¿Por qué nos sentimos ofendidos y qué podemos hacer al respecto?

¿Alguna vez has reaccionado de forma desproporcionada ante las palabras o actos de otra persona? Cuando nos sentimos ofendidos, el cerebro primitivo toma el control. ¿Qué podemos hacer para recuperarlo?
¿Por qué nos sentimos ofendidos y qué podemos hacer al respecto?
Elena Sanz

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz.

Última actualización: 04 septiembre, 2020

Algunas personas tienen el hábito de sentirse ofendidas con extrema facilidad. Sin embargo, todos nosotros hemos caído alguna vez en el error de reaccionar de manera desproporcionada a un acto o comentario que, pensándolo fríamente, no tenía tanta importancia. Entonces, ¿por qué nos sentimos ofendidos? ¿De dónde surge ese resorte interior que nos hace saltar hacia “el enemigo” de una forma desproporcionada?

Por algún motivo, ante determinadas circunstancias el juicio se nos nubla y el cerebro más primitivo o emocional toma las riendas. Si analizándolo de forma lógica comprendemos que nos hemos excedido en nuestra interpretación de los hechos, ¿por qué no podemos controlarnos en el momento?

El hábito de sentirnos ofendidos puede causar un gran sufrimiento. Nos hace tener la percepción de que los demás desean herirnos, humillarnos o infravalorarnos, lo que hace que nos mantengamos en un constante estado de alerta. Pero, además, esta extrema susceptibilidad afecta a nuestras relaciones interpersonales, tensándolas, rompiéndolas o convirtiéndolas en fuente de sufrimiento para todos los involucrados. ¿Qué podemos hacer al respecto?

Mujer sintiéndose ofendida

¿Por qué nos sentimos ofendidos?

El objetivo no es, en ningún caso, permitir que nos falten al respeto o nos dañen. Existen situaciones de insulto evidente o agresión clara en las que es lógico y saludable sentirnos ofendidos y defender nuestra integridad. Sin embargo, en muchos otros casos, se trata más de una percepción errónea por nuestra parte, y es aquí cuando debemos actuar.

Factores principales

Es importante entender cuáles son las variables que modulan esta susceptibilidad tan marcada:

  • Heridas de la infancia. Durante nuestros primeros años de vida, experimentamos situaciones que nos marcan con alguna de las cinco heridas que Lise Bourbeau expone en su obra. Por ello, ya de adultos, cuando alguien “toca” en esa herida sin sanar, las memorias de dolor resurgen y magnifican lo ocurrido. No nos ofende tanto lo que nos dicen, sino lo que despiertan en nuestro recuerdo.
  • Baja autoestima. Nos sentimos ofendidos con mayor frecuencia si nuestra autoestima no es sólida y fuerte. Nuestro sentimiento interior de inferioridad nos lleva a tratar por todos los medios de que los otros no nos perciban así. Por ello levantamos una imagen, una falsa y frágil autoestima que no podemos permitir que ataquen, ni siquiera mínimamente, o quedaríamos al descubierto.
  • Rigidez. También es frecuente que características como la inflexibilidad cognitiva o el pensamiento dicotómico nos lleven a ofendernos. Quienes sienten que los demás deben ser y actuar de una determinada manera pueden malinterpretar cualquier acto o comentario que se salga de sus expectativas. Una broma puede ser tomada como una ofensa si no consideramos adecuado reaccionar con humor en ese momento.
  • Hábito. Repetir una conducta o patrón de pensamiento no hace sino incrementar la facilidad de que se repita de nuevo. La repetición fortalece las conexiones neuronales asociadas, haciendo que ciertas reacciones lleguen a automatizarse. Por ello es posible que algunas personas hayan hecho un hábito del sentirse ofendidos, de modo que ahora les resulte complicado hallar otras vías cognitivas para interpretar que no sea esa.
Mujer agobiada mientras su novio la consuela

¿Qué podemos hacer cuando nos sentimos ofendidos con frecuencia?

Lo principal es comprender que nadie nos ofende, nos ofendemos nosotros, es nuestra elección. No podemos controlar cómo otros hablan o se comportan, nuestra única elección es cómo reaccionar ante ello. Por ello es necesario acostumbrarnos a no saltar como un resorte, a realizar un trabajo personal en el que escojamos no sentirnos ofendidos.

Si los ataques son claramente dañinos, haz uso de la comunicación asertiva, defiende respetuosamente tus derechos o márchate de ese vínculo. Pero siempre analiza la veracidad de tu interpretación, pues comúnmente observamos lo que ocurre a través de las lentes de nuestras heridas y carencias.

A este respecto, has de deshacerte del hábito de sentirte ofendido y acostumbrar tu mente a buscar y utilizar otras vías cognitivas. Pregunta, no supongas. En muchas ocasiones, la susceptibilidad nos lleva a esperar lo peor, a dar por sentadas intenciones negativas cuando la realidad no es así.

Flexibilizar la interpretación que hacemos de lo que los demás dicen o hacen en sus interacciones con nosotros nos evitará conflictos. Mejorarán nuestras relaciones sociales y nuestro estado interior. ¿Por qué no intentarlo? En ocasiones tener paz es más sano que tener razón.


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  • Bourbeau, L. (2011). Las cinco heridas que impiden ser uno mismo. OB STARE.
  • Aguilar-Morales, J. E., & Vargas-Mendoza, J. E. (2010). Comunicación asertiva. Network de Psicología Organizacional. México: Asociación Oaxaqueña de Psicología AC.

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