¿Por qué me cuesta alegrarme por la felicidad de los demás?
No es infrecuente encontrarse en la incómoda situación de experimentar indiferencia, envidia o incluso desagrado ante la percepción del bienestar y el logro ajeno. Muchas veces resulta difícil alegrarse por la felicidad de los demás, por mucho amor compartido que exista, y esto podría indicar la presencia de algún problema psicológico subyacente.
De entre ellos, y como puede extraerse de la literatura científica especializada, el problema más común suele ser la depresión.
En este artículo encontrarás algunas claves relativas a este asunto y también cómo tratar de abordar este problema para lograr que, sin envidias ni malos sentimientos, la felicidad ajena sea la tuya propia.
“El amor es ese estado en el que la felicidad de otra persona es esencial para la de uno mismo“.
-Robert A. Heinlein-
¿Por qué me cuesta alegrarme por la felicidad de los demás?
Quizás hayas percibido -bien por ti mismo, bien por comentarios externos- que cada vez que una persona cercana trae buenas nuevas respecto a sí (un ascenso laboral, la boda de un hijo o hija, la recepción de un premio…) experimentas una primera e irreprimible emoción negativa. Alguna vez quizás hayas visto también dibujado este escenario en el estado emocional de los demás.
Una emoción que puede estar diluida en una mezcla de sentimientos de rechazo, de envidia, de rabia, de injusticia, de deseos por el mal ajeno… En definitiva, mientras que de ti se espera que compartas y hagas propia esa alegría, un bloqueo visceral e incontrolable te impide, durante las primeras fracciones de segundo, mostrar un sentimiento de alegría espontáneo y verdadero.
Probablemente, también, este rasgo no haya estado siempre presente en ti con más o menos intensidad. Cabe entonces pararse a pensar que, quizá, exista algo dentro de ti que te impida alinearte emocionalmente con la felicidad de los otros; la filosofía popular es sabia: cómo ser feliz por los demás cuando hace tiempo que la persona no encuentra felicidad propia.
Desde una perspectiva amplia, esta tendencia a mostrarnos refractarios al bienestar emocional de los demás podría categorizarse como una conducta social disfuncional. Es precisamente en las experiencias depresivas donde más se ha estudiado -y en las que con mayor claridad se ve- la inclinación a reaccionar de manera negativa ante las interacciones sociales; los síntomas depresivos suelen correlacionar, empero, con una baja calidad en las interrelaciones personales.
Además, señalar que un pobre estado anímico suele asociarse con la erosión del autoconcepto. Un empobrecimiento de la visión del yo que con frecuencia repercute también en su vecina más cercana: la autoestima.
En este sentido, encontramos un fenómeno curioso. Daños importantes en nuestro autoconcepto nos hacen más propensos a resaltar en los demás aquello que poseen, o consideramos que poseen, en mayor medida o consistencia. Y, naturalmente, el resultado de sobredimensionar sus atributos puede ser un sentimiento de aversión y una actitud negativa ante toda aquella circunstancia y cualidad positiva que implique el recuerdo y la validación de los mismos.
Por otro lado, la hostilidad tácita, observable en personas con rasgos de personalidad pasivo-agresivos, se halla relacionada con el sentimiento de envidia; sería este sentimiento el que media entre un estado psicoafectivo quebrado y la tendencia a valorar en negativo lo que los demás poseen en positivo.
Por otro lado, la envidia de manera aislada no es un síntoma de patología. De hecho, Richard Smith -profesor de la Universidad de Kentucky y especialista en el estudio del fenómeno de la envidia- resalta que parte de nuestra supervivencia se apoya en envidiar: empleamos la comparación como medición de nuestro propio estatus y como fuerza motriz hacia la mejora personal.
Ahora bien, si el conocimiento de la felicidad ajena produce un malestar demasiado intenso o interfiere de manera negativa en nuestra vida, podemos hablar de un problema. Una dificultad que requerirá de una solución, en la que cabrían la siguientes estrategias.
¿Qué puedo hacer para ser feliz por los demás?
Haríamos bien en impedir que la negatividad eche raíces y nos convierta en personas amargadas, incapaces de desarrollar felicidad empática; la vida, cuanto más feliz, mejor vivida. Algunas de las medidas más eficientes que puedes asumir para conseguir este cambio paradigmático, son:
- Siéntete agradecida por lo que tienes. Trata de focalizarte en aquellas cosas de tu existencia que te hacen sentir bien y cambia tu perspectiva mental para dejar de adherirte a las que no lo hacen.
- Tu valía no proviene de elementos externos. Es decir: vales por lo que eres y no por lo que tienes. La mayor de tus riquezas está en tu potencial y en lo que encierras dentro de ti.
- Trata de encontrar inspiración, en lugar de desánimo, en el éxito de los demás. Los triunfos ajenos pueden concebirse como la demostración de la posibilidad de los propios triunfos y pueden servirnos de guía para acometer importantes objetivos.
- Date cuenta de que en el mundo hay suficiente espacio para la felicidad de todos, incluida la tuya. Que otros disfruten de éxitos, de suculentos bienes materiales o de rasgos personales envidiables no impide que tú puedas encontrarte en una tesitura semejante. El mundo es grande; lo suficiente como para albergar a millones de triunfadoras.
- Ten confianza en el futuro y en que lograrás encontrar un lugar más feliz para ti en el mundo. No estás completamente a merced de los dictámenes de lo aleatorio; trabajar sobre ti misma traerá sus frutos, y debes hallar consuelo y motivación en ese pensamiento.
¿Por qué permitir que los malos sentimientos vengan a ti cuando el mundo se está portando bien con las personas a las que quieres? No pierdas el tiempo mirando a los demás, comparándote y desvalorizándote; tu felicidad y tu buena suerte están de camino, tan solo tienes que saberlo y luchar por ello.