Padres que infravaloran a sus hijos, ¿por qué ocurre?

La infravaloración también es una forma de maltrato. Invalidar al niño en su forma de ser, criticar sus gustos o ridiculizarlo es un atentado directo contra su autoestima y su universo psicológico. Las secuelas de esto se arrastran hasta la edad adulta.
Padres que infravaloran a sus hijos, ¿por qué ocurre?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 26 abril, 2021

Hay padres que infravaloran a sus hijos, figuras maternas y paternas que invalidan todo potencial de sus niños de formas inimaginables. Ese cuestionamiento cotidiano sobre cada matiz de personalidad, afición o competencia adquirida por los pequeños deja serias secuelas en su desarrollo. Es más, en ocasiones es común llegar a la edad adulta con la marca de esta herida.

Por otro lado, si hay algo que sabemos sobre las familias saludables y enriquecedoras es que son hábiles a la hora de crear espacios de seguridad, autenticidad y nutrición emocional para con sus hijos. Bien es cierto que nadie llega a este mundo con un máster bajo el brazo en eso de la educación y la crianza; sin embargo, hay aspectos que son de sentido común en la escuela de la vida.

La crítica continuada a un hijo carcome su autoestima y su autoconfianza. Despreciar sus gustos e intereses le hará creer que todo lo relacionado consigo mismo es negativo y hasta vergonzoso. Poco a poco se van creando astillas en su crecimiento psicológico, fracturas en su maduración como persona que intenta hacerse un hueco en este complejo mundo.

Es importante reflexionar en este aspecto.

niño triste simbolizando el efecto de los padres que infravaloran a sus hijos

¿Por qué hay padres que infravaloran a sus hijos?

Niños desafiantes, niños hiperactivos, enfadados que explotan en rabietas, que no duermen; niños tristes, apagados e inmersos a menudo en sus mundos interiores, creando capas y costras que los apartan del entorno. Algo que apreciamos con frecuencia en el campo de la psicología infantil son los trastornos internalizantes (como la depresión) y los trastornos externalizantes (como la hiperactividad).

Muchas de esas realidades clínicas no son casuales ni tienen un origen genético. En buena parte de los casos el desencadenante está en la interacción con los progenitores. A menudo, se nos olvida cómo impacta en los hijos la personalidad de los padres.

Pongamos un ejemplo, un niño llega a casa llorando con el pantalón roto y una herida en la rodilla tras una caída. La madre, al verlo, manifiesta su enfado mientras le cura. Le echa en cara su torpeza entre gritos y le reprocha que haya echado a perder el pantalón nuevo.

El impacto en ese niño hubiera sido muy diferente si esa madre hubiera actuado con compasión, serenidad y empatía. Validar las emociones de los hijos y responder a sus necesidades es esencial para favorecer su bienestar psicológico. En cambio, los padres que infravaloran a sus hijos y que asumen una actitud sancionadora median en su sufrimiento y también en más de un problema de conducta.

Formas en que los padres que infravaloran a sus hijos

La minusvaloración va mucho más allá del “tú no vales o tú no mereces”. Minusvalorar es hacerle creer a una persona que las emociones que sienten son ridículas, que su forma de pensar es equivocada o que aquello que le gusta es vergonzoso. Esta dinámica es una de las más lesivas y el hecho de que la sufran una persona de manera temprana en su infancia es muy peligroso.

Veamos alguna de las formas en que los padres infravaloran a sus hijos:

  • Criticar sus fallos y errores (tanto en público como en privado).
  • Menospreciar todo aquello que hace el niño (sus dibujos, sus intentos por llamar la atención de los progenitores, sus logros académicos, etc).
  • Compararlo con otros niños.
  • Etiquetarlo, designarlo de manera despectiva (eres torpe, eres vago, tonto…).
  • No decirles nunca que se les quiere, que son especiales, que se está orgulloso de ellos. La valoración y la validación son las grandes ausentes.
  • Avergonzarlos, inculcar en ellos la idea de que todo lo que hacen está mal, de que son ridículos, de que no son lo suficiente buenos para casi cualquier área.

¿Qué efectos tiene la infravaloración en la infancia?

Los padres que infravaloran a sus hijos no son conscientes de que esta práctica es una forma de maltrato. El padre y la madre que humillan avergüenzan y alimentan con críticas al niño y ejerce unan educación lesiva con serios efectos a corto y largo plazo. Estudios, como los realizados en la Universidad de Ámsterdam (Países Bajos) nos señalan algo importante.

La autoestima es un constructo decisivo en el rendimiento académico y el funcionamiento social de los pequeños. Cualquier alteración en esta área afecta a la psicopatología en niños y adolescentes. Buena parte de las intervenciones que se realizan en la población infantil se focalizan en esa área, en mejorar la autoestima.

  • La infravaloración parental en edades tempranas tiene ese efecto de impedir el correcto desarrollo de la autoestima.
  • La baja autoestima se relaciona con conductas violentas y autolesivas.
  • Aparecen sentimientos de inferioridad.
  • Pueden aparecer trastornos de conducta alimentaria, timidez extrema, etc.
Padre hablando con su hijo adolescente

Cómo superar la infravaloración que arrastramos hasta la edad adulta

La sombra de los padres que infravaloran a sus hijos puede llegar hasta la edad adulta. La sensación de falibilidad, de vergüenza crónica, de indecisión o incluso la rabia acumulada con el tiempo se convierte en ese poso que altera las relaciones, el desempeño profesional y por su puesto, la felicidad.

Por término medio, la infravaloración que ha durado décadas se acompaña a menudo de diversos trastornos. Depresión, ansiedad, autolesiones como las ya citadas… En buena parte de los casos es necesaria la terapia psicológica. Por otro lado, es vital que se atiendan dimensiones como el amor propio, la autoestima, la autoeficacia, etc.

Asimismo, hay otro aspecto esencial. La infravaloración continuada en la infancia y la adolescencia impide a menudo el completo desarrollo de nuestra identidad. Por tanto, es momento de descubrir quiénes somos, qué valores nos definen, qué significados vitales manejamos y qué es lo que queremos de la vida.


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