Los 43 mejores poemas de amor cortos para dedicar

El amor, por excelencia, es el tema que los grandes poetas eligen para sus composiciones. Descubre estos fascinantes versos para dedicar y despierta las emociones más profundas.
Los 43 mejores poemas de amor cortos para dedicar
Sharon Laura Capeluto

Escrito y verificado por la psicóloga Sharon Laura Capeluto.

Última actualización: 26 noviembre, 2023

Expresar el amor puede ser tan complicado como intentar capturar el viento, ¿no te parece? Nos cuesta encontrar las palabras justas que en realidad transmitan todo eso que sentimos en el pecho. Así que aquí estamos para ayudarte a desentrañar ese embrollo emocional con algunos poemas cortos de amor escritos por los más destacados autores.

Poemas de amor cortos escritos por Pablo Neruda

El renombrado poeta chileno Pablo Neruda nos legó un vasto y apasionado universo lírico que perdura a lo largo del tiempo. Sus versos, tejidos con maestría, exploran las complejidades del amor en todas sus formas. Sumérgete en la poesía de Neruda y elige el poema que más resuene contigo.

1. Soneto XVII

No te amo como si fueras rosa de sal, topacio

o flecha de claveles que propagan el fuego:

te amo como se aman ciertas cosas oscuras,

secretamente, entre la sombra y el alma.

 

Te amo como la planta que no florece y lleva

dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores,

y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo

el apretado aroma que ascendió de la tierra.

 

Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde,

te amo directamente sin problemas ni orgullo:

así te amo porque no sé amar de otra manera,

 

sino así de este modo en que no soy ni eres,

tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía,

tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño.

2. Soneto XLV

No estés lejos de mí un sólo día, porque cómo,

porque, no sé decírtelo, a lo largo del día,

te estaré esperando como en las estaciones

cuando en alguna parte se durmieron los trenes.

 

No te vayas por una hora porque entonces

en esa hora se juntan las gotas del desvelo

y tal vez todo el humo que anda buscando casa

venga a matar aún mi corazón perdido.

 

Ay que no se quebrante tu silueta en la arena,

ay que no vuelen tus párpados en la ausencia:

no te vayas por un minuto, bienamada,

 

porque en ese minuto te habrás ido tan lejos

que yo cruzaré toda la vida preguntando

si volverás o si me dejarás muriendo.

3. Soneto XCIII

Si alguna vez tu pecho se detiene,

si algo deja de andar ardiendo por tus venas,

si tu voz en tu boca se va sin ser palabra,

si tus manos se olvidan de volar y se duermen,

 

Matilde, amor, deja tus labios entreabiertos,

porque ese último beso debe durar conmigo,

debe quedar inmóvil para siempre en tu boca,

porque así también me acompañe en mi muerte.

 

Me moriré besando tu boca fría,

abrazando el racimo perdido de tu cuerpo,

y buscando la luz de tus ojos cerrados.

 

Y así cuando la tierra reciba nuestro abrazo

iremos confundidos a una sola muerte

a vivir para siempre la eternidad de un beso.

4. Soneto LXXXIII 

Es bueno, amor, sentirte cerca de mí en la noche,

invisible en tu sueño, seriamente nocturna,

mientras yo desenredo mis preocupaciones

como si fueran redes confundidas.

 

Ausente, por los sueños tu corazón navega,

pero tu cuerpo así abandonado respira

buscándome sin verme, completando mi sueño

como una planta que se duplica en la sombra.

 

Erguida, serás otra que vivirá mañana,

pero de las fronteras perdidas en la noche,

de este ser y no ser en que nos encontramos

 

algo queda acercándonos en la luz de la vida

como si el sello de la sombra señalara

con fuego sus secretas criaturas.

5. Poema 1

Cuerpo de mujer, colinas blancas, muslos blancos,

te pareces al mundo en tu actitud de entrega.

Mi cuerpo de labriego salvaje te socava

y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.

 

Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros

y en mí la noche entraba su invasión poderosa.

Para sobrevivirme te forjé como un arma,

como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

 

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.

Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.

Ah, los vasos del pecho. Ah, los ojos de ausencia.

Ah, las rosas del pubis.  Ah, tu voz lenta y triste.

 

Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.

Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso.

Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,

y la fatiga sigue, y el dolor infinito.

6. Soneto XXII

Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo

sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,

en regiones contrarias, en un mediodía quemante:

eras sólo el aroma de los cereales que amor.

 

Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa

en Angol, a la luz de la luna de Junio,

o eras tú la cintura de aquella guitarra

que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido.

 

Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria.

En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato.

