El poder la paciencia para manejar de forma efectiva la ansiedad
La mente, a menudo, va más rápido que la vida. Una de las claves para frenar esa inclinación es practicar el poder de la paciencia, ahí donde alimentar una visión positiva mientras se cultiva la capacidad de espera. Dar paso a una costumbre donde permitirnos soltar la ansiedad, las presiones y preocupaciones para dejar que las cosas sucedan a su ritmo, a su tiempo y en su momento.
A menudo, los expertos no se ponen de acuerdo en decidir si la impaciencia responde más bien a un patrón de conducta adquirido o a un rasgo innato con el que algunas personas nacen. Sea como sea, hay una cosa que sí está clara: nuestro contexto social favorece ese estado de insatisfacción donde vivir anclados en la inmediatez. Es entonces cuando experimentamos la dificultad para tolerar la espera y esa impotencia constante cuando percibimos que no todo puede estar bajo nuestro control.
No sabemos tampoco si es nuestra impaciencia la que trae ansiedad o si es la propia ansiedad la que nos hace ser menos tolerantes a la espera. No obstante, lo que sí sabemos es que ambas dimensiones conforman un maridaje perfecto, ideal para desencadenar un estado de estrés y sobreactivación en nuestro cerebro más que patente, y todo lo que ello conlleva: insomnio, fatiga, problemas de concentración, desánimo y por supuesto, la infelicidad.
Una estrategia efectiva, a la vez que básica, para regular estos estados es aprender a desarrollar el poder de la paciencia. Cabe señalar, eso sí, que no es sencilla. No es fácil porque cuando un cerebro se ha habituado a estos patrones de pensamientos y enfoques tan agitados, siempre hay cierta resistencia a la hora de proponerle una visión más calmada y, sobre todo, optimista. Veamos cómo conseguirlo.
“Tu mente responderá la mayoría de las preguntas si aprendes a relajarte y esperas la respuesta”.
-William S. Burroughs-
El poder de la paciencia para una mejor calidad de vida
Impaciencia constante, ansiedad resultante. Este binomio singular, y a menudo devastador, conforma no solo todo un desencadenante de trastornos físicos como dolores musculares, cefaleas, taquicardias o problemas digestivos. La impaciencia es como ese malware que se instala en nuestra mente y que empieza a activar el mecanismo de las distorsiones cognitivas.
Nada más levantarnos ya empieza a actuar. Si el café no sale tan rápido de la cafetera, el ascensor tarda en llegar o el metro se retrasa un minuto, damos por sentado que va a ser un mal día. Si ese proyecto que teníamos en mente no se termina de esbozar en el día de hoy, nos carcome la frustración y la desesperación. El veneno de la prisa distorsiona no solo nuestros pensamientos: también nuestro ánimo se emborrona y se llena de grises.
Como bien decía Albert Ellis, psicoterapeuta cognitivo y promotor de la terapia racional-emotiva, en caso de que no controlemos la ansiedad será ella quien nos lleve por su carril y en el interior de un vehículo donde la vida pierde su sentido. Por lo tanto, la paciencia es un mecanismo más que idóneo para tomar/re-tomar el control.
La autorregulación como clave de la paciencia
La Universidad del Norte de Florida, en Jacksonville realizó un interesante estudio sobre el poder de la paciencia en enero del 2018. Este trabajo liderado por el doctor en psicología Dominik Güss, reveló que hay ciertas culturas donde esta dimensión es más significativa entre la población debido a una función psicológica muy concreta: la autorregulación.
- La autorregulación es ante todo autocontrol o más bien la capacidad por la cual logramos gestionarnos con éxito a nosotros mismos para reaccionar mejor ante las presiones y eventos del entorno.
- Los mecanismos para trabajar la autorregulación implican aprender a desarrollar las siguientes dimensiones:
- La reflexión.
- La gestión emocional.
- El autocontrol.
- La asertividad.
- Las habilidades sociales.
- La tolerancia.
Entrenar las cuatro raíces de la paciencia
El poder de la paciencia implica a su vez clarificar ciertas ideas sobre esta dimensión. Es común, por ejemplo, que entendamos la paciencia desde una perspectiva errónea, ahí donde relacionarla con la pasividad, la resignación o la mera capacidad de espera. Veamos por tanto cuáles son sus raíces, esas que deberíamos entrenar desde hoy mismo:
- La paciencia es liberación. Se trata de una práctica emocionalmente liberadora que nos enseña a esperar observar y saber cuándo actuar.
- La paciencia es compasión. Esta dimensión implica ser respetuosos con nosotros mismos y no maltratarnos por no ser capaces de conseguir ciertas cosas cuando así lo esperábamos. Significa atendernos, valorarnos y aprender a ser nuestros mejores aliados en la vida.
- Paciencia como intuición hacia el movimiento y la acción. La persona paciente no está quieta, ni rendida ni aislada de su realidad, todo lo contrario. El poder de la paciencia nos permite reservar energías para la acción, nos ayuda a despertar esa intuición que sabe mirar a su alrededor para entender en qué momento es mejor ser prudente y en qué instante es conveniente pasar a la acción.
- Confianza y optimismo, las semillas de la paciencia efectiva. La paciencia implica cierta confianza en la inercia: las cosas llegarán en el momento correcto. De nada sirve que nuestra mente vaya más rápida que la vida si todo lo importante acontece aquí y ahora.
Para concluir, recordemos que la paciencia es fuerza concentrada. Es la virtud de las personas que han aprendido a gestionar sus emociones y pensamientos para saber que cada cosa tiene su momento y que a veces, nos empeñamos en correr cuando la vida se aprecia mejor en caminatas relajadas, en pasos seguros orientados en direcciones claras.
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- Ellis, Albert (2004). Cómo controlar la ansiedad antes de le controle a usted. Barcelona: Planeta
- Calle, Ramiro (2001). El arte de la paciencia. Martínez Roca
- Zimmerman, B.J. & Moylan, A.R. (2009). Self-regulation: Where metacognition and motivation intersect. En D. J. Hacker, J. Dunlosky y A. C. Graesser (Eds.), Handbook of Metacognition in Education (pp. 299-315). New York: Routledge.