¿Por qué sentimos lástima?
¿Por qué sentimos lástima? ¿Es este sentimiento diferente a la compasión? ¿Qué finalidad cumple en el comportamiento del ser humano? En realidad, estos conceptos reflejan la parte más sensible, empática y humana de cada uno de nosotros. Nos facilitan el poder salir de nuestro envoltorio para conectar con las realidades ajenas y sentirlas, hacerlas propias e incluso sufrirlas.
Ahora bien, hay quien ve en la lástima una vertiente algo negativa. Benito Pérez Galdós la definía como la polilla de la voluntad, como ese sentimiento que uno alberga en su posición de superioridad. Es una entidad que nos ronda y que se instala tibiamente en nosotros al conectar con el sufriente, pero sin despertar quizás la capacidad de ayuda o amparo.
Sentimos lástima del que está peor que nosotros, de quien no ha tenido tanta suerte en la vida, experimentamos este sentimiento del animal abandonado, del pájaro herido y de los que no han logrado cumplir sus sueños. Esto explica que exista esa vertiente más crítica que define esta emoción como algo que, en ocasiones, usamos como mecanismo despreciativo y no tanto como algo enriquecedor y que facilite la cohesión.
Sin embargo, ¿es esto verdad? Lo analizamos.
¿Por qué sentimos lástima? Estas son las razones
Podemos definir la emoción de la lástima como la sensación de presenciar la desgracia o el sufrimiento de alguien que está peor que nosotros. Si bien es cierto que en el día a día le podemos dar una connotación negativa debido a esa comparación social que se establece de manera implícita, la verdad es que en muchos casos sí impulsa el comportamiento altruista.
Para Aristóteles, por ejemplo, esta emoción era básica en el ser humano. Nos explicó en su obra Retórica que para que una persona pueda sentir lástima por otro semejante, debía haber experimentado primero un sufrimiento similar. Es decir, “yo siento lástima por ese amigo que está solo porque yo sé lo que es la soledad”. Más aún, “siento también esta emoción por quien ha perdido a alguien cercano por eso. Es algo que también me ha ocurrido a mí“.
Por tanto, si nos preguntamos por qué sentimos lástima la clave está en lo que nos genera esta experiencia emocional. Nos permite, primero, empatizar con el dolor ajeno y también comprender al otro partiendo de la propia experiencia. A su vez, el hecho de situarnos en una posición de superioridad frente al que sufre debería instarnos a actuar.
Es ahí donde precisamente surge el auténtico desafío. Habrá quien dé el paso y ayude; por contra, también existirá quien se limite a sentir esta emoción sin hacer nada. Profundicemos en más aspectos.
La lástima: comprensión, tristeza y ternura
El ser humano experimenta lástima como parte de ese mecanismo que nos insta al comportamiento cooperativo. Ahora bien, en su interior, como si fuera el complejo mecanismo de un reloj, se integran más emociones. Quizás por ello nos puede resultar en ocasiones tan ambigua y particular.
En el corazón de quien experimenta lástima habita la comprensión. Quien atiende al que sufre lo hace desde el conocimiento y la sensibilidad. Por otro lado, también se integra la tristeza. Nos duele que ese amigo lo pase mal, nos entristece el que siente dolor o quien vive una dura experiencia.
Asimismo, hay ciertas dosis de ese sentimiento que es la ternura. Esta dimensión nos hace sentir que ciertas personas, animales u otras dimensiones son merecedoras de amor, respeto, cariño, protección…
La distancia psicológica y el sentimiento de superioridad
¿Por qué sentimos lástima? ¿Por qué hay quien siente esta emoción y no hace nada? Estas son dos preguntas que solemos hacernos a menudo cuando vemos situaciones que nos resultan llamativas. Hay quien sufre al ver la realidad de las personas más necesitadas, pero no contribuye de ninguna manera a mejorar la situación de quien lo pasa mal.
Efectivamente, la lástima tiene ese componente tan común: la inactividad. Atendemos el dolor ajeno desde cierta posición de superioridad, desde ese escalón más alto del que muchas veces nos negamos a descender. ¿A qué se debe? La clave estaría muchas veces en la distancia psicológica. Si quien lo pasa mal es mi padre o hermano, actúo, pero si es mi vecino, no.
Es decir, se necesita de algún vínculo emocional o interés particular para dar el paso final. Así, mientras la compasión sí se asocia a un compromiso más activo hacia una ayuda sustancial, en la lástima se integra la idea de que uno no está obligado a hacer nada por el otro si no lo desea o no lo ve necesario.
No nos gusta que sientan lástima por nosotros
Puede que en alguna ocasión nos preguntemos por qué sentimos lástima y qué función cumple esta emoción el ser humano. Ahora bien, si hay algo claro y evidente es que no nos gusta que sientan lástima por nosotros. Somos conscientes de que quien nos mira desde la óptica de esta emoción, lo hace desde su superioridad y esto nos rebela.
Por otro lado, tampoco nos agrada esa sensación en la que uno llega a sentir lástima de sí mismo. Es como quedar integrado en los propios problemas o en los propios fracasos sin ver salida alguna. Es un sentimiento que nos estanca, a diferencia quizá de la autocompasión, la cual nos permite mirarnos con afecto sin juzgarnos ni criticarnos para convencernos de que merecemos algo mejor y debemos actuar.
Para concluir, pocas entidades psicológicas albergan tantos enfoques como la lástima. La sentimos a diario cuando vemos determinadas imágenes o leemos ciertas historias o noticias en la televisión o redes sociales. Quizás es ese sentimiento que nos atrapa unos segundos para después desaparecer lentamente sin mayor trascendencia. Procuremos que esto no sea siempre así, démosle mayor sentido y mayor utilidad…
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