Pero yo ya sabía cómo era. De pronto

 

mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida:

frente a mis ojos estabas, reinándome y reinas.

Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.

7. Soneto XXVII

Desnuda eres tan simple como una de tus manos:

lisa, terrestre, mínima, redonda, transparente.

Tienes líneas de luna, caminos de manzana.

Desnuda eres delgada como el trigo desnudo.

 

Desnuda eres azul como la noche en Cuba:

tienes enredaderas y estrellas en el pelo.

Desnuda eres redonda y amarilla

como el verano en una iglesia de oro.

 

Desnuda eres pequeña como una de tus uñas:

curva, sutil, rosada hasta que nace el día

y te metes en el subterráneo del mundo

 

como en un largo túnel de trajes y trabajados:

tu claridad se apaga, se viste, se deshoja

y otra vez vuelve a ser una mano desnuda.

8. Sed de ti

Sed de ti me acosa en las noches hambrientas.

Trémula mano roja que hasta su vida se alza.

Ebria de sed, loca sed, sed de selva en sequía.

Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas…

 

Por eso eres la sed y lo que ha de saciarla.

Cómo poder no amarte si he de amarte por eso.

Si esa es la amarra cómo poder cortarla, cómo.

Cómo si hasta mis huesos tienen sed de tus huesos.

Sed de ti, guirnalda atroz y dulce.

Sed de ti que en las noches me muerde como un perro.

Los ojos tienen sed, para qué están tus ojos.

 

La boca tiene sed, para qué están tus besos.

El alma está incendiada de estas brasas que te aman.

El cuerpo incendio vivo que ha de quemar tu cuerpo.

De sed. Sed infinita. Sed que busca tu sed.

Y en ella se aniquila como el agua en el fuego.



Poemas de amor cortos para dedicar a tu pareja

¿Cómo describir el amor que sientes por tu pareja en unas pocas líneas? No es tarea sencilla, pero estos poemas, escritos por hábiles maestros de la pluma, como Mario Benedetti, superan cualquier expectativa. Adéntrate en este rincón poético, donde las palabras se transforman en susurros y los versos en caricias.

9. A veces, de Nicolás Guillén

A veces tengo ganas de ser cursi

para decir: La amo a usted con locura.

A veces tengo ganas de ser tonto

para gritar: ¡La quiero tanto!

 

A veces tengo ganas de ser niño

para llorar acurrucado en su seno.

 

A veces tengo ganas de estar muerto

para sentir,

bajo la tierra húmeda de mis jugos,

que me crece una flor

rompiéndome el pecho,

una flor y decir:

Esta flor, para usted.

10. Contigo, de Luis Cernuda

¿Mi tierra?

Mi tierra eres tú.

 

¿Mi gente?

Mi gente eres tú.

 

El destierro y la muerte

para mi están adonde

no estés tú.

 

¿Y mi vida?

Dime, mi vida,

¿qué es, si no eres tú?

11. Bocas, de Mario Benedetti

¿Dónde empieza la boca?

¿en el beso?

¿en el insulto?

¿en el mordisco?

¿en el grito?

¿en el bostezo?

¿en la sonrisa?

¿en el silbo?

¿en la amenaza?

¿en el gemido?

 

que te quede bien claro

donde acaba tu boca

ahí empieza la mía.

12. Todos somos uno, de Eduardo Galeano

Ojalá podamos tener el coraje de estar solos

y la valentía de arriesgarnos a estar juntos.

13. Como si cada beso, de Fernando Pessoa

Como si cada beso

fuera de despedida,

Cloé mía, besémonos, amando.

Tal vez ya nos toque

en el hombro la mano que llama

a la barca que no viene sino vacía;

Y que en el mismo haz

ata lo que fuimos mutuamente

y la ajena suma universal de la vida.

14. Yo no quiero morirme sin saber de tu boca, de Elsa López

Yo no quiero morirme sin saber de tu boca.

Yo no quiero morirme con el alma perpleja

sabiéndote distinto, perdido en otras playas.

 

Yo no quiero morirme con este desconsuelo

por el arco infinito de esa cúpula triste

donde habitan tus sueños al sol de mediodía.

 

Yo no quiero morirme sin haberte entregado

las doradas esferas de mi cuerpo,

la piel que me recubre, el temblor que me invade.

 

Yo no quiero morirme sin que me hayas amado.

15. Dos cuerpos, de Octavio Paz

Dos cuerpos frente a frente

son a veces dos olas

y la noche es océano.

 

Dos cuerpos frente a frente

son a veces dos piedras

y la noche desierto.

 

Dos cuerpos frente a frente

son a veces raíces

en la noche enlazadas.

 

Dos cuerpos frente a frente

son a veces navajas

y la noche relámpago.

 

Dos cuerpos frente a frente

son dos astros que caen

en un cielo vacío.

16. Me tienes en tus manos, de Jaime Sabines

Me tienes en tus manos

y me lees lo mismo que un libro.

Sabes lo que yo ignoro

y me dices las cosas que no digo.

Me aprendo en ti más que en mi mismo.

Eres como un milagro a todas horas,

como un dolor sin sitio.

Si no fueras mujer fueras mi amigo.

A veces quiero hablarte de mujeres

que a un lado tuyo persigo.

Eres como el perdón

y yo soy como tu hijo.

¿Qué buenos ojos tienes cuando estás conmigo?

¡Qué distante te haces y qué ausente

cuando a la soledad te sacrifico!

Dulce como tu nombre, como un higo,

me esperas en tu amor hasta que arribo.

Tú eres como mi casa,

eres como mi muerte, amor mío.

17. Ese beso, de Claribel Alegría

Ese beso de ayer

me abrió la puerta

y todos los recuerdos

que yo creí fantasmas

se levantaron tercos

a morderme.

18. Quien alumbra, de Alejandra Pizarnik

Cuando me miras

mis ojos son llaves,

el muro tiene secretos,

mi temor palabras, poemas.

Sólo tú haces de mi memoria,

una viajera fascinada,

un fuego incesante.

19. Rima XCI, de Gustavo Adolfo Bécquer

Podrá nublarse el sol eternamente;

Podrá secarse en un instante el mar;

Podrá romperse el eje de la Tierra

Como un débil cristal.

 

¡Todo sucederá! Podrá la muerte

Cubrirme con su fúnebre crespón;

Pero jamás en mí podrá apagarse

La llama de tu amor.

20. Cuando llegues a amar, de Rubén Darío

Cuando llegues a amar, si no has amado,

sabrás que en este mundo

es el dolor más grande y más profundo

ser a un tiempo feliz y desgraciado.

 

Corolario: el amor es un abismo

de luz y sombra, poesía y prosa,

y en donde se hace la más cara cosa

que es reír y llorar a un tiempo mismo.

 

Lo peor, lo más terrible,

es que vivir sin él es imposible.

21. Días y noches te he buscado, de Vicente Huidobro

Días y noches te he buscado

Sin encontrar el sitio en donde cantas

Te he buscado por el tiempo arriba y por el río abajo

Te has perdido entre las lágrimas

 

Noches y noches te he buscado

Sin encontrar el sitio en donde lloras

Porque yo sé que estás llorando

Me basta con mirarme con un espejo

Para saber que estás llorando y me has llorado

 

Sólo tú salvas el llanto

Y de mendigo oscuro

Lo haces rey coronado por tu mano.

22. Diamante, de Giovanni Quessep

Su pudiera yo darte

La luz que no se ve

En un azul profundo

De peces. Si pudiera

Darte una manzana

Sin el edén perdido,

Un girasol sin pétalos

Ni brújula de luz

que se elevara, ebrio,

al cielo de la tarde;

y esta página en blanco

que pudieras leer

como se lee el más claro jeroglífico.

Si pudiera darte, como

se canta en bellos versos,

unas alas sin pájaro,

siempre un vuelo sin alas,

mi escritura sería,

quizá como el diamante,

piedra de luz sin llama,

paraíso perpetuo.

23. Nos desnudamos, de Fabio Morábito

Nos desnudamos tanto

hasta perder el sexo

debajo de la cama,

 

nos desnudamos tanto

que las moscas juraban

que habíamos muerto.

 

Te desnudé por dentro,

te desquicié tan hondo

que se extravió mi orgasmo.

 

Nos desnudamos tanto

que olíamos a quemado,

que cien veces la lava

volvió para escondernos.

24. Qué será ser tú, de Ana Rossetti

Qué será ser tú.

Este en el enigma, la atracción sobrecogedora

de conocer, el irresistible afán de echar el ancla

en ti, de poseerte.

Qué será la perplejidad de ser tú.

Qué, el misterio, la dolencia de ser tú y saber.

Qué, el estupor de ser tú, verdaderamente tú y,

con tus ojos, verme.

Qué será percibir que yo te ame.

Qué será, siendo tú, oírmelo decir.

Qué, entonces, sentir lo que sentirías tú.

25. Te desnudas, de Jaime Sabines

Te desnudas igual que si estuviera sola

y de pronto descubres que estás conmigo.

¡Cómo te quiero entonces

entre las sábanas y el frío!

 

Te pones a flirtearme como a un desconocido

y yo te hago la corte ceremonioso y tibio.

Pienso que soy tu esposo

y que me engañas conmigo.

 

¡Y como nos queremos entonces en la risa

de hallarnos solos en el amor prohibido!

(Después, cuando pasó, te tengo miedo

y siento un escalofrío).

26. Sucesiva, de Gerardo Diego

Déjame acariciarte lentamente,

déjame lentamente comprobarte,

ver que eres de verdad, un continuarte

de ti misma a ti misma extensamente.

 

Onda tras onda irradian de tu frente

y, mansamente, apenas sin rizarte,

rompen sus diez espumas al besarte

de tus pies en la playa adolescente.

 

Así te quiero, fluida y sucesiva,

manantial, tú de ti, agua furtiva,

música para el tacto perezosa.

 

Así te quiero, en límites pequeños,

aquí y allá, fragmentos, lirio, rosa,

y tu unidad después, luz de mis sueños.

27. Agua mujer, de Juan Ramón Jiménez

¿Qué me copiaste en ti,

que cuando falta en mí

la imagen de la cima

corro a mirarme en ti?

28. Te amo por ceja, de Julio Cortázar

Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores

blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,

te discuto a cada nombre,

te arranco con delicadeza de cicatriz,

voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago y cintas

que dormían en la lluvia.

 

No quiero que tengas una forma, que sea

precisamente lo que viene detrás de tu mano,

porque el agua, considera el agua, y los leones

cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,

y los gestos, esa arquitectura de la nada,

encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.

Toda mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,

pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco

con ese pelo lacio, esa sonrisa.

Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino

es también la luna y el espejo,

busco esa línea que hace temblar a un hombre en

una galería de museo.

Además te quiero, y hace tiempo y frío.

29. Cúbreme, amor, el cielo de la boca, de Rafael Alberti

Cúbreme, amor, el cielo de la boca

con esa arrebatada espuma extrema,

que es jazmín del que sabe y del que quema,

brotado en punta de coral de roca.

 

Alóquemelo, amor, su sal, aloca

Tan lancinante aguda flor suprema,

Doblando su furor en la diadema

del mordiente claves que la desboca.

 

¡Oh ceñido fluir, amor, oh bello

borbotar temperado de la nieve

por tan estrecha gruta en carne viva,

 

para mirar cómo tu fino cuello

se te resbala, amor, y se te llueve

de jazmines y estrellas de saliva!

30. Azul de ti, de Eduardo Carranza

Pensar en ti es azul, como ir vagando

por un bosque dorado al mediodía:

nacen jardines en el habla mía

y con mis nubes por tus sueños ando.

 

Nos une y nos separa un aire blando,

una distancia de melancolía;

yo alzo los brazos de mi poesía,

azul de  ti, dolido y esperando.

 

Es como un horizonte de violines

o un tibio sufrimiento de jazmines

pensar en ti, de azul temperamento.

 

El mundo se me vuelve cristalino,

y te miro, entre lámpara de trino,

azul domingo de mi pensamiento.

31. Te quiero, de Paul Éluard

Te quiero por todas las mujeres que no conocí

Te quiero por todos los tiempos que no viví

Por el olor de alta mar

Por el olor del pan caliente

Por el animal puro que no le teme al hombre

Te quiero por querer

Te quiero por todas las mujeres que no quiero

 

Quién me refleja sino tú misma me veo tan poco

Sin ti no veo más que una extensión desierta

Entre antes y hoy

Hubo esas muertes que yo salté por paja

No te pude atravesar el muro de mi espejo

Me hizo falta aprender de la vida

Palabra por palabra como se olvida

Te quiero por tu serenidad que no es la mía,

Por tu salud

 

Te quiero contra todo lo que es solo ilusión

Para este corazón inmortal que no tengo

Crees ser la duda solo eres la razón

Eres ese gran sol que se me sube a la cabeza

Cuando estoy seguro de mí.

32. Amor, de Claribel Alegría

Todos los que amo

están en ti

y tú

en todo lo que amo.

33. Entre tus brazos, de Idea Vilariño

Entre tus brazos

entre mis brazos

entre las blandas sábanas

entre la noche

tiernos

solos

feroces

entre la sombra

entre las horas

entre

un antes y un después.



Poemas cortos de amor para compartir en redes sociales

La poesía también pertenece a las redes socialesEstos versos son como píldoras de ternura y pasión, ideales para dedicar a esa persona especial que te hace sentir mariposas en el estómago.

34. Si el hombre pudiera decir lo que ama, de Luis Cernuda

Si el hombre pudiera decir lo que ama,

si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo

como una nube en la luz;

si como muros que se derrumban,

para saludar la verdad erguida en medio,

pudiera derrumbar su cuerpo,

dejando sólo la verdad de su amor,

la verdad de sí mismo,

que no se llama gloria, fortuna o ambición,

sino amor o deseo,

yo sería aquel que imaginaba;

aquel que son su lengua, sus ojos y sus manos

proclama ante los hombres la verdad ignorada,

la verdad de su amor verdadero.

35. Quiero ser todo en el amor, de Claribel Alegría

Quiero ser todo en el amor

el amante

la amada

el vértigo

la brisa

el agua que refleja

y esa nube blanca

vaporosa

indecisa

que nos cobre un instante.

36. Si me quieres, quiéreme entera, de Dulce María Loynaz

Si me quieres, quiéreme entera,

no por zonas de luz o sombra…

Si me quieres, quiéreme negra

y blanco. Y gris, verde, y rubia,

y morena…

Quiéreme día,

quiéreme noche…

¡Y madrugada en la ventana abierta!…

 

Si me quieres, no me recortes:

¡Quiéreme toda… O no me quieras!

37. Amo, amas, de Rubén Darío

Amar, amar, amar, amar siempre, con todo

el ser y con la tierra y el cielo,

con lo claro del sol y lo oscuro del lodo;

amar por ciencia y amar por todo anhelo.

 

Y cuando la montaña de la vida

no sea dura y larga y alta y llena de abismos,

amar la inmensidad que es de amor encendida

¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!

38. Presente simple, de Pedro Salinas

Ni recuerdos ni presagios:

sólo presente, cantando.

 

Ni silencio, ni palabras:

tu voz, sólo, sólo, hablándome.

 

Ni manos ni labios:

tan solo dos cuerpos,

a lo lejos, separados.

 

Ni luz ni tiniebla,

ni ojos ni mirada:

visión, la visión del alma.

 

Y por fin, por fin,

ni goce ni pena,

ni cielo ni tierra,

ni arriba ni abajo,

ni vida ni muerte, nada

sólo el amor, sólo amando.

39. Intimidad, de Saramago

En el corazón de la mina más secreta,

En el interior del fruto más distante,

En la vibración de la nota más discreta,

En la caracola espiral y resonante,

 

En la capa más densa de pintura,

En la vena que el cuerpo más nos sonde,

En la palabra que diga más blandura,

En la raíz que más baje, más esconda,

 

En el silencio más hondo de esta pausa,

Donde la vida se hizo eternidad,

Busco tu mano y descifro la causa

De querer y no creer, final, intimidad.

40. Materia, de José Ángel Valente

Convertir la palabra en la materia

donde lo que quisiéramos decir no pueda

penetrar más allá

de lo que la materia no diría

si a ella, como un vientre,

delicado aplicásemos,

desnudo, blanco vientre,

delicado el oído para oír

el mar, el indistinto

rumor del mar, más allá de ti

el no nombrado amor, te engendra siempre.

41. Canción del demasiado amor, de Vinícius de Moraes

Quiero llorar porque te amé demasiado,

quiero morir porque me diste la vida,

ay, amor mío, ¿será que nunca he de tener paz?

Será que todo lo que hay en mí

sólo quiere decir saudade…

Y ya ni sé lo que va a ser de mí,

todo me dice que amar será mi fin…

Qué desespero trae el amor,

yo que no sabía lo que era el amor,

ahora lo sé porque no soy feliz.

42. Amor, de Juan Brossa

Amor,

en este poema

no existe el tiempo:

todo el curso del Universo

se da en él a la vez.

43. Ausencia, de Jorge Luis Borges

Habré de levantar la vasta vida

que aún ahora es tu espejo:

cada mañana habré de reconstruirla.

 

Desde que te alejaste,

cuántos lugares se han tornado vanos

y sin sentido, iguales

a luces en el día.

 

Tardes que fueron nicho de tu imagen,

músicas en que siempre me aguardabas,

palabras de aquel tiempo,

yo tendré que quebrarlas con mis manos.

 

¿En qué hondonada esconderé mi alma

para que no vea tu ausencia

que como un Sol terrible, sin ocaso,

brilla definitiva y despiadada?

 

Tu ausencia me rodea

como la cuerda a la garganta,

el mar al que se hunde.

La poesía, un portal que revela el alma

A través de estos poemas cortos de amor, descubrirás cómo expresar tus sentimientos más profundos. En la poesía, el alma se desnuda. Se despoja de toda apariencia superficial. Al mismo tiempo, se releva con una honestidad cruda y se entrega con valentía. ¿Ya seleccionaste el poema que te gustaría dedicar?


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