¿Por qué pensar en positivo no siempre funciona?

Ser positivo ayuda, pero hay épocas y circunstancias en las que es mejor dejar espacio a otro tipo enfoque mental. Uno desde el que poder aceptar la incertidumbre e incluso que nuestra realidad no es tan gratificante como esperábamos.
¿Por qué pensar en positivo no siempre funciona?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 02 agosto, 2020

Muchos se han dado cuenta de que pensar en positivo no siempre funciona y que una actitud esperanzada tampoco garantiza que ocurra lo que esperamos. Tal vez, dicen los expertos, hayamos entrado en un periodo en el que abrazar un tipo de «pesimismo amable» que nos ayuda a entender que, a veces, la vida no va a nuestro favor.

Ahora bien, que esto sea así no es necesariamente malo. La mente lleva mucho tiempo habituándose a esa polaridad extrema que nos hace etiquetar la cosas en «buenas» o «malas». Puede que sea el momento de entender que además del blanco y negro también está el gris y que en esta tonalidad, aún sigue existiendo una hebra de luz, esa que nos separa de la oscuridad total.

Pensar en positivo ha sido durante muchas décadas un consejo recurrente y esa balsa salvavidas a la que nos debíamos aferrar en tiempos convulsos. Porque inyectar de optimismo al cerebro, decían, nos impide caer en el derrotismo y en la indefensión.

Sin embargo, hemos llegado a un presente y a un contexto en el que la incertidumbre es una constante y los miedos, unos compañeros que se han instalado en el ático de nuestra mente.

Posiblemente, haya llegado ese día en el que es necesario interiorizar otra perspectiva, una en la que sin desterrar la positividad y la esperanza, nos permita navegar de manera más efectiva entre los retos actuales.

Postit sonriente representando que pensar en positivo no siempre nos funciona

¿Por qué pensar en positivo no siempre funciona?

El pensamiento positivo cuenta con aférrimos defensores y fieles opositores. No hay término medio. Al enfoque psicológico popularizado por figuras como Martin Seligman o Mihály Csíkszentmihályi en los años 90, se le añaden voces críticas como las de la psicóloga Julie K. Norem, profesora de Psicología de la Universidad de Wellesley (EE UU) y quien lleva más de veinte años, avisándonos de algo muy concreto.

En su libro del 2001, El poder positivo del pensamiento negativo, nos indica que se ha instaurado en nuestra cultura una visión algo pueril sobre lo que es la positividad. Las lecciones aportadas por Seligman se han reducido hasta el punto de convertirla en una moda, esa en la que asumir que todo se arregla viendo el lado amable de la vida.

Según la propia doctora Norem, hemos llegado a un extremo en que si alguien tiene problemas o no logra atisbar esa luz al final del camino, es que algo falla en su carácter.

Tengámoslo claro: hay veces en las que no nos es posible ver el lado amable de la vida. Y que ocurra esto no solo es comprensible, es lo esperable. Como señalaba Viktor Frankl, ante situaciones fuera de lo común, lo normal es reaccionar de una manera fuera de lo común. Por tanto, debemos entender que pensar en positivo no siempre funciona por muy diversas razones. Analicémoslas.

Pensar en positivo puede hacer que no sepamos afrontar los desenlaces negativos

Repetirnos una y otra vez aquello de «todo va a salir bien» puede ser contraproducente. Este enfoque orientado hacia los desenlaces satisfactorios que no tienen en cuenta otras posibilidades son peligrosos. De este modo, en caso de que las cosas no salgan tan bien como esperamos, nos puede coger emocional y psicológicamente desprevenidos.

Lo más acertado en estas situaciones es aplicar un enfoque realista: “yo espero que las cosas salgan bien, pero si no es así, afrontaré cualquier resultado. Lo aceptaré y aplicaré adecuadas estrategias de afrontamiento.

El pensamiento positivo puede hacer que adoptemos una actitud pasiva

Julie K. Norem nos explica en su libro que es recomendable adoptar una perspectiva algo pesimista sobre nuestra realidad. Se trata de barajar todas las posibilidades y decirnos aquello de “lo que yo quiero y espero puede ocurrir, pero también hay probabilidades de que las cosas salgan mal. ¿Qué debo hacer entonces en estas circunstancias?”.

  • Hay que rendir al máximo y trabajar duro para evitar que esos resultados negativos puedan ocurrir. Si me confío y doy por sentado que todo se resolveré adopto una actitud pasiva y eso puede ser peligroso.

Cuando tenemos ansiedad y estrés, pensar en positivo no siempre funciona

La mente ansiosa tiene como particularidad no poder ver el lado amable de la vida. Pensar en positivo no siempre funciona cuando nos sentimos preocupados, estresados y al límite emocionalmente. Son esas situaciones en las que por mucho que nos repitan eso de «anímate todo va a salir bien» ni sirve, ni ayuda ni nos lo creemos.

En este contexto, enfoques como el que nos ofrece la terapia de aceptación y compromiso son interesantes. En concreto, este nos ayuda, por ejemplo, a entender que la vida no es fácil, que es permisible caer, ser falible, sentirse desesperanzado a veces. No obstante, no podemos perder nuestro compromiso con nosotros mismos para no dejarnos caer, para atendernos.

Chico serio pensando en la desconexión moral

Los extremos nunca son buenos: ni el positivismo ingenuo ni el pesimismo crónico

Pensar en positivo no siempre funciona porque la vida es impredecible. También porque nos convertimos en unos malos gestores de la adversidad, de la frustración, el miedo y el sufrimiento.

La vida es un caleidoscopio de experiencias y a veces, son buenas, otras malas y algunas sencilllamente, normales. Hay que aprender a navegar por todos esos océanos tanto en días de calma como en noches de tormenta.

¿Quiere esto decir que es mejor ser pesimistas? En absoluto, como tampoco es recomendable adoptar una positividad ingenua y confiada, de esas que nos dicen que basta con desear mucho una cosa para que esta ocurra. Vivimos un presente complejo y ya nos hemos dado cuenta de que esta fórmula no funciona. Los extremos nunca son buenos.

Hay que ser realistas, debemos entrenarnos en el manejo de los desafíos cotidianos y aprender a tolerar lo impredecible e incluso lo doloroso. No obstante, ello no quita que debamos seguir alimentando la esperanza. Hacerlo, es una necesidad existencial.

Confiar en que vendrán tiempos mejores y que aprenderemos a manejar las dificultades es siempre la mejor estrategia.


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  • K. Norem Julie K. (2001)
  • El poder positivo del pensamiento negativo.
  • Paidós.

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