El perrito curioso, un hermoso relato del destino
La historia del perrito curioso comienza en un lejano lugar del bosque . Allí había una casa abandonada. Parecía que habían pasado muchos años sin que nadie entrara. El perrito sintió miedo y no se acercó por temor a encontrar algo desconocido.
Sin embargo, le quedó una semilla de curiosidad. Al día siguiente volvió y se acercó un poco más a la vivienda, pero no se atrevía a entrar. El sol comenzó a calentar y la temperatura se volvió insoportable. El perrito necesitaba un lugar donde descansar de los calurosos rayos.
Después de dudarlo un poco, decidió entrar. El lugar estaba completamente deshabitado. “¡Hola!”, dijo el perrito, pero nadie le respondió. En uno de los rincones había una escalera. El animalito decidió acercarse. No vio a nadie. Decidió entonces subir con gran cautela. Entonces, la historia del perrito curioso cambió por completo.
“Nos ganamos la vida con lo que recibimos, pero hacemos la vida con lo que damos”.
-John Maxwell-
Un encuentro inesperado
Cuando el perrito terminó de subir las escaleras, se encontró con un gran salón. Al entrar allí, para su sorpresa, encontró algo que no esperaba. En el salón había cientos de perritos como él. Todos estaban a la expectativa.
El perrito curioso se sintió muy feliz . Los demás parecían ser muy amigables. Por eso decidió levantar su patita y saludarlos. Todos le correspondieron al instante. El perrito ladró, en señal de amistad. Los demás también lo hicieron. “¡Qué lugar más agradable!”, pensó el perrito. “¡Volveré en cuando pueda!”.
Pasaron los días y esta vez llegó al lugar otro perrito. Este era diferente. Mucho más temeroso y prevenido. Pasó por lo mismo que el primero. Vio la casa y no quiso acercarse. Le causaba demasiado miedo. Por eso se mantuvo a distancia de ella.
El mismo lugar, un encuentro diferente
El segundo perrito observó que cerca del lugar había muchos sitios agradables. Así que decidió volver, pero siempre se mantenía a distancia de la casa abandonada. Sin embargo, un día cualquiera cayó un aguacero torrencial. No tenía alternativa. Debía entrar a la casa.
Al igual que el primero, entró por un hoyo que cavó rápidamente. Una vez dentro, miró todo con bastante cautela. Al fondo, vio las escaleras. Sin embargo, no se acercó. Pasó el tiempo y comenzó a sentir frío. Pensó que quizás si subía a la segunda planta sentiría un poco más de calor. Así que se atrevió.
Al subir vio el gran salón. Asomó el hocico y le pareció ver que el sitio estaba deshabitado. Pero al entrar encontró a cientos de perritos como él. De inmediato, se puso en guardia, dispuesto a atacar. Los demás perritos hicieron lo mismo. Les ladró agresivamente y los otros hicieron lo propio. Como pudo, salió rápidamente de esa casa. “¡Jamás volveré!”, se dijo. “¡Qué lugar más pavoroso!”
Se fue con tanta rapidez que no alcanzó a ver un viejo letrero que estaba en el piso. Parecía ser un aviso. Tenía un letrero que decía “Casa de los espejos”. Ni el primer perrito, ni el segundo, habían notado que solo vieron el reflejo de su propia imagen.
La enseñanza de la historia del perrito curioso
La historia del perrito curioso nos muestra una realidad que muchas veces pasamos por alto. Lo que vemos en los demás es básicamente un reflejo de nosotros mismos. Al mismo tiempo, recibimos de los demás algo similar a lo que damos. Quien se relaciona con el mundo de una forma amable, recibe amabilidad. El que lo hace de una forma agresiva, recibe lo mismo.
Los seres humanos venimos dotados genéticamente de una enorme sociabilidad. Nacimos para vivir en grupo. Forma parte de nuestra constitución biológica y cultural. Puede que seamos egoístas, pero el grupo siempre está en el horizonte de todos. Por eso, los demás son un factor de referencia imprescindible. Finalmente, actúan como una “casa de los espejos”. Lo que vemos en ellos tiene mucho que ver con lo que vemos en nosotros mismos, como ocurre en la historia del perrito curioso.
Cuando tenemos dificultades con el mundo, deberíamos preguntarnos más por nosotros mismos que por los demás. ¿Es el mundo el que falla? ¿O quizás somos nosotros los que propiciamos vínculos con los otros que no son tan positivos? La historia del perrito curioso nos lleva precisamente a hacernos esa pregunta.