tipificación del Cuestionario TEA para la Evaluación del TDAH y las Funciones Ejecutivas, ATENTO Colaboración con Pearson Clinical Assessment en proyecto de tipificación de Clinical Evaluation of Language Fundamentals (CELF-5) y Behavior Assessment System for Children-3 (BASC-3) Creadora de programa de fomento de la empleabilidad juvenil